Cuaderno de pantalla que empezó a finales de marzo del año 2010, para hablar de poesía, y que luego se fue extendiendo a todo tipo de actividades y situaciones o bien conectadas (manuscritos, investigación, métrica, bibliotecas, archivos, autores...) o bien más alejadas (árboles, viajes, gentes...) Y finalmente, a todo, que para eso se crearon estos cuadernos.

Amigos, colegas, lectores con los que comparto el cuaderno

viernes, 31 de mayo de 2013

Luis de Ulloa

Luis de Ulloa y Pereira (Toro, 1584-1674) es uno de los polígrafos del s. XVII a quienes pilló a contrapié nuestra historia literaria, cuando ya la tensión creadora –y la histórica– se estaba perdiendo, como les ocurría a todos sus amigos: Pellicer, Bocángel, Ataide.... De su larga vida y de su obra dan cuenta unas páginas exactas, rigurosas, precisas de José Lara Garrido y María Martos en el vol. III del Diccionario Filológico de Literatura Española. A ellas me remito. Lo de "polígrafo" apunta a su actividad en todos los terrenos, ejerciendo como periodista, ensayista, panegirista, dramaturgo.... y poeta, que es un pecado menor. 
Censuró, al parecer, buena parte de su inspiración poética, cuando la vertiente humana se le descontrolaba, de modo que aunque sus contemporáneos alabaron su veta satírica, sobreabunda en su obra más la cortesana y circunstancial que la que voy a ejemplificar con este curioso soneto, con el que voy a dar cuenta ligera –lo haré con más detenimiento– de la riquísima biblioteca de la fundación Bartolomé March (Palma de Mallorca), rica también humanamente, en donde he estado tres días recopilando autógrafos y revolviendo papeles, con la ayuda de Pilar, que me traía y llevaba libros con sonrisas; y con el asesoramiento y el buen hacer de su director, Fausto Roldán, que me ha facilitado la tarea.
Sin duda todos los poetas de entonces hubieron de leer el último libro de poesías de Lope (+1635), Las rimas de Tomé de Burguillos, en donde el desengaño se tiñe de humor, y el humor convierte en coloquial el apartamiento de los modos poéticos que habían saturado nuestra historia literaria.


A las cinco, y aun no, de la mañana
estoy ya dando voces a mi vieja
ama: “¡Encienda esa luz!”. Ella se queja
y me obedece de muy mala gana.

Con ceática, tos, flato y terciana
toma una que parece badileja,
la lumbre escarba que con una teja
por la noche cubrió, calamocana.

La encuentra, mal o bien, la pajuel[i]ta
y la enciende un candil con grande tiento;
entra en mi cuarto haciendo que tirita.

No la dejan los flatos un momento,
con el candil compone mi velita,
con los flatos perfuma el aposento.


[Lo he modernizado al transcribirlo, y he tenido que recordar que "badila" –la pala con la que se movía el brasero– hoy se escribe con b, y me ha hecho gracia recordar el "calamocano" ('algo bebido') de los esperpentos de Valle-Inclán a estas alturas].



Sale uno de la biblioteca de Bartolomé March y se encuentra con una concurrida cafetería en la planta baja, cruza un jardín con este ejemplar de árbol tropical y detrás de las carrozas para turistas se abre una de esas hermosas fachadas mallorquinas.



jueves, 30 de mayo de 2013

Los olivos de Palma de Mallorca

plaza del olivar
El investigador ha hecho una escapada rápida a Palma de Mallorca, para gastar tres días libres hurgando en la biblioteca de Bartolomé March, en donde para la vieja biblioteca del Duque de Gor, que vio muy por encima cuando estaba en Granada, pues en ella trabajaba ocasionalmente Emilio Orozco. Dedicaré un post a tan importante fondo. En los intervalos, idas y vueltas –la biblioteca solo abre media jornada– me he ido a mirarle los ojos azules al mar, bajando desde la plaza de Santa Eulalia, por la calle Miramar; y me he vuelto a enamorar de la ciudad antigua, la de las callejuelas con patios y palacios, rincones con palmeras y plátanos, fachadas ocres con miradores de madera y tiendas –¡todavía!– artesanas que compiten en desventaja con todas las multinacionales del universo. Aquí y allá he tomado algunas fotos, he entrado algunas tiendas, he comprado ropa diseñada en Menorca y he escuchado el acento algo arriesgado de la gente. La mezcla humana de la capital es cada vez mayor; pero no se va el olor a mar.

taller de tartas
Olivos en las calles de Mallorca,
plaza del olivar, y más olivos,
taller de tartas, árboles, palmeras,
miradores, fachadas ocres, vidrios;

alrededor de santa Eulalia surgen
en las calles antiguas viejos libros;
can Savella, carrer de Miramar,
y para enamorar cuarenta vinos.

