Cuaderno de pantalla que empezó a finales de marzo del año 2010, para hablar de poesía, y que luego se fue extendiendo a todo tipo de actividades y situaciones o bien conectadas (manuscritos, investigación, métrica, bibliotecas, archivos, autores...) o bien más alejadas (árboles, viajes, gentes...) Y finalmente, a todo, que para eso se crearon estos cuadernos.

Amigos, colegas, lectores con los que comparto el cuaderno

miércoles, 17 de enero de 2018

El Buscón

Alianza me acaba de enviar la última reedición de El Buscón de Quevedo, en la que he podido corregir quisicosas y detalles que deturpaban la vieja edición, sobre la que hubo sus más y sus menos, primero con un hispanista francés Edmond Cros, que también giró hacia el manuscrito B, un poco después de que yo lo hiciera, y después de haberme escuchado una conferencia sobre manuscritos en la Universidad de Pitsburgh, en donde él era profesor. Vino a decir lo contrario –delante de mis alumnos– en una charla de la Casa de Velázquez, en Madrid. Y algo hubo.


Peor fue cómo le sentó a Lázaro Carreter que alguien cambiara el texto que él había establecido hacia 1965, y que también había registrado como suyo, copyright, no como de Quevedo. Todo el mundo se atenía a aquel texto. 
Lázaro publicó un artículo algo violento contra mi edición  al frente de una edición facsimilar, la del manuscrito Bueno, en la fundación Lázaro Galdiano. Y su correveidile, es decir, Francisco Rico, colgó la perorata en internet (en un llamado "Centro para la edición de Clásicos españoles") en donde las tonterías e ignorancias de uno y otro se podían leer fácilmente. Hube de contestarles, desde luego, porque, entre otras cosas, mis alumnos no sabían si aquello era cierto o no. Me llamaron varias veces para que no lo publicara, una de ellas el director entonces de la RAE, Víctor García de la Concha. Y claro está que lo publiqué: "El Buscón y el Lazarillo" (en VOZ Y LETRA, 2002, XIII, 2), en donde el Lazarillo era don Fernando Lázaro Carreter. Allí se puede leer.
Batallas viejas. La vieja guardia de la Filología estaba acostumbrada a hacer lo que le daba la gana. Creo que todavía quedan retazos de aquellas soberbias. 
Luego he publicado varias veces más cosas sobre Quevedo y sobre El Buscón, entre ellas na monografía, medio centenar de artículos y una edición más del Buscón, en la edición de las Obras Completas de Quevedo, dirigidas por Alfonso Rey –uno de los mayores quevedistas–. Alfonso Rey no estaba de acuerdo con mis criterios editoriales, ni yo con los suyos; pero ambas cosas son compatibles con la amistad, que en mi caso al menos alcanza al afecto y la apreciación de su tarea, como profesor, como filólogo y como quevedista.


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