Cuaderno de pantalla que empezó a finales de marzo del año 2010, para hablar de poesía, y que luego se fue extendiendo a todo tipo de actividades y situaciones o bien conectadas (manuscritos, investigación, métrica, bibliotecas, archivos, autores...) o bien más alejadas (árboles, viajes, gentes...) Y finalmente, a todo, que para eso se crearon estos cuadernos.

Amigos, colegas, lectores con los que comparto el cuaderno

miércoles, 28 de octubre de 2015

Cataluña. Encaje de bolillos

Cataluña. Encaje de bolillos en tres tiempos.

Nuestro deber es pensar y hablar de los temas y asuntos que afectan a todos, aunque muchas veces –es, en parte, el caso– sepamos que son conversaciones alentadas por motivos ajenos al tema de la charla. Ahora se trata de la perorata de la presidenta del Parlamento catalán a quienes lo constituían, y de rebote a todos los restantes catalanes, españoles, europeos, etc.

1. Como era de temer, con un voceado algo confuso, la presidenta se ha erigido en grito de su propio grupo y ha dejado sentados, atónitos y confusos a la mitad de la cámara, que esperaban que fuera también "su" presidenta. Mal comienzo es, pero sobre todo signo es de la temible violencia contra las minorías, que es uno de los termómetros de los sistemas llamados "democráticos", que en este caso bien se ha visto que no lo es –"democrático"_ por mucho que se repita esa palabra. El respeto hacia los demás en todo aquello que el sistema social y político permita: integrar y acoger, no rechazar, no expulsar, no situar al margen. En Cataluña hay una decena, al menos, de sistemas ideológicos colectivos: cultura multinacional que se ha visto degradada en ese acto parlamentario.


2. En segundo lugar aparece la "República". En mi argumentación, extraigo lo que en mi facebook iba. Ahora se ha puesto de moda ser republicano, sobre todo en directa animadversión a todo lo que ha sido historia reciente, con argumentos que asoman por ahí, al menos, peregrinos. Yo lo soy, por cierto; pero no puedo acompañar a la parlamentaria catalana ni a otros muchos, no en su querencia, sino en su argumentación, porque no es monarquía versus república lo que se plantea a palo seco, ya que la dicha monarquía si es parlamentaria, constitucional y más o menos admitida no tiene nada que ver con lo que se quiere decir contraponiéndola a república. Tendríamos que invadir Inglaterra, Holanda, Suecia.... quién sabe si hasta Australia, para derrocar a los impostores. No digo que no se haga y podamos recuperar el Imperio, pero por ahora más vale que pensemos que a los sajones, flamencos, etc. les ha gustado mantener una pátina histórica –su tradición– de alguna manera y que en ese gesto tranquilo hacia el pasado han sabido insertar lo que ahora se llama "democracia", es decir, han insertado a la Monarquía en su constitución y la han bendecido con los votos. Es incorrecto, por tanto, oponer bonitamente "República a Monarquía"; me temo que detrás de esta oposición grosera –porque no se matiza– se esté maniobrando desde la ignorancia o desde la malicia. Una vez que he oído los muchos discursos de esta señora presidenta,  me temo que es desde la ignorancia. No se merece Cataluña tenerla como vocera de sus pretensiones. El "sus" anterior se refiere a los catalanes.

3. En tercer y último lugar está lo del cambio de perspectiva en la argumentación. Los catalanes tienen derecho a decidir su forma de gobierno y su destino. La frase parece intachable; pero el cambio de perspectiva es el siguiente: ¿hasta qué punto cualquiera de los individuos que anda por este país puede opinar, votar e intervenir en esa decisión? Ahí viene el encaje de bolillos, pues yo me apellido (materno) "Pou". ¿Puedo intervenir en el caso de Cataluña, pero no en el de Galicia, Asturias, país vasco (mi primer apellido es "Jauralde"), etc. ¿Yo puedo opinar sobre la independencia de Cartagena, Getafe, Gandía, la Costa del Sol, Ibiza....? Ahí es donde entra un nuevo concepto: la identidad. Quienes sientan que sustentan una identidad "diferente", basada en elementos objetivos (lengua, geografía, historia....) pueden opinar sobre su "independencia", en tanto que los otros no. Ya se ve que la discusión sobre la identidad, con tantos elementos que la pueden definir, es una tarea de sabios o, al menos, que se ha de hacer con sumo cuidado y respeto, para no dejar sin identidad al rumano de los barrios de Barcelona, al gitano de Tarragona, al andaluz de Gerona, al ilerdense de Sevilla... Es curioso, la identidad más señalada de este país es la de los andaluces y los gallegos, que, sin embargo, como no se han desarrollado económica y socialmente de la misma manera, se mantienen como amodorrados. Que nadie se asuste, "modorra" es sencillamente la peor hora de la noche para hacer una guardia, "adormecidos". 
La identidad se complementa con otro peligrosísimo concepto, aireado, las más de las veces, de modo inconsciente, sin atreverse a considerar su alcance. La independencia ha de servir para "vivir mejor". Nuestro turismo, nuestros embutidos, nuestro cava, nuestro mar, nuestras figuras eminentes (Granados, Albéniz, etc.) Vivir mejor tiene como contrapeso el segundo término de la comparación: "vivir mejor que en el Campo de Criptana, que en los Monegros, que los aceituneros altivos de Jaén, que los ganaderos gallegos, que los pescadores del País vasco, etc." ¿Qué pasaría si en todo este tinglado –encaje de bolillos– introdujéramos el viejo concepto de "lucha de clases", que ahora se disfraza con el de "desigualdad"?








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