Las callejuelas del atardecer
se van al mar, mi amor, me voy contigo,
allí nos quedaremos a decirte
que aunque lejos estás nunca te olvido,

a soñar qué será cuando se vuelvan
a cerrar junto a mí tus ojos chinos.

vinos para enamorados
iglesia de San Miguel
Mirando al mar he descansado un rato, sin atreverme a descender hasta la playa, pero respirando la humedad fresca de la tarde. Con el viejo ordenador, en un banco, he transcrito un simpático soneto de Luis Ulloa Pereira, contemporáneo de Quevedo, que había leído en la biblioteca por la mañana y que había guardado en el Mac. Ulloa –retirado en Toro o en León– había leído sin duda las Rimas de Tomé de Burguillos (1632), de Lope; pero en tanto el poeta madrileño quedaba desengañado en Madrid, don Luis ejercía el apartamiento provinciano de verdad. Transcribiremos el soneto en el próximo post, con otra serie de miradas fotográficas a Palma.


patios
Calle Miramar
La catedral (la eso)

El olivo de la plaza del Ayuntamiento










miércoles, 29 de mayo de 2013

Una jornada en la sala Cervantes de la Biblioteca Nacional de España




A veces me lo han preguntado, alumnos que quieren saber itinerarios de investigación, personas que trabajan en sectores y campos alejados. ¿Qué haces?
Las tareas en un centro documental o de investigación depende sobremanera de lo que uno se traiga entre manos, de manera que en la BNE cada lector, estudioso o investigador puede dirigirse hacia los fondos musicales (sala Barbieri), artísticos (sala Goya), revistas (Hemeroteca), información documental, etc. La gran sala general es la de consulta y lectura para todo lo que no está compartimentado y especialmente cuidado por su especificidad y por su valía.


Entrada al AHN, en e CSIC de Madrid
Las más de las veces nuestro centro de interés –el mío y el de quienes trabajan conmigo– se encuentra en la sala Cervantes, algo así como la Capilla Sixtina de la literatura y la historia de España, en donde se conserva variedad de materiales relacionados con las dos cosas que acabo de señalar, siempre que se tenga en cuenta que en humanidades no existen fronteras exactas ni suelen ser válidos los criterios e índices cuantificadores, afortunadamente: es un campo mucho más abierto y libre para la actividad humana que el de las ciencias.

Dormer, Índice de su biblioteca
De entre todos los materiales que allí se conservan, la mayor cantidad se clasifican como manuscritos o impresos, en los que es una de las mayores bibliotecas del mundo. Los impresos que se pueden consultar en esa sala están catalogados como R + número, en donde R quiere decir “raro”; hay otros indicadores importantes que no hace falta señalar ahora (“U”, que proceden de la colección “Usoz”; VE, “varios especiales”, etc.)
A los manuscritos se les asigna un número correlativo (que debe andar por el 25.000) y que remite o bien a una unidad, o a una caja con varios, por lo normal. Consultando los catálogos o el inventario se busca en ese mar y se llega a encontrar lo que se sabe o lo que se sospecha que allí existe. Lo que se sospecha que allí existe porque los manuscritos son ejemplares únicos –por definición–, frente a los impresos, de los que puede haber varios ejemplares, en lugares y bibliotecas distintas. De manera que si uno quiere consultar, leer, trabajar sobre el manuscrito del Aleph de Borges, sobre los dibujos de Leonardo de Vinci, sobre las cartas que escribió Quevedo el año de su muerte, sobre los poemas finales de Antonio Machado (en Rocafort), sobre cualquier episodio nacional de Galdós, etc. tiene que acudir a la BNE, sala Cervantes, o hacerse con una edición facsímil; desde hace unos años también puede consultar el texto o documento digitalizado, en la red, con dos variantes: se consulta solo en el centro en donde se encuentra (“intranet”; lo que pasa en muchos centros y bibliotecas, por ejemplo en la Biblioteca Zabálburu, en el Instituto Valencia de don Juan, en la Real Academia de la Historia.... y en la mayoría de centros documentales extranjeros) o se puede consultar también desde casa, lo que ocurre en bibliotecas y centros maravillosos que están disponiendo en abierto lo que atesoran, porque “la cultura más vale cuento más se reparte, al contrario del dinero” (Antonio Machado). Ese es el caso de la Biblioteca Nacional de España –y de otras, como la biblioteca histórica de la Universidad Complutense, que han puesto a disposición de quien lo necesite su riquísimo fondo de periódicos y revistas (¡desde el siglo XVIII!) y están haciendo lo propio con lo más selecto de sus fondos manuscritos e impresos.

