I
Por camino de osanges voy
buscando
descubrir dónde están las
tres pagodas,
la más alta me mira entre
las nubes,
muy cerca habrán de estar
también las otras.
Un grupo de turistas me lo
dice
–procesión no parece
religiosa–;
he llegado al lugar donde
se paga;
es caro, para gente
caudalosa.
Pago y entro. La gente está
dormida;
la mañana de sol,
esplendorosa...
y esa chinita que me mira
así,
¿hablar querrá conmigo de
otras cosas?
El viajero ha venido a
meditar.
Volvamos a la ruta de
pagodas.
II
Me he sentado en un largo
corredor
desde donde se ven las
tres pagodas
que jalonan el monte
cuando subes
más ricas cada vez
más primorosas
El viajero no sabe cuándo
acaba
este ascenso sublime hacia
la gloria
mas lejos cada vez
mucho mas alto
un muro de montañas lo
coronan.
Pues algo habrá que hacer
cuando se llegue,
¿o tan solo ascender es lo
que importa?;
que no se sabe nada es lo
que tantos
templos budistas muestran,
corroboran.
Alguien puso belleza en
nuestros ojos
y nos dejó marchar después
a solas.
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