Cuaderno de pantalla que empezó a finales de marzo del año 2010, para hablar de poesía, y que luego se fue extendiendo a todo tipo de actividades y situaciones o bien conectadas (manuscritos, investigación, métrica, bibliotecas, archivos, autores...) o bien más alejadas (árboles, viajes, gentes...) Y finalmente, a todo, que para eso se crearon estos cuadernos.

Amigos, colegas, lectores con los que comparto el cuaderno

viernes, 9 de marzo de 2012

Paseo por el Madrid histórico: La Latina


Plaza de la Paja
Quizá no haya barrio de Madrid más atractivo y simpático que el de su viejo corazón, La Latina, sobre todo si uno elige las luces y rincones de las mañanas, de la luz, en vez de las demasiado concurridas y jaleadas de las copas nocturnas, que llenan las dos cavas y se extienden por plaza de Moros, de Cuchilleros, de la Cebada.... Mi intención era haber ido directamente a San Pedro El Viejo o El Real, cuya entradilla estoy terminando, pero como siempre que paseo ese barrio, el tiempo se va haciendo cada vez más grato, curioso e interesante y termino teniendo que llegar tarde y mal a lo que buscan los turistas. Por ejemplo, a la Capilla del Obispo, el más reconocido de sus monumentos históricos, que es casi imposible ver y admirar, con su puerta metálica, sus horarios reducidísimos, sus citas previas.... Después de renunciar a visitarlo he visto cómo entraban dos monjitas –supongo que previa identificación– y se cerraba la puerta detrás de ellas. 


Luego, después de recoger unos cuantos rincones muy especiales (calles del Almendro, Cavas, Costanilla de San Andrés,  etc.), he llegado tarde a la misa de San Pedro, me he puesto en la cola para besar los pies del Nazareno, he encendido una vela a la Soledad y he callejeado rodeando la iglesia por la escalera del Nuncio, asomándome a la calle Segovia, para terminar en el jardín del príncipe de Anglona, jardín donde yo hubiera querido enamorarme hoy por la mañana, pero solo me quedaban las monjitas, y se acaban de ir a la capilla. Y desde allí, en el Palacio de los Condes de Paredes (Museo de los orígenes, de Madrid), que ya había visitado, cuando estaba sin acabar, y que ahora –además– expone los sepulcros del general que casó con La Latina (circa 1525) y de su dama, maravillosos.





Travesía del Nuncio


Demasiadas placas para mucha destrucción, pues casi todas las plazas son para el aquí fue o el aquí estuvo: Riego colgado en la plaza de la Cebada; los Reyes Católicos que se alojaban en el palacio de los Lujanes; como Clavijo, un poco más allá en la Plaza de la Paja; los Vargas, los Lujanes, San Isidro, etc. Demasiada desidia y durante demasiado tiempo: la historia se ha esfumado, queda lo que ahora es: los niños del cercano colegio de San Ildefonso jugando durante el recreo en La Plaza de la Paja –bellísima desde que logró que no la "renovaran" y la calzaran–; los mendigos en la puerta de San Andrés; los tres jardines cercanos –de los que hablaremos– y las plazoletas (de Moros, de Cuchileros, de La Paja, de los Carros, Puerta Cerrada....); los tejados que se amontonan y las fachadas que rompen cualquier rigor arquitectónico; bares y sitios de tapas que anuncian –y dan– menús castizos; calles, farolas, escaparates, tiendas.... Y de repente, por aquí y por allá, algún frutal silvestre muy joven que –como en el mágico soneto de Lope– "a florecer se atreve" hasta llegar al trozo de muralla de la calle del Almendro, en donde ha estallado el blanco sobre la verja en contraste con los tonos ocres que dominan las  fachadas de la calle.


Y una población lenta, mayor, reunida en la misa de San Pedro –en la de San Andrés el párroco esperaba que llegase algún feligrés para empezar–; una población extraña, que se agazapa en estos barrios y se reúne para los oficios religiosos, probablemente de televisión, brasero, peluquería y rosario. Algo que entristece quizá o que da miedo, sobre todo si se compara con el gentío del botellón de los fines de semana, en los mismos lugares, que tampoco deja de darnos que pensar.


Y por todos los lados, rompiendo el azul de la mañana de marzo, torres, capiteles, cimborrios, una mezcla del ladrillo mudéjar con la pizarra de la sierra madrileña: San Miguel, San Isidro, San Andrés.... incluso San Francisco el Grande, a lo lejos, abajo. Por lo menos queda esta extraña mezcla que hace de la Plaza de la Paja y de sus alrededores uno de los sitios más entrañables de Madrid.

Plaza de la Paja

7 comentarios:

  1. Pablo, le mando esto a una amiga que va a vivir este verano ahi. Le va a encantar.
    Estrella

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  2. Acabo de tuitearte, con perdón. Pero sé que te dejas. Me ha encantado la entrada.

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  3. Precioso el reportaje. Estos son los escenarios por donde hemos paseado a diario: calles casi vacías, solo nuestras, llenas de piedras, de arquitectura, de monjas jovencísimas camino de la Capilla del Obispo.

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  4. Queridos lectores y comentaristas, he reservado para más adelante la entrada sobre San Pedro el Viejo, porque tengo que integrar documentación original, además de lo que fue la visita, el paseo, etc.
    ¡Gracias a todos!

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  5. Estos barrios prometen mucho, historia, melancolías, belleza ... los extranjeros siempre se asombran cuando visitan Madrid y ven esta zona que parece un pueblo ¡en pleno centro!.
    De paso, algunos pasos más allá, uno puede ir a pedir lo que necesite a San Judas Tadeo que, en vista de las circunstancias, cada año que pasa tiene más adeptos y de todo tipo.

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  6. Aparece muy bonito el barrio en estas fotos, no sé a qué hora será o si es el fotógrafo pero la luz es muy bonita.

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