Cuaderno de pantalla que empezó a finales de marzo del año 2010, para hablar de poesía, y que luego se fue extendiendo a todo tipo de actividades y situaciones o bien conectadas (manuscritos, investigación, métrica, bibliotecas, archivos, autores...) o bien más alejadas (árboles, viajes, gentes...) Y finalmente, a todo, que para eso se crearon estos cuadernos.

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martes, 6 de mayo de 2014

Se aplauden

Raro es el día en el que no asoma al noticiero hispánico la distracción de fondos por parte de alguien que vio pasar a su lado el dinero público. ¿Cuántos habrán logrado su operación sin que nadie se entere? El caso es que, cuando estas noticias se explican, las cantidades que suenan lo son casi siempre de millones de euros, en flagrante constraste con las noticias que del otro lado vienen: las de los eres, sueldos, subidas de pensiones, pagos por cuestiones sociales (discapacitados, etc.) que se suelen mover dificultosamente por debajo de los doscientos, trescientos, cuatrocientos euros. Un ladrón de guante blanco equivale casi siempre a un centenar de viejos, enfermos, discapacitados, jornaleros, hambrientos.... y a un millar de emigrantes. Bastaría con vaciar los bolsillos de un consejo de administración de cualquiera de los bancos socorrido por fondos públicos para dar trabajo a todos los emigrantes que llegan penosamente a lo largo del año.

El movimiento de los emigrantes proviene del mismo motor que el de la jerarquía política catalana –y de alguna más. Si quitamos las banderas y los cantos patrióticos de todos lados –los emigrantes vienen sin ellos– unos y otros quieren “vivir mejor”:  los catalanes porque son los que mejor llevan lo de la “marca españa” (Mas  dixit); no creo que me equivoque si sospecho que idéntico desamor se puede operar –si las condiciones se dan– en canarios, riojanos, extremeños o castellanos. Parece que es un tumorcillo de la condición humana que, bien trabajado, produce las hermosas ramas de las banderas y las nacionalidades.

En nuestros pagos, el temor opera en doble dirección: como desembarque toda la juventud africana vía Melilla se nos va a acabar lo de ser una sociedad burguesa y bien alimentada. No hay ningún secreto: eso se llama desde hace mucho lucha de clases, con todos los aditamentos de la formación histórica actual, pero lucha de clases. La sensación de que si te desprendes de los molestos vecinos que menos tienen o peor saben hacer las cosas o son más feos o la tierra donde nacieron no da para tanto, nos va a ir de perlas lleva inexorablemente a levantar banderas. Todavía me acuerdo de aquel nobilísimo empresario vasco que declaraba paladinamente en la TV después de un asesinato de un conocido industrial bilbaíno: “¡Es que es uno de los nuestros”! Los emigrantes a los que se rechaza como se puede –vigilan las cámaras– “no son uno de los nuestros” y, como decía Goytisolo, han cometido el delito de que les nacieran en donde solo hay miseria, miseria en la que conviene que se mantengan, para llevar allí la explotación. Arreglar aquella lejana miseria es algo que no cabe en el magín de un pobre funcionario que toma el metro todo los días y no sabe qué hacer con su pena o con su rabia, con su perplejidad:  situar el problema a donde solo llega, muy ocasionalmente, el corazón y no la ayuda es uno de los grandes triunfos del capitalismo siglo xx-xxi.

Y mientras tanto los políticos “se aplauden”, utilizo el reflexivo con plena conciencia, porque se trata de una de las escenas más grotescas de nuestra triste realidad, esos noticieros en los que aparecen las concentraciones de unos y otros, con trajín de autocares y colorito de banderas y escapularios, y aparecen con tres o cuatro virtudes sistemáticas: se sonríen, se aplauden y se insultan mintiendo. Lo de que Rajoy circule por alguno de esos campos o gimnasios sonriente y aplaudiendo a los que, a su vez, sonríen y aplauden, resultaría una de las escenas más divertidas de nuestra feria nacional si no fuera por todo lo que hay detrás. ¿Y por qué se aplauden? ¿A quién? Se aplauden a ellos mismos, desvirtúan radicalmente la alabanza a gesta ajena que lleva implícita el aplauso; es como si yo me levantara aplaudiéndome por haber dormido bien, después de desayunar unas ricas tostadas o cada vez que me lavo los dientes, sin que nadie me viera. Voy a proponer a los vecinos de mi comunidad que en la próxima reunión nos aplaudamos mucho, después de haber discutido el problema de las bajantes.

