Cuaderno de pantalla que empezó a finales de marzo del año 2010, para hablar de poesía, y que luego se fue extendiendo a todo tipo de actividades y situaciones o bien conectadas (manuscritos, investigación, métrica, bibliotecas, archivos, autores...) o bien más alejadas (árboles, viajes, gentes...) Y finalmente, a todo, que para eso se crearon estos cuadernos.

Amigos, colegas, lectores con los que comparto el cuaderno

jueves, 14 de enero de 2016

Bullicio y comida


Que China tiene que resolver o encarar el problema de la población es tan cierto como que todavía no conozco zonas de ese hermoso país despobladas, vacías, discretamente habitadas por lugareños, sino solo poblaciones inmensas o lugares más pequeños en sucesión casi inmediata, salvo en zonas muy altas, claro (de Yunnan, por ejemplo).

El primer reflejo de esa situación es el del bullicio constante allí donde vayas, que se convierte en aglomeración fácilmente en cuanto te acercas a un lugar de interés o te mueves en fecha vacacional. Lo he vivido en los bellísimos paseos en torno al lago de Hangzhou, en la entrada a los parques de Yangzhou, en las calles de Lijiang a cualquier hora del día, en las tiendas del centro de Dali, en Suzhou.... en mi reciente visita a Gulangyu, de la que estoy dando las noticias finales.

uno de los ferry de Xiamen a Gulangyu
A Gulangyu quise embarcar (se hace desde Xiamen, en ferrys que salen cada 15 o 20 minutos) un día cualquiera, me acompañaban dos amigas chinas: hube de sacar billete con antelación, fijar la hora, hacer cola durante una 40 minutos, empujar y ser empujado sin piedad, hacer la travesía (que es de solo 20 minutos) de pie, etc. A mí no me molesta la gente, y menos la gente que está intentando hacer lo mismo que yo; y aun menos si lo hacen en su país; de manera que la solución es paciencia, tranquilidad, buen humor. Y además, así podía hablar con unos y otros, vicio que cultivo asiduamente.


Lo de la superpoblación repercute en todos los aspectos de la vida: a los chinos les encanta comer y comprar, entre otras cosas; mil quinientos millones de personas comiendo –y mucho– varias veces al día; comprando –y mucho– todo lo que se les ocurre –y la imaginación china es chispeante– da por resultado un país muy especial con vida y escenas que no conocemos. Imposible hablar de todo, claro, por ejemplo de la aglomeración en el salto del tigre (Kunmming) o en montañas especiales para ver el amanecer (¡¡¡¡). 


Voy a tomar como referencia el reflejo de esta situación en uno de los aspectos de la vida común: el de la comida, en su fase final, porque ni por pienso se puede hablar de la fase de cultivo (he visto en las calles de Gulangyu montones de cajones de tierra con rozagantes lechugas, por ejemplo); y de producción (el secado de setas y demás en Lijiang y Kunming, por ejemplo) y conservación, en lo que son verdaderos maestro, con una industria totalmente desconocida en estos pagos europeos, que yo sepa.

El reflejo final es el del bullicio en las comidas callejeras, pues tampoco puedo hacerlo en referencia a restaurantes tradicionales. Ya es curioso que las agencias de viaje internacionales suministren el curioso dato –como atractivo para viajeros– de "comida en la calle" para muchos lugares. 

"kao sheng bang", almejas, seis por un euro y medio
mandarinas gigantes
Así es, a cualquier lugar que se llegue, detecta uno, para empezar, una ingente cantidad de vendedores callejeros, que además de baratijas, venden comida (fruta, guisos, productos de la tierra, dulces, zumos....) Los vendedores se espesan en cuanto uno va entrando en zona comercial, y aparecen entonces además  portales, cuchitriles, pequeños comercios, etc. que venden productos cocinándose o recién cocinados (los pastelillos de flores de Dali, los pescados secos de Qingdao, los mangos de Xiamen....) Y que se anuncian, como en todos los restaurantes, con fotografías y precios del menú. Claridad ante todo. 


En muchos de ellos el fogón está prácticamente en la calle, de manera que el viandante ve lo que se cocina. En los comedores de esa zona, en bastantes casos, se exhiben palancanas y otros depósitos con pescado, marisco, etc. vivos, que uno elige directamente, además de las verduras, que también elige, y entonces pasa aquello al cocinero mientras nos sentamos a esperar que se cocinen y nos los traigan. En el caso de Gulangyu –como en el de Qingdao– era frecuente la exhibición de cómo se cocinan ostras, langostas y otros mariscos. La maestría del cocinero, en estos casos, estriba sobre todo en las mezclas y las salsas. He tomado el mejor plato de verduras, cocinado delante de mí, en uno de estos mercados nocturnos de Lijiang. Imposible dar cuenta de todo, las fotos añaden alguna información mayor.

He probado casi de todo, excepto marisco con concha, para evitar el fortasec; aunque no suelo probar la carne; y en Gulangyu especialmente me hecho adicto a los cuencos con frutas, una especie de macedonia, que yo comía plácidamente por la calle mientras veía como se cocinaba el resto. 


El último día, sin embargo, resolví comer en lugar preferido, pues con el tiempo y la experiencia he aprendido que donde mejor se come normalmente es.... en los xiaochi (小吃)o comedorcitos en los alrededores de los colegios. Es bien sencillo: los adolescentes salen al mediodía (hacia las 11,30) y buscan algún sitio donde comer, muchos lo hacen en sitios a la americana, pero he visto que todavía la mayoría lo hace en los xiaochi. Pedí el plato de pasta de mis vecinos de mesa –cuatro chavales de unos 12 años–: estaba riquísimo, con su cazo de sopa, y era tanto que no lo puede acabar. Es la foto que cierra la entrada, después del mapa. Me costó exactamente 11 yuanes, es decir, un euro y medio. Vi que ellos no tomaban nada más, pero me los encontré en una frutería, en donde yo compré tres mandarinas (5 yuanes), para terminar con un 品吃林 pinchilin, un helado de palo (4 yuanes). 
mapa de Gulangyu
También he aprendido a prepararlos.... se lo pregunté a un cocinero de cuchitril en Gulangyu, que me contó sus secretos, y vi que freía los fideos después de pasarlos por caldo hirviendo. Schhhh! No entendí muy bien, eh. Van los mapas:
















1 comentario:

  1. Me ha encantado tu narración sobre la comida en China, Pablo, por lo literaria que es, seguramente. No sabes cuánto me alegro de que los hados digitales, primero, y los lectores después hayamos conseguido que siga vivo y coleando tu cuaderno.

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