Goya en Touluse (El Prado, donación Plácido Arango) |
Madrid, sobre todo cuando se inicia el curso "académico", en otoño, se convierte en una capital de la cultura asombrosamente rica y variada, hasta el punto de que realmente es difícil seguir su ritmo de actividades, lo que puede considerarse desde una perspectiva positiva: ciclos de cine (filmoteca, árabe, japonés, chino, infantil...), conciertos (Monumental, Teatro Real, Auditorio....; pero también los hay en El Prado, en el CNMRS, en el Palacio Real, etc.); exposiciones, galerías de arte, teatro (¡más de cien obras en cartel!), por no entrar en las actividades menores (recitales, cafés, espacios públicos, centros culturales, ...) o de instituciones vivas (Matadero, Cibeles, Mapfre, Caixaforum, Telefónica, Fundación Juan March, Palacio Real, Círculo de Bellas Artes, Biblioteca Nacional de España....), que son las que con frecuencia ofrecen lo más interesante, en el sentido de lo menos obvio. En estos momentos, por ejemplo, en Madrid, se acentúa el interés por el campo del diseño, decoración y arquitectura (Caixaforum, Conde-Duque, Fundación Juan March, CNARS....)
Por referirnos tan solo a un ejemplo, actualmente se han abierto o se van a abrir exposiciones sobre El Divino Morales, Munt, Kandisky, Madrazo, el Orlando Furioso, orfebrería milanesa en cristal de roca, San Jerónimo, El Bosco, Goya, el libro moderno.... Y hasta medio centenar más. La estructura museística –a nuestro modo de ver– no tiene parangón en ninguna otra ciudad del mundo: El Prado, Tyssen, Artes Decorativas, Cerralbo, Lázaro Galdiano, Sorolla, Romántico, de Historia de Madrid, Reina Sofía, Academia de Bellas Artes de San Fernando, Arqueológico, Palacio Real, Antropológico, Casa de América, Conde Duque....
Orfebrería en cristal de roca durante el siglo XVI en Milán (El Prado) |
El madrileño, o quien pase por aquí, puede optar cada día, y durante un mes entero, por visitar un lugar diferente, toda la actividad cultural que su cuerpo y su mente resistan.
Si se habla con los que sustentan todo este hormigueo cultural, muchas quejas provienen de quienes, desde dentro, opinan que aquello no va, que se mantiene solamente por el sacrificio y vocación de unos pocos. He oído esa queja en el campo del teatro y de algún tipo de actividad musical, también en la conjunción de lo uno y lo otro: el balé. Como si la fidelidad y el seguimiento del público se concentrara en los lugares consagrados (los grandes museos, por ejemplo) y en las obras exageradamente espectaculares (los musicales de la Gran Vía, verbo y gracia).
Puede ser, pero hay que proseguir argumentando que la cultura de minorías es eso, cultura de minorías, y que no podrá alcanzar otro grado si no se desnaturaliza. Por otro lado, algunas de las instituciones que he citado antes ––públicas o privadas–– gestionan hábilmente sus actividades para llegar a un público cada vez más interesado. Eso es importante: hay que contar con la avidez cultural del público, que en este país (¡qué horror la Universidad!) resulta sistemáticamente cercenada, lo que no es sino un modo de lograr manadas y rebaños.
Volvemos a Madrid. Curioso contraste con una ciudad, pequeña en comparación con otras grandes capitales, con cierto provincianismo en su rutina diaria; eso sí, por la que desfilan miles de turistas cada día.
El jardín Botánico, ayer |
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