Cuaderno de pantalla que empezó a finales de marzo del año 2010, para hablar de poesía, y que luego se fue extendiendo a todo tipo de actividades y situaciones o bien conectadas (manuscritos, investigación, métrica, bibliotecas, archivos, autores...) o bien más alejadas (árboles, viajes, gentes...) Y finalmente, a todo, que para eso se crearon estos cuadernos.

Amigos, colegas, lectores con los que comparto el cuaderno

sábado, 1 de septiembre de 2012

hacia el final del verano


Marea alta y luna llena en este final de agosto, al cruzarse los dos meses. La higuera junto al baladro de la serventía se ha caído, empujada por el viento e incapaz de sostener el fruto que llevaba. Es imposible que medre en ese lugar, en vilo, pero una y otra vez rebrota –las higueras tienen tronco y ramas esponjosas de crecimiento rápido– y se cuaja de fruto, al parecer porque el árbol que va a morir pronto multiplica repentinamente su cosecha, como ha pasado con las abruñeiras –ya solo queda una, eran tres– y quizá esté ocurriendo con el limonero que mira hacia el valle de Santalla y que pasó un mal trago con el último temporal.

Luz casi de otoño, al atardecer, en la ría
I
Amanecer de luna llena mientras
se va el verano hacia el recuerdo, donde
almacenamos la melancolía
y descansamos de vivir alerta;

la intensidad de agosto se atenúa
apacigua el perfil de sus perfumes;
dejará su incesante florecer
el heliotropo, encenderá la parra

sus luces, y el nogal y los castaños
descargarán una vez más el postre
de los cuervos, del jabalí la fruta,
para poder mudar las hojas viejas.

¿Qué más se habrá perdido este verano
 desprendido al pasar las estaciones?

La higuera tronchada, sobre el baladro
II 

La higuera del ferrado se ha tronchado
cuando estaba cuajada de higos verdes
cerca de madurar sin que los pájaros
hubieran empezado su festín

de manjar dulce que les brinda agosto
fue el viento exagerado de la noche
que cruzó el valle y arrasó a los débiles
sin distinguir si ya tenían fruto

o si eran ramas viejas y podridas
de las que esperan el invierno para
dejarse caer a tierra cualquier día
y forjar con el barro los caminos.

No hay moraleja de lo que sucede
por conjunción de simples circunstancias.


5 comentarios:

  1. Me han entristecido estos poemas, Será aquello de la entrada del otoño y los años que llevamos encima. Gracias, Pablo

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  2. De acuerdo con Estrella, estes poemas brotan infinita ternura y tristeza.
    Aqui todos te echaremos de menos, Pablo. Desde el más mínimo elemento terrenal al humano, pero tenemos la certeza que regresarás y eso da mucha alegría, :)
    Moreas de bicos.

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  3. Además de la depresión, catalogada ya como enfermedad profesional en los profesores por la Seguridad Social, Manuel Vicent relata estupendamente este fin de semana en su columna otra más: "la melancolía profesoral". No se me había ocurrido nunca y es cierto: por el profesor pasan los años y por la masa juvenil que se renueva cada año nunca; es un espejo de lo más perverso e injusto, ocmo para poner enfermo a cualquiera. Más ahora en tiempos americanos de valorar al más fuerte (lo joven) y no al más sabio. Felices últimos días de verano.

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    1. Pues buena página y sí, buen artículo el de M.Vicent, poético también.

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  4. Gracias, anónimo, me voy a leer a MV. Siempre he pensado que los estudiantes me dan lo mejor de lo que soy...nunca la melancolía o depresión, pero no deja de ser interesante lo que dice.

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