Y el aplauso nos lleva al final. ¿Se dan cuenta en esos festivales de aplausos y banderas que quien no vaya en los autocares a la fiesta de los escapularios sabe perfectamente lo que se va decir y cómo allí? Es inútil que Pons o Valenciano intenten refinar su retórica, mucho antes de que rompan a decir tonterías sabemos de memoria que la sustancia de su diarrea mental consiste en dejar retóricamente fijado que los de enfrente son unos descerebrados. Y a los pobres socialistas, enajenados por la falta de cariño que sufren, antes de que se pongan a aplaudirse, ya se les adivina que no tienen nada más que decir que los abanderados del pepé son malos, se han equivocado en todo y este país va al desastre. Ganen los unos o los otros, medio país quedará convencido de que todo está mal, que vamos a peor y que no hay nada que arreglar. El espectador normal de estas borracheras absurdas –en las que se gastan millones– extrae la lógica consecuencia de que todos mienten, de que cada parte obra con la única intención de ocupar la parcela de poder desde donde se puede seguir robando con calidad e impunidad.

Pero, por favor, que no hablen, que no digan lo mismo ya tantas veces, y que si lo hacen que no se aplaudan.



4 comentarios:

  1. Te imaginas a unos actores en un escenario sin público y sin aplausos?
    Aún no te has dado cuenta que todo es una representación y que los políticos son los actores secundarios?
    Y si desaparecen del escenario aún es peor. Detrás del telón siguen maniobrando los hilos de marioneta que todos llevamos.
    Mira, Pablo, nada es verdad al 100% y nada es mentira al 100%. Y,actualmente, todo lleva la marca de "esto es lo correcto".
    Con el tema de los emigrantes hay mucho que hablar, pero mucho.
    En el caso de conseguir entrar al "paraíso" les espera el gueto, Cáritas (controlada por la iglesia), los matones de su tribu, a las mujeres en su mayoría la prostitución por los de su raza, viviendas compartido hasta el aire, algunas sobras, miradas de desprecio o de piedad controlada y un sinfin de mierda occidental.
    No van a parar a los barrios ricos por supuesto (por alli ni asoman) se hacinan en barrios multicolor de nativos que, a su vez, fueron también expulsados. La violencia entre ellos es el pan de cada día.
    Es muy fácil dejarlos entrar y que se coman unos a otros. Miseria contra miseria.
    ¿Los ilegales quien los controla?
    Cuando los gallegos iban a America/Europa, iban a trabajar. Había demanda de mano de obra y que yo sepa no asaltaban fronteras (y viajaban con la miseria como otros).
    El problema es que en los países de origen las cosas están cómo están gracias a los Cerdos de Siempre. Y nada hacen para evitar el hambre que padecen ni las guerras a machatazos ni educarlos para tener un hijo o dos. Son países expoliados por los Cerdos que mencioné antes.
    La cuestión de las nacionalidades..., se podría ser blanco o colorado o lila sin problemas si fuésemos demócratas y nobles.
    Bicos.

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    1. Menudo terreno, ¿verdad, Ohma? Pero debemos entrar en él, para no dejárselo solo a los que quieren estar solos.

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  2. Sí, sí y sí, hablar de todo que ya bastante tiempo estuvimos callados. Que entre el aire, por favor!

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  3. Parece que nos entendió a todos demasiado bien Cees Nooteboom en su estupendo libro Desvío a Santiago que es un privilegio y un regalo poder leer.

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