Cuaderno de pantalla que empezó a finales de marzo del año 2010, para hablar de poesía, y que luego se fue extendiendo a todo tipo de actividades y situaciones o bien conectadas (manuscritos, investigación, métrica, bibliotecas, archivos, autores...) o bien más alejadas (árboles, viajes, gentes...) Y finalmente, a todo, que para eso se crearon estos cuadernos.

Amigos, colegas, lectores con los que comparto el cuaderno

domingo, 21 de junio de 2015

Este París de luces azuladas....


Jardines de Luxemburgo
El Panteón, en obras

Alrededores de la rue Monge



Este París de luces azuladas que deshace los colores al anochecer aun conserva rincones y paseos que guarecen al viajero de la marea humana que inunda restaurantes y tiendas, la espuma de la gente que come y compra, porque la actividad del turista se recapitula y se resume en esas dos actividades y la respuesta "comercial" de la ciudad es ofrecerle un inmenso botellón en calles, plazas y edificios. Allí donde hay un huequecillo, se abre un restaurante con "notre formule" y se montan diez mesitas que encajan en el lugar. Todo a precio europeo, es decir, carísimo.



Final de la Rue
de La Seine
El atardecer azul, después de pasear por la rue Monge, hacia el jardín de plantas, y de llegar a los muelles del Sena, ofrece el espectáculo de la gente sin dinero –normalmente jóvenes– que mantienen la ilusión de la charla colectiva y se inventan el botellón con productos del súper en las riberas, sobre todo de La Isla de Francia. 

No solo es hermoso por la resistencia de la gente a doblegarse al uso mercantil de sentirse juntos, sino por el hallazgo y disfrute de lugares que no se han puesto en venta (¡todavía!) y que esta bellísima ciudad ofrece incesantemente, porque París sigue siendo por muchas razones el centro de Europa, el lugar para llegar, leer, soñar, contemplar.... el de los largos bulevares de tilos o plátanos, el de las plazas improvisadas por los quiebros de las calles, las fachadas de piedra y los tejados de pizarra, floristerías y panaderías, mercados callejeros que se abren y cierran en el día, barrios semiocultos a donde casi no llega la marea invasora, recuerdos constantes del aquí fue (esta vez me ha tocado Chopin, Machado, Freud, Verlaine, Blas de Otero, Cortázar....), como un compendio de retazos de esperanza y de memoria que andan por todos lados.  


Casa de Hungría en París
En medio de los cuales, uno depositó alguna vez su propia vida y allí la tuvo, para que se impregnara de su belleza y fuera zarandeada por el tiempo, como es ley de vida. Imposible ya que París no sea historia, en donde sentir también cada vez el latido minúsculo de nuestra propia existencia. 




2 comentarios:

  1. Es una ciudad preciosa y, sin embargo, ya nunca podré olvidarme de su descripción horripilante de terror en Historia de dos ciudades. Veo calles, plazas, parques bonitos y, sin querer, pienso "¿sería aquí?".

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  2. Bueno, ya se sabe, todo puede ser utilizado o visto desde perspectivas múltiples (desde el horror, la miseria, la muerte, la soledad, el aburrimiento....); pero París ofrece una primera opción positiva, para que lo veamos desde la belleza, la historia, la gracia, etc. Quienes frecuentan otras perspectivas y cultivan otros géneros quiebran aquel denominador común, con el que a veces juegan a contrastar.

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