Cuaderno de pantalla que empezó a finales de marzo del año 2010, para hablar de poesía, y que luego se fue extendiendo a todo tipo de actividades y situaciones o bien conectadas (manuscritos, investigación, métrica, bibliotecas, archivos, autores...) o bien más alejadas (árboles, viajes, gentes...) Y finalmente, a todo, que para eso se crearon estos cuadernos.

Amigos, colegas, lectores con los que comparto el cuaderno

viernes, 13 de enero de 2012

París, Munch y el invierno



Invierno en París. Mucha luz durante estos primeros días de enero, luz natural que ilumina la belleza histórica de la ciudad –véase el dorado de Notre Dame o el color del Sena–. Nuevos paisajes para la Contraescarpe, Saint-Jacques.... he ido a ver la iglesia de San Julián el pobre, la más antigua, se dice, de París, con un arbol de cuatrocientos años delante (una robinia de 1602), apuntalada, moribunda, extraña. En realidad iba a enterarme de un concierto de piano, todo Chopin, que lamentablemente coincide con una de mis actividades académicas. Las actividades académicas marcan mi agenda, por eso la mayoría de los paseos son nocturnos y las asomadas a la pantalla del ordenador son, normalmente, en una cafetería extraordinariamente acogedora y en un lugar emblemático que se llama de la misma manera, La Contraescarpe, a mitad de la Mouffetard. Y para su qué de fetichismo, lugar de recuerdos literarios infinitos, entre ellos los de Gabriel García Márquez, Cortázar, Verlaine.... Suele estar tomada de turistas que son los que ahora provocaremos el "Mouff", que antes era por lo mal que olía esta ribera de curtidores, ya que corren debajo los canales del río.
El problema de París es el de la vida misma. ¿A dónde acudir? Esta luz en el parque de Luxemburgo, en el jardín de plantas, en la Butte, en la Isla de San Luis, en las grandes avenidas.... ¿Qué es lo que se puede ver y lo que tendrá que esperar? Callejear camino del Pompidou, pero habrá que elegir el puente. Elegir, desechar, andar y que las cosas vayan apareciendo en el camino.
La exposición de Munch en el Pompidou, que he podido ver porque la han prolongado unos días, me ha dejado admirar, entre otras cosas, “los ojos enfermos del pintor” nórdico, es decir, que lo que lo que mira llega a ser exactamente lo que resulta en el cuadro. Eso será: ya no vemos más que nuestros ojos enfermos, ya no escuchamos nada que no sean la armonía o las disonancias que provocamos nosotros mismos, y así sucesivamente. Es como si el historicismo llevado a sus últimas consecuencias terminara en un subjetivismo atroz, el final de cualquier experiencia y conocimiento somos nosotros mismos encerrados en las fronteras incapaces de nuestros sentidos y de nuestros sentimientos. La historia crítica habla de expresionismo, ya se sabe; el concepto resulta vago.
Los ojos enfermos no distinguen los rostros –apenas el propio– y dibujan los paisajes con contornos poco precisos; pero a veces aciertan con retratos sorprendentemente imaginativos de objetos y paisajes, como el sol, o como esas dos figuras a punto de desaparecer del camino –Munch pinta figuras humanas frecuentemente así.
Extraordinariamente rica la exposición sobre la danza (Danser sa vie), y Rodin. Y luego, en las largas galerías, Giacometti, Picasso, Delaunay (toda la familia). Hay que elegir. Llega un momento que no se acepta más, que el visitante prefiere la chinita con teleobjetivo, el frescor de la terraza, arriba, desde donde se ve todo París, ya de noche, con el bulllicio de estas primeras horas nocturnas.
Acabo de ver un ballet entero de La Consagración de la Primavera, interpretado en negativo (Pina Bausch), con final de muerte. La plaza de Igor Stravisnky es uno de esos lugares en donde no me hubiera importado vivir.




1 comentario:

  1. Me ha gustado dar una vueltecita por Paris, que tanto me gusta, de la mano de tu blog, de tu mano. Gracias por dejarnos compartir tus visitas.

    ResponderEliminar