Plaza de la Paja |
Quizá no haya barrio de Madrid más atractivo y simpático que el de su viejo corazón, La Latina, sobre todo si uno elige las luces y rincones de las mañanas, de la luz, en vez de las demasiado concurridas y jaleadas de las copas nocturnas, que llenan las dos cavas y se extienden por plaza de Moros, de Cuchilleros, de la Cebada.... Mi intención era haber ido directamente a San Pedro El Viejo o El Real, cuya entradilla estoy terminando, pero como siempre que paseo ese barrio, el tiempo se va haciendo cada vez más grato, curioso e interesante y termino teniendo que llegar tarde y mal a lo que buscan los turistas. Por ejemplo, a la Capilla del Obispo, el más reconocido de sus monumentos históricos, que es casi imposible ver y admirar, con su puerta metálica, sus horarios reducidísimos, sus citas previas.... Después de renunciar a visitarlo he visto cómo entraban dos monjitas –supongo que previa identificación– y se cerraba la puerta detrás de ellas.
Luego, después de recoger unos cuantos rincones muy especiales (calles del Almendro, Cavas, Costanilla de San Andrés, etc.), he llegado tarde a la misa de San Pedro, me he puesto en la cola para besar los pies del Nazareno, he encendido una vela a la Soledad y he callejeado rodeando la iglesia por la escalera del Nuncio, asomándome a la calle Segovia, para terminar en el jardín del príncipe de Anglona, jardín donde yo hubiera querido enamorarme hoy por la mañana, pero solo me quedaban las monjitas, y se acaban de ir a la capilla. Y desde allí, en el Palacio de los Condes de Paredes (Museo de los orígenes, de Madrid), que ya había visitado, cuando estaba sin acabar, y que ahora –además– expone los sepulcros del general que casó con La Latina (circa 1525) y de su dama, maravillosos.
Travesía del Nuncio |
Y una población lenta, mayor, reunida en la misa de San Pedro –en la de San Andrés el párroco esperaba que llegase algún feligrés para empezar–; una población extraña, que se agazapa en estos barrios y se reúne para los oficios religiosos, probablemente de televisión, brasero, peluquería y rosario. Algo que entristece quizá o que da miedo, sobre todo si se compara con el gentío del botellón de los fines de semana, en los mismos lugares, que tampoco deja de darnos que pensar.
Y por todos los lados, rompiendo el azul de la mañana de marzo, torres, capiteles, cimborrios, una mezcla del ladrillo mudéjar con la pizarra de la sierra madrileña: San Miguel, San Isidro, San Andrés.... incluso San Francisco el Grande, a lo lejos, abajo. Por lo menos queda esta extraña mezcla que hace de la Plaza de la Paja y de sus alrededores uno de los sitios más entrañables de Madrid.
Plaza de la Paja |
Pablo, le mando esto a una amiga que va a vivir este verano ahi. Le va a encantar.
ResponderEliminarEstrella
Y en esta por los tejados
ResponderEliminarAcabo de tuitearte, con perdón. Pero sé que te dejas. Me ha encantado la entrada.
ResponderEliminarPrecioso el reportaje. Estos son los escenarios por donde hemos paseado a diario: calles casi vacías, solo nuestras, llenas de piedras, de arquitectura, de monjas jovencísimas camino de la Capilla del Obispo.
ResponderEliminarQueridos lectores y comentaristas, he reservado para más adelante la entrada sobre San Pedro el Viejo, porque tengo que integrar documentación original, además de lo que fue la visita, el paseo, etc.
ResponderEliminar¡Gracias a todos!
Estos barrios prometen mucho, historia, melancolías, belleza ... los extranjeros siempre se asombran cuando visitan Madrid y ven esta zona que parece un pueblo ¡en pleno centro!.
ResponderEliminarDe paso, algunos pasos más allá, uno puede ir a pedir lo que necesite a San Judas Tadeo que, en vista de las circunstancias, cada año que pasa tiene más adeptos y de todo tipo.
Aparece muy bonito el barrio en estas fotos, no sé a qué hora será o si es el fotógrafo pero la luz es muy bonita.
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