Cuaderno de pantalla que empezó a finales de marzo del año 2010, para hablar de poesía, y que luego se fue extendiendo a todo tipo de actividades y situaciones o bien conectadas (manuscritos, investigación, métrica, bibliotecas, archivos, autores...) o bien más alejadas (árboles, viajes, gentes...) Y finalmente, a todo, que para eso se crearon estos cuadernos.

Amigos, colegas, lectores con los que comparto el cuaderno

lunes, 20 de agosto de 2012

Silvas de Quevedo

No abunda la poesía de Quevedo en trabajos serios, bien organizados, que nos permitan acceder a ese universo bien pertrechados de circunstancias para entender mejor la variedad de versos del poeta madrileño. Abunda, eso sí, en artículos –a miles– que discuten pasajes, poemas, versos.... Algo semejante ocurre con los textos: desde la lejana edición de José Manuel Blecua (1962-67), es decir, hace medio siglo, nadie ha editado su poesía completa. Confieso que lo estoy haciendo, y que está muy avanzada, aunque se retrasa siempre, por ejemplo ahora por la edición de la musa Erato –di noticia en el blog hace poco–, o por este libro del que doy noticia, sobre las silvas, o por la incorporación o el matiz que el rosario de asomadas críticas menores a las que aludía. Ya se terminará.

El libro sobre las silvas, de Rodrigo Cacho, en la universidad de Cambridge en estos momentos, pero salido de las enseñanzas de Santiago de Compostela y de interesante formación italiana, cumple con uno de los requisitos que uno ya agradece cuando se trata de la poesía de Quevedo: mira desde lejos y arriba para empezar –denso y lleno de ideas el capítulo primero– e intenta saber por qué la poesía de Quevedo fue como fue –variedad, riqueza, intensidad, aplauso....–; no siempre uno concuerda –es obvio– con lo que el crítico dice, pero al zambullirse en su despliegue remueve ideas constantemente, muchas veces las fecunda –por asentimiento, matización o contraste– y otras veces desarrolla y completa las que aun sirven para ser un buen crítico y no solo un erudito que ensambla datos. Eso ocurre con los mejores libros de Juan Carlos Rodríguez –el profesor granadino– o mucho más cercano, con la monografía de Miguel Ángel García sobre Aldana, en donde el viejo organicismo –que en Cacho aparece como "analogía"– recogía una mirada crítica profunda sobre el universo poético de renacentistas y barrocos.

Leer es también pensar, e insertar nuestro modo de entender las cosas en la historia para hacerla nuestra. El libro recoge luego –tras un capítulo bien compuesto sobre las silvas de Quevedo–, el análisis de cuatro silvas, la del pincel, la de la artillería, las estrellas y las ruinas de Roma. Hermoso panorama al que invito al lector antes de entrar, o al tiempo que entra, en esa colección poética de Quevedo, que el crítico define ya como "modernidad", incluso llevándolo al título, rasgo de valor, sin duda. Pero sobre unas cosas y otras remito a reseña más técnica y sesuda, que saldrá en breve. La entrada es un aplauso y una invitación.

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