Cuaderno de pantalla que empezó a finales de marzo del año 2010, para hablar de poesía, y que luego se fue extendiendo a todo tipo de actividades y situaciones o bien conectadas (manuscritos, investigación, métrica, bibliotecas, archivos, autores...) o bien más alejadas (árboles, viajes, gentes...) Y finalmente, a todo, que para eso se crearon estos cuadernos.

Amigos, colegas, lectores con los que comparto el cuaderno

domingo, 14 de enero de 2018

Feminismo, moralina y un espacio libre....

No, no estoy de acuerdo con la ola feminista que recorre el primer mundo tal y como se manifiesta, por ejemplo, entre nosotros. La primera vez que me di cuenta de que algo extraño se estaba fraguando fue en un lugar tan exquisito y liberal como la cafetería del Centro de Graduados de Nueva York. Mientras esperaba a mis colegas, leí una nota que estaba encima de la mesa, de todas las mesas, en la que se explicaban los casos que deberían poner en guardia a las mujeres, pues empezaba con algo como esto: "Si te mira fija o persistentemente alguien que no quieres que te mire...." Se mezclaban luego otras suposiciones razonables, discutibles, asumibles, etc. ¿Quién habría redactado aquella nota y a partir de qué criterios morales, sociales?
Lo primero que habría que averiguar ––como siempre–– y, en su caso, convenir es si se puede hablar sobre ese campo o si el terreno ha sido dogmatizado y no existe posibilidad de hablar, lo que incluye que uno pueda cambiar o matizar su modo de pensar, como es mi caso.
Y lo segundo, quizá, acentuar el espacio libre en el que se relacionan las personas.
Las relaciones humanas resultan a veces muy complejas, en todos los terrenos, no solo en el de la tensión hombre-mujer, y para modelarlas no parece que puedan esgrimirse más que los criterios de siempre: educación, criterio, inteligencia, etc. que son los posibles valores que hay que fortalecer continuamente. Es curioso, al contrario de lo que pasa en las más de las sociedades modernas del primer mundo, en donde se están deteriorando por el avance de otros, como el mercantilismo y, subrepticiamente, el dogmatismo. Parece que sobre esa relación se está juzgando últimamente de manera cada vez más extendida, y que se opina y a veces dogmatiza sobre el modo de provocarse, establecerse, mantenerse, realizarse esa relación. Pero las relaciones humanas tienen un componente libre que nunca podrá establecerse, afortunadamente, porque ese espacio es el de las conductas personales que nunca podrán regularse, pero que pueden proyectarse desde la educación, con inteligencia y teniendo en cuenta el juego de valores sociales. Es en ese resquicio en donde ha aparecido el conjunto de manifestaciones que podríamos llamar –lo mismo da, en realidad– feministas o machistas.
La desigualdad histórica entre hombres y mujeres, tan evidentes en el caso de los países árabes, sobre todo en los más ricos, ha provocado una reacción lógica en el universo femenino y ha dado pie a la introducción de moralinas perversas, normalmente al socaire de religiones –que las favorecen– o de sistemas ideológicos que erosionan continuamente el espacio de la libertad allí donde haga falta. La relación hombre/mujer ha de producirse en un espacio libre en donde unos y otros sepan en cada caso hacer valer su formación y cultura, su modo de ser; no pueden anatemizarse previamente con un gesto general que lo único que podría provocar es un mayor distanciamiento en las relaciones humanas, en todas, incluidas las que derivan de la atracción por el mismo o por otro sexo. Es decir, una reducción del espacio libre.
Dicho de otro modo: no creo que por mirar fija o persistentemente a alguien haya que llamar a la policía; tampoco creo que el interés evidente por alguien pueda producir escándalo; etc. Los casos son infinitos, insisto, porque es un espacio libre, que hay que mantener como tal, que hay que mimar. Por supuesto que son muchas las personas –de un y otro sexo– que se conducen aviesamente, dependerá de en qué grado para que tenga que intervenir alguna autoridad social (la policía, por ejemplo); o algún estamento social (en el colegio, el trabajo, la calle....); pero lo más adecuado sería que se regulara desde la educación, unas mínimas normas sociales y la inteligencia. Por cierto, el conducirse de modo desviado o agresivo con los demás ocurre no solo en el terreno de la relación hombre/mujer, también ocurre en los restantes campos sociales (trabajo, comida, transporte, lenguaje.....) y para todos existe el mismo procedimiento; educación, cultura, respeto, etc.
No creo que la amable señora que me ayudó a salir de una estación, en China, y me condujo hasta prácticamente la puerta del hostal haya de ser considerada como una acosadora. Tampoco tengo la sensación de haberlo sido invitando reiteradamente "a tomar un café" a mi encantadora profe de chino, hasta que me di cuenta de que su "en otra ocasión" era un no velado. En todos esos casos solo puede funcionar la intuición, la educación, etc. Pero es importante que la gente actúe, diga, piense, se acerque o no, etc. porque si no fuera así, estaríamos restringiendo aun más las relaciones humanas, el juego en el que unos y otros se mueven, dicen,  se equivocan, actúan, se arrepienten.... Ee comportamiento solo favorecería, como siempre, a los ricos, directa e indirectamente, esto es, a los poderosos.
No espero que la perorata anterior la entienda o acepte todo el mundo, desde luego, porque existe una evidente irritación social ya que –vuelve a ser un resultado de educación y cultura– el llamado sexo débil padece de agresiones, que vuelven a ser un resultado de cómo se está organizando  nuestra sociedad. Y sí, "débil" físicamente, desde luego, pues la chica agredida, raptada y asesinada recientemente no pudo defenderse con la misma fuerza que el animal macho: mala cosa que en una sociedad humana se imponga la fuerza del macho, o la fuerza en general. Contra esas imposiciones de la fuerza, el dinero, los prejuicios sociales, la tradición aceptada, etc. es contra lo que hay que luchar.

1 comentario:

  1. El problema, Don Pablo, es que da la sensación de que en algunas sociedades nos fijamos en lo que nuestros referentes políticos dicen al respecto. Y aceptamos el "pack" completo de las consignas que se nos ofrecen. No queremos matices; no aceptamos el hecho de que en esos mensajes puedan existir contradicciones tan claras, en algunos casos, como manifestar que la lucha feminista debe consistir en un nuevo machismo de polo opuesto. Un saludo.

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