No queremos mayorías.
Y sobre todo no queremos mayorías absolutas, y aun más no queremos mayorías absolutas de los que quieren que gobierne –lo que sea: ayuntamiento, comunidad, país…– una mayoría absoluta, porque siempre traicionará el principio fundamental de los sistemas que se pretenden democráticos: el respeto a las minorías y el establecimiento de diálogos continuos y fecundos antes de tomar decisiones que a todos incumben. Que Gallardón, apoyado en su mayoría, no pueda imponer a todo el conjunto del país su no "aborto", pongo por caso. Que Soria no pueda decidir con el apoyo exclusivo de su grupo el castigo de la electricidad artesanal a favor de las grandes compañías. Y así.
Mucho muy más bien al contrario, preferimos que la distribución de los que gobiernan concorde cuanto más mejor con la diversidad social, y que se reúnan, hablen y lleguen a acuerdos, de la misma manera que lo hacemos los demás cuando vamos en metro, viajamos, disponemos de nuestras vidas en sociedad y nos echamos a la calle y a la vida. Para eso se les nombra, se les paga y se les soporta: para que trabajen como "políticos" y que las soluciones que adopten no dañen a sectores de la población, no ahonden en la desigualdad, no permitan el deterioro de nuestros campos y ciudades, etc. Esa es su única función, no la de "mandar" según su grupito les dicta; no la de "imponer", no la de "degradar" o "denigrar" a los otros, etc. No es función de ningún portavoz de ningún grupo político salir a la palestra para insultar a los otros, para trabar contiendas entre ellos, para mentir descaradamente sobre lo que pueden o van a hacer.
Particularmente nos dan pavor las proclamas, en este caso de Rajoy, perorando que los sociatas –en este caso– han unido sus votos con otros partidos "radicales" para ir contra el PP. Resulta que este señor, que ahora es presidente de un gobierno de mayoría absoluta (¡vaya por dios!) está refiriéndose a lo que ha elegido la gente, y que él califica a mala parte. No se queda ahí, sino que además, añade, si esos electos se aproximan entre ellos, porque tienen ideas cercanas o comunes, entonces le parece "antidemocrático", porque el PP tiene "mayoría". Es curioso que con él opinen del mismo modo personajes de esferas económicas poderosas (como el director del BBV), o empresariales (el presidente de los empresarios españoles), entre otros, es decir, de personas o instituciones que sí que quieren una mayoría absoluta que imponga sus ideas y beneficios, en este caso, porque supongo que si la mayoría absoluta propone derivar los beneficios de la banca hacia sanidad o educción, entonces les parecería una deriva autoritaria insoportable. Rajoy hubiera debido predicar en sentido contrario: primero, lo normal es que se conjuguen y vayan junto los que ideológicamente andan ya juntos, y por eso se hicieron las votaciones, para que los millones de personas (una persona, un voto) se organicen ideológicamente; segundo, será una bendición del cielo que se contrapesen aquellas mayorías que amenazan con imponer a los demás sus propias convicciones.
Visto desde otra perspectiva: de perlas me parece que pueda gobernar una exigua minoría –como parece que va a intentarlo la alcaldesa de Barcelona–, porque eso significa que habrá de convenir con los demás sus actuaciones, concretamente, y no como principio eterno e inamovible: esa debería de ser la finalidad de cualquier gobernante, no el de imponer a priori su doctrina. Es decir, que se dé la vuelta a la nefasta condición política que supone que primero es el partido –sea del signo que sea– y luego la actuación. Primero lo que diga el cacique, y luego ya se verá que se hace con la gente.
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