Cuaderno de pantalla que empezó a finales de marzo del año 2010, para hablar de poesía, y que luego se fue extendiendo a todo tipo de actividades y situaciones o bien conectadas (manuscritos, investigación, métrica, bibliotecas, archivos, autores...) o bien más alejadas (árboles, viajes, gentes...) Y finalmente, a todo, que para eso se crearon estos cuadernos.

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jueves, 5 de enero de 2012

Literatura y mercantilismo. Hacia una nueva colección de clásicos hispánicos

Muy en breve va a salir iniciada un colección de textos –literarios– clásicos en formato libro-electrónico, en  donde no existirán las limitaciones mercantiles de las colecciones tradicionales, de manera que habrá allí hueco para las comedias no leídas de Lope de Vega, para los poetas románticos nunca editados, para la prosa doctrinal, los ensayos, etc. En cuanto se suprime el criterio "mercantil", con su pegadillo "comercial", nuestra historia literaria se enriquece prodigiosamente. Apresurémonos a señalar, sin embargo, que la dimensión "mercantil" asociada va a los mejores textos literarios, los llamados clásicos, porque son muchos los que acuden a su lectura; no es esa sin embargo la única razón de su validez, quizá sea la última o el resultado de otras que no deberían borrarse nunca. Y así cuando la RAE, por ejemplo, vuelve a publicar una vieja colección de clásicos, impulsados tan solo por su afán mercantil (subvenciones, ventas, institución oficial, publicidad, etc.) no es que esté actuando mal, es que está concediendo valor esencial a uno de los elementos: el mercantil, el comercial, en detrimento de otros que por lo general no pertenecen a ese nivel de valoraciones y que deberían ser los que hubieran movido a una institución cuya finalidad no es mercantil. 
Es relativamente simple ensayar la autenticidad de esos parámetros y los resultados a los que puede conducir. "Mercantil" depende sencillamente de "público", "cliente", etc. que accede a ese lugar o que adquiere ese objeto: a más espectadores más valor (más publicidad, más cuota, como se dice por ejemplo en la red, TV o radio): cuanta más gente "vea" o "compre" o "escuche" más vale: ese "vale" juega ya en el terreno mercantil, que es a donde se nos ha llevado casi sin que nos demos cuenta, que es en donde se ha producido la desviación errónea o maliciosa. ¿Si nadie ve Las Meninas de Velázquez, abandonaremos o destruiremos el cuadro?  ¿Es más valiosa una canción del festival de Eurovisión que una ópera de Haendel? El razonamiento nos llevaría a la conclusión del embrutecimiento colectivo, que es lo que ocurre cuando los presuntos valores de un producto humano se embotan de manera tal que cada vez llegan a más público, solución que no pasa casi nunca por elevar el nivel cultural del público y la dignidad de la conducta humana, sino por rebajar cualquier producto a su condición "mercantil".
Si de las humanidades nos vamos a cualquier campo de la ciencia, la desviación mercantil –y ya se ha señalado muchas veces– es casi monstruosa: cerrar un laboratorio porque allí solo trabajan dos investigadores; abandonar un  proyecto porque es cosa de un grupito de especialistas.... Con un poco de suerte el criterio mercantil acabaría con las nuevas vacunas, los coches eléctricos, las baterías de hidrógeno, etc.  De hecho, creo que con una de las cosas con las que ha acabado ha sido con que no exista en España (¿ni en Europa?) una empresa o un sistema capaz de leer libros-electrónicos, sistema de multinacionales que harán lo que quieran con la literatura, los textos, la vida.... Para qué seguir.
Es evidente, sin embargo, que la gente "compra", "ve", "oye", "lee", etc. lo que considera valioso; y que la publicidad y el propio sistema mercantil se encarga de subrayar qué es lo que vale y silenciar lo que no le interesa. De ese modo se cierra el círculo vicioso que consagra una y otra vez el valor del mercado como único criterio de valoración.
Como bien se ve, el campo ofrece –y los hay– ensayos, divagaciones y consideraciones sin cuento; que, si se propagan y venden bien, terminan, a su vez, fagotizadas por su valor mercantil, como todo.
La nueva colección de textos clásicos quiere mantener, por el contrario, otro sistema de valores, sin  preocuparse demasiado –a ver si lo conseguimos– de su valor mercantil, por lo que no va a jugar en el mismo campo que, digamos, las muy dignas editoriales comerciales. Editaremos sin prejuicio todo tipo de textos, no solo los que más venden (que también se pueden editar), eso sí: extremando el rigor filológico, que empieza por la autoridad del editor, y ponderando su presentación y alrededores: bibliografía, criterios de edición, etc., todo lo cual se mantendrá, para quienes los adquieran, actualizado por el editor.
Ojalá se apoye nuestra tarea, de la que seguiré dando cuenta y razón.

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