Trabajamos nosotros fundamentalmente en la sala Cervantes y con manuscritos, en principio de todas las épocas. Cada investigador trabaja uno o varios campos, los de su interés. Allí se encuentra uno a quien está estudiando el léxico del siglo XVIII, la historia de España en la Edad Media, el teatro clásico, el universo de las tonadillas, la historia del País Vasco, la esclavitud en Inglaterra durante el siglo XVIII, la repoblación de Cuba con chinos y filipinos a mediados del s. XIX, el descubrimiento de América.... Veinticinco mil manuscritos dan para mucho, y no están, obviamente, todos leídos e investigados. En estos momentos se está alcanzando a inventariar –y a veces catalogar– todos o casi todos, tarea a la que me cabe el honor de haber contribuido con ayuda de un grupo de alumnos e investigadores que se formaron en mis clases y seminarios.

La biblioteca de Dormer
Después de cumplir los ritos y ceremonias propios de este centro (entrada restringida sin determinados objetos, registro de libros y papeles, solicitud de puesto de trabajo, etc.), el investigador, que anda haciendo barridos por una serie de los manuscritos numerados entre el 9000 y el 11000, solicita tres ejemplares que sospecha que le van a interesar (a través de inventario), porque en un proceso de  catalogación anterior –publicado en 7 vols. por la editorial Arco-libros–– un investigador poco experto vació esa serie mal y se dejó cosas en el tintero. Y en efecto a la primera petición –la BNE sirve con una rapidez que no lo hace ninguna gran biblioteca del mundo, en 15 minutos– me llega un precioso volumen con encuadernación renacentista muy dañada, en piel, hierros y oro, que contiene un enorme poema en octavas reales, fácilmente identificable como del siglo XVI, y que no está en nuestro catálogo, cuyo título reza Manuscritos... con poesía de los siglos xvi-xvii. Identifico y catalogo el manuscrito –según normas que hemos elaborado y publicado, deshago el entuerto y, con ayuda de Tibi, que esa tarde va a trabajar también en la sala, comprobamos que es un manuscrito conocido y utilizado por los expertos en novelas de caballerías (Centro Cervantes, José Manuel Lucía, etc.): es de Martín Caro del Rincón, "El Satreyano".

De los tres que me han traído, sin embargo, uno ha venido equivocado –se leyó 6 en vez de 5– y me sorprende encontrarme con un precioso texto de escritura gótica, claramente del siglo XV, a dos columnas. Lo identifico como un Invencionario de Alfonso de Toledo y corroboro la equivocación numérica.

Vocabulario tagalo-español

Los otros dos manuscritos me traen: el inventario de la biblioteca de Dormer, de finales del siglo XVII, que recorro pacientemente, engolosinado, para ver lo que contenía (doy la ilustración de la página de Quevedo) y lo que no contenía. Por ejemplo de Diego Hurtado de Mendoza, solo la Guerra de Granada; tres o cuatro cosas de Lope, un Quijote –solo– de Cervantes, casi nada de teatro.... Dormer es erudito esencial para entrar en el universo de Zurita, la Inquisición, la formación de los centros archivísticos (Simancas), la historia de España. Al fondo colea el tema del Lazarillo, de lo que no va a ser cuestión ahora.
Alfonso de Toledo, "Invencionario"
En el recorrido por inventarios, fichas y repertorios, recogiendo estoy así mismo manuscritos orientales, fundamentalmente chinos, aunque  vienen muchas veces acompañados de manuscritos japoneses, filipinos, etc. En este caso la inspección directa era de un copiosísimo vocabulario tagalo-español, que está escrito en papel de arroz y restaurado, por cierto. Anoto lo esencial para consultar –lo tengo en casa– el reciente tocho de  Antonio Quiles sobre la lengua en Filipinas (Madrid: CSIC), que sin duda lo habrá recogido y considerado y que al ser muy reciente, me dará las referencias oportunas.



lunes, 27 de mayo de 2013

huevos con puntilla


anduve echando estrellas en el plato
y preguntando a la Virgen si quería
los huevos fritos con puntilla o no
que ya estaba caliente la sartén

que en tal contexto te asomaras tú
mientras pelaba las patatas nuevas
no te resultará una estravagancia
pasión que se encandila con tu imagen

vamos que resucita por mi cuerpo
y enturbia mi quehacer en la cocina
y mi sereno permitir que venga
a compartir la Virgen mi tortilla

mientras caen las estrellas al aceite
y los dedos se van por cremalleras

[RMO]





domingo, 26 de mayo de 2013

Gallardón vigila las braguetas. Malos tiempos


No se puede decir en poesía
tienes las suavidad de las petunias”,
gallardón, que vigila las braguetas,
se lo cuenta –sabemos– a los curas.

Te vas a un hospital, sale lamela
y te dejan el mal y que lo sufras:
que el dolor que proviene de los “vicios”
mucho antes lleva al cielo si perdura.

Mas, ¿sabrá gallardón qué es una paja?;
no le expliquéis los movimientos nunca,
que ignore turbulencias de pasión
y no saque una ley “de polla dura”.

Que en las aulas se explique religión,
la doctrina de amor sencilla y pura.