Cuaderno de pantalla que empezó a finales de marzo del año 2010, para hablar de poesía, y que luego se fue extendiendo a todo tipo de actividades y situaciones o bien conectadas (manuscritos, investigación, métrica, bibliotecas, archivos, autores...) o bien más alejadas (árboles, viajes, gentes...) Y finalmente, a todo, que para eso se crearon estos cuadernos.

Amigos, colegas, lectores con los que comparto el cuaderno

lunes, 11 de mayo de 2015

Valencia se salva por la luz (entre Sorollas)


Valencia se salva, de los destrozos urbanísticos y de la megalomanía, por la luz, que alimenta los continuos oasis verdes y florales de calles y plazas. La ciudad, destrozada por las inmobiliarias y las constructoras, bastante sucia, asediada por políticos depredadores, a duras penas mantiene algunas calles históricas, el lienzo de ciertas fachadas, rincones pueblerinos de casas bajas con patio, como los de de Benimaclet.... pero no le han podido quitar la luz, el mar y el cauce del Turia, definitivamente atravesando –un río de vegetación– la ciudad. No pudo el ladrillo contra tanta luz. Ibiscos gigantescos, palmerales, aligustres como árboles bien fornidos, pitas, derroche de geranios, todo tipo de floraciones.... pujando por todos lados, con el añadido de las hileras de naranjos, que ensucian, sí, pero que dan carácter e iluminan la ciudad. Por eso el mejor momento para disfrutarla es ahora, con la primavera ya dentro; aunque este año, en razón del desaforado cambio climático, mayo se haya puesto a 36 grados, enloqueciendo a los geranios y a las glicinias, que aquí son también naranjas y supongo, aunque no las he visto, con otras gamas de colores, además de la más común, violeta-rojiza.


En las nuevas urbanizaciones –feotas, cuando no mastodónticas, para aprovechar el negocio de los pisos–, hacia la zona de Alboraya, pero también a la espalda de la avenida de Blasco Ibáñez, o en muchos suburbios, los horribles cubos de las constructoras desaparecen en los remansos verdes, en donde los olivos se hablan con los magnolios y los muchos árboles tropicales, creando plazoletas que serán alivio de los calores y remanso de los vecinos, porque si algo parece claro en esta ciudad es que hay que vivir "fuera", salir a a la calle, disfrutar del frescor de la mañana y de la intensidad de la noche. 
Y sin embargo, la vieja arquitectura de Valencia era tan hermosa como muestra la casa de la Malvarrosa, probablemente destinada al derribo, señera en una esquina vecina al mar. 
Y para el mar se han recuperado... los turistas. Bien está.

Parece que aquello –la luz, el mar, la noche...– no lo pueden robar.
Y escribo la entrada entre Sorollas.




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