Jardines de Luxemburgo |
El Panteón, en obras |
Alrededores de la rue Monge |
Este París de luces azuladas que deshace los colores al anochecer aun conserva rincones y paseos que guarecen al viajero de la marea humana que inunda restaurantes y tiendas, la espuma de la gente que come y compra, porque la actividad del turista se recapitula y se resume en esas dos actividades y la respuesta "comercial" de la ciudad es ofrecerle un inmenso botellón en calles, plazas y edificios. Allí donde hay un huequecillo, se abre un restaurante con "notre formule" y se montan diez mesitas que encajan en el lugar. Todo a precio europeo, es decir, carísimo.
Final de la Rue de La Seine |
Casa de Hungría en París |
En medio de los cuales, uno depositó alguna vez su propia vida y allí la tuvo, para que se impregnara de su belleza y fuera zarandeada por el tiempo, como es ley de vida. Imposible ya que París no sea historia, en donde sentir también cada vez el latido minúsculo de nuestra propia existencia.
Es una ciudad preciosa y, sin embargo, ya nunca podré olvidarme de su descripción horripilante de terror en Historia de dos ciudades. Veo calles, plazas, parques bonitos y, sin querer, pienso "¿sería aquí?".
ResponderEliminarBueno, ya se sabe, todo puede ser utilizado o visto desde perspectivas múltiples (desde el horror, la miseria, la muerte, la soledad, el aburrimiento....); pero París ofrece una primera opción positiva, para que lo veamos desde la belleza, la historia, la gracia, etc. Quienes frecuentan otras perspectivas y cultivan otros géneros quiebran aquel denominador común, con el que a veces juegan a contrastar.
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