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Dali, mujeres bai |
Alguna razón habrá para que sea los lunes cuando hay mercado en la mayoría de los pueblos de los alrededores, mercado ambulante, se entiende. De manera que investigando en mi mapa he localizado algunos pueblecitos en torno al lago Erhai en los que todavía no me he perdido. Y he resuelto ir al mercado de Shaping, justo en la punta norte del lago. El autobús que he cogido –tengo que contar historias de autobuses–, de los que sale cuando está más o menos lleno, costaba 10 yuanes (un euro y medio) para recorrer, por Xizhoun, Zhoucheng, Guanshan, etc. toda la cosa oeste del lago, hasta llegar a Shaping. Ha ido dejando y cogiendo pasajeros, que le hacen una señal en la ruta, hasta llegar a Guanshan, en donde solo quedábamos cuatro adultos. Se han ido bajando todos y le he preguntado al conductor, con un gesto me ha señalado el carruaje de moto preparada, en donde ya estaban los otros tres esperándome. He subido. Nos quedaban diez kilómetros para Shaping, pero en el camino han ido descendiendo los otros tres. Uno de ellos me miraba asombrado y no entendía nada, con los otros dos eché unas risas sobre el tamaño de mi nariz, y recordé con cariño la vez que en Hangzhou una chica muy simpática me confesó, en un arranque de ternura, que lo que más le gustaba eran mis grandes narices. La vida está llena de sorpresas. Desde entonces, la cuido (a mi nariz, además soy leísta, como castellano de Palencia).
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Zhoucheng |
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Zhouzheng |
El caso es, narices aparte, que bajé en ese pueblo, quizá el más humilde y pequeño de todos los que he visitado, se estaba desmontando ya el mercadito, aunque tiempo me dio a tomarme un par de peras-amanzanadas (¿nashi?) y de explicarle a una vendedora bai de telas que no quiero comprar nada, pero nada, porque mi equipaje es mínimo, y que sí, que sé y me encantan esas telas que cosen y pintan ellas, que Xizhou es un verdadero paraíso de amantes de telas, y que los precios (entre 5 y 20 yuanes, medio a dos euros) me parecen más que razonables, sobre todo para los trabajados como "indigos".
Aun me dio tiempo a ver especias, verduras, hongos, legumbres y los cachivaches de labranza típicos de estos mercados, en los que también hay bastante plástico.
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mi carruaje |
Por el camino sin asfaltar de vuelta al lugar donde me dejó el carruaje me encontré con una pareja europea, bueno, occidental o mixta, pero ninguno de los dos era chino, e intercambiamos frases en inglés, hasta que les pregunté que de dónde venía y me contestaron que eran franceses; seguimos hablando en francés, hasta que me preguntaron que de dónde venía yo, y al decirles que era español ("nosotros hablamos un poquito de español"), seguimos chapurreando español. Un ramalazo de patriotismo me envenenó las entrañas. Hay bastantes franceses en la zona, de hecho la única iglesia católica que aparece, en medio del mercado, fue una fundación de jesuitas franceses, aunque la construcción que yo he visto (está en una de las fotos) es de hacia 1920.
Contraté nuevo carruaje, pero para ver el mercado de Zhoucheng, pueblo mayor que ya conozco, pues allí he visitado las fábricas de telas. Por diez yuanes (euro y medio) me llevó los diez kilómetros que distan y me dejó justo en el mercado, en una preciosa plaza que domina un ficus centenario, donde cometí la imprudencia de tomarme un helado (¡hacía mucho calor!).
En estos pueblos la población bai es mayoritaria, y es normal encontrarlos ataviados y pintiparados en los autobuses, las calles, a la puerta de las casas. Lo que llama la atención es cómo mantienen sus maneras, en el vestido aunque haga mucho calor, como hoy. Y cómo llevan a los niños, de lo que doy bastantes muestras.
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vendedora de carne del mercado de Xinzhou |
De Zhoucheng a Dali tomé otro autobús de los que se paran con una señal (8 yuanes, 1 euro). Y en Dali –hambriento de mercados– me fui hacia la entrada sur, que es donde se ubica. Gran acierto: Dali, su centro, es para los turistas, un paraíso para los turistas; pero lo mejor son las calles que se van hacia el sur y que acogen uno de los mercados más bonitos que jamás haya visto. La mayoría de las fotos que ilustran esta entrada son del mercado de Dalí. La verdad es que vuelvo cada atardecer, para disfrutar del barrio colindante, en donde yo soy el único turista y puedo, todavía, ver las viejas casas de dos pisos, las escuelas –ahora cerradas–, la gente en todas las tiendas, que permanecen abiertas hasta sabe dios cuándo, los niños jugando....
Y luego he vuelto a mi alojamiento de Dali. Tengo que volver a cenar arroz y manzanas. Vaya.
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