Cuaderno de pantalla que empezó a finales de marzo del año 2010, para hablar de poesía, y que luego se fue extendiendo a todo tipo de actividades y situaciones o bien conectadas (manuscritos, investigación, métrica, bibliotecas, archivos, autores...) o bien más alejadas (árboles, viajes, gentes...) Y finalmente, a todo, que para eso se crearon estos cuadernos.

Amigos, colegas, lectores con los que comparto el cuaderno

sábado, 11 de agosto de 2012

Agosto en Madrid


Los madrileños siempre defendieron que el mejor sitio para veranear era Madrid, una ciudad que relaja sus costumbres, serena su ritmo, alarga sus tardes y enciende la intensidad de sus noches. Es cierto que el agosto madrileño tiene su encanto, que pasa por las terrazas, las horchatas, el blanco y negro y el frescor que el tiempo concede siempre a quienes duermen.... Bueno, casi siempre. Con lo que llaman “cambio climático”, el fresquito nocturno pasa de vez en cuando algún apuro, y esta vez me ha tocado, de manera que la travesía por el Retiro hacia el Archivo Histórico de Protocolos anunciaba mucho calor, aun con la estación blanca de las exposiciones del Palacio de Velázquez. 




Cumplida la tarea académica, el “Parterre” estaba cerrado, que es una de las cosas que ocurre en el agosto madrileño (el “cerrado por vacaciones”), de manera que el menú del día fue en el restaurante menos popular y más elegante “El Botánico”, seguida del refugio hasta que el sol descansara y luego un largo paseo, por uno de mis itinerarios: las estaciones volvieron a ser en la casa ocupada de la Calle Santa Isabel, Casablanca, la cafetería del Doré –¡”cine de verano”, en la terraza!–  y, al buscar el “Granero de Lavapiés”, el vegetariano más antiguo de Madrid –“cerrado por vacaciones”–, darse de bruce con la verbena de San Cayetano que tenía su centro en la calle Argumosa, en donde los puestos más espectaculares eran de los de los hispanos, como ese primero en donde se preparaban “huevos revueltos” a modo de inmensa paella. La noche serpenteó por Embajadores, Lavapiés, calle de Ave María, plaza de Tirso de Molina.... Ni rastro de Gallardón, afortunadamente.

Madrid cambia mucho: ¿ha desaparecido el bar-restaurante que coronaba las ruinas de los Escolapios, la que contiene una de las bibliotecas más hermosas de la capital? Los barrios y las calles estaban tomados por emigrantes de todo tipo, por ejemplo La Corrala de la calle Mesón de Paredes, pulidita y repintada. Quizá por eso me conmovió la pareja de chulapos caminando en solitario por una de las callejuelas, camino de su historia. El restaurante senegalés de otra de mis ilustraciones, sin embargo, estaba abarrotado con gentes de todo tipo.
 .
Yo prefiero ahora este nuevo Madrid. Y el de los chulapos, el viejo, lo prefiero en su momento, cuando fue.
Se me ha olvidado subrayar, por si las moscas, que yo estudié en el IES Cervantes, que todavía funciona –ahora es prestigioso– en la glorieta de Embajadores. De donde proviene mi maestría en el futbolín, que todavía no es deporte de olimpiadas.
Y un helado en Siena, al final






1 comentario:

  1. El bar que corona las ruinas de los escolapios (Gaudeamus cafe) estaba abierto a principios de verano. Quizá haya cerrado unos días por vacaciones, no más.

    David

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