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Un hoja del manuscrito napolitano, autógrafo de Quevedo en muchas de sus partes |
Fui a ver La verbena de la Paloma, en Madrid, la semana pasada, en la sala roja de los aparatosos teatros del Canal. Recordaba casi todos los números de este "sainete cómico" en un solo acto, y tarareaba con facilidad todos los números, creo que como la mayoría del público –mayor– que había acudido a la sala, que no estaba llena. No llena la zarzuela, ni siquiera una de sus muestras más populares. ¿Por qué será?
La puesta en escena fue vistosa, curiosamente recordaba los nueve espacios (de tres por tres) del corral clásico español; pero la música se imponía sobre la letra y a quien no reconociera el texto le iba a ser difícil entender la sencilla historia de amor y celos en un cuadro costumbrista, que se difuminaba un tanto por la modernización: el protagonista era un repartidor de butano, en el bar se jugaba a la petanca y don "Hilarión" era un chulo de barrio, no un vejete. No creo, sin embargo, que estribe en la puesta en escena su falta de tirón.
La zarzuela se quedó a medio camino entre popularidad y clasicismo. Triunfó cuando el costumbrismo musical triunfaba, pero se quedó casi siempre ahí, como hito de nuestra historia musical y del espectáculo, cuya antología dejó números de calidad y valor; pero se perdió todo lo demás. El mismo Tomás Bretón, músico muy serio, con sinfonías, obras de cámara –no están nada mal sus cuartetos–, óperas, etc. dejó casi medio centenar de zarzuelas: y escribió aquello al mismo tiempo que la gran música frances o que los comienzos de Falla, o que Albéniz y Granados... Director del conservatorio de Madrid, la finura y gracia de su música sigue viva en La verbena de la Paloma.
El género zarzuela, sin embargo, quedó anclado en el costumbrismo, sobre todo castizo y madrileño y tuvo la desgracia de haber sido favorecido por todas las corrientes ideológicas de derechas, como la mayoría de los costumbrismos, incluyendo el franquismo, lo que le condenaba a un lugar que no merecía; y esos dos motivos dejaron anclada a la zarzuela moderna en género pasado, costumbrista. Es decir: como género histórico no como género vivo.
Un gustazo leerte. Aprendiendo cada vez que entro.
ResponderEliminarBicos.
Muchas gracias, Ohma, por tus juicios generosos. Ya ves cómo ando de atareado –este semestre está siendo infernal– sin poder asomarme a otros temas. Todo se aliviará allá para junio.
EliminarBicos
"La verbena de la Paloma" es divertidísima; aún tengo yo un compañero laboral tipo chulapo madrileño muy gracioso y ocurrente, ¡existían y aún queda alguno, ni lo pensaba!. Siempre preferí la zarzuela a la ópera -aunque no se pueda decir-; la ópera es más aburrida y ya explican los expertos que en su época, como era tan larga, salía el público a cotillear y departir por los pasillos y volvía corriendo al palco en las arias. En la zarzuela no hace falta por lo entretenido. Tampoco es tan madrileño el tema; mi madre se sabe todas las zarzuelas antes de aprender el castellano en el colegio porque mi abuelo tenía palco reservado en el teatro de Figueres (hoy Museo Dalí) para ¡ver zarzuelas!, poco antes de la Guerra Civil. Figueres era muy animado y había varios teatros, casinos, cines y periódicos. Ahora, multicines en el multicentro de las afueras, como en todas partes y en coche, incluido Madrid.
ResponderEliminarCreo que la gente ya no va a casi nada por lo caro que es todo y el desinterés de las autoridades culturales.
Otro gran fan zarzuelense es un amigo de Chicago que, sin saber español, tiene todos los discos habidos y por haber ... sorpresas.
¡Ánimo para su trabajo y para esos programas informáticos de poner notas!, en los que espero que dé a la casilla de aprobar a todos. ¡Hasta otra página!
¡Qué graciosa la escenografía!, parece sacada del TBO.
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