Cuaderno de pantalla que empezó a finales de marzo del año 2010, para hablar de poesía, y que luego se fue extendiendo a todo tipo de actividades y situaciones o bien conectadas (manuscritos, investigación, métrica, bibliotecas, archivos, autores...) o bien más alejadas (árboles, viajes, gentes...) Y finalmente, a todo, que para eso se crearon estos cuadernos.

Amigos, colegas, lectores con los que comparto el cuaderno

martes, 8 de noviembre de 2016

Domingo en las playas de Barcelona, mayorista de alcachofas


Probablemente fue el último día del larguísimo verano, y la gente se echó a la calle, en donde –por mor de los turistas– en Barcelona siempre está. Hay dos o tres focos imposibles de recorrer en horas normales: el Born, la zona monumental a veces llamada el gótico de Barcelona y la Sagrada Familia; sin embargo, el gentío se soporta mejor en las largas avenidas que recorren el mar, pues una de las orillas, la del Mediterráneo, está libre desde hace más o menos un mes, aunque ayer todavía hubo un par de bañistas atrevidos que montaron el espectáculo de la envidia. Y además, siempre puede uno echarse a la playa, en donde se atreve menos gente, y allí en la playa, charlar un rato con arena, olas, paseantes perdidos, chinas mayores que ofrecen masajes, indios que venden telas de colores, magrebíes que te ofrecen una cerveza fría....


El domingo en la playa vio pasar tormentas que venían de Galicia, ya deshechas, jugando al escondite con el azul del Mediterráneo, alimentando la brisa para que se embravecieran las olas –nunca podrá presumir este mar de esa gracia, lo suyo son los colores.

Luego, vuelta por la Barceloneta de tascas y vecinos, para subir por la calle Wellington, una de las más hermosas de Barcelona, si se logra ignorar que lo que hay detrás de las tapias de uno de sus laterales, el de los grandes plátanos, es un zoológico, con la música ocasional de la serpiente del tranvía, hasta desembocar en la estación del Norte, y entrar, una vez más, en el parque de la estación, allí donde el modernismo –una americana, en este caso– maridó con los jardines, sobre todo con los abedules.


El ayuntamiento de Barcelona tendrá que decidir que hacer con los ciudadanos que, aun respetando a los perros, no quieren compartir con ellos un par de horas en un banco del parque, porque todavía no se les puede decir que no llenen el prado de excrementos u orines, que respeten el silencio y la tranquilidad de quien lee, que no jueguen a lo bruto entre los niños, sobre todo los que pueden ser repentinamente peligrosos. En fin. 


El parque de la estación del norte es un precioso jardín habitado por un ejército de perros, que no permiten ningún tipo de sosiego. Cualquiera lo dice. También se puede aceptar como lugar de perros e irse a pasear o a leer a otro lado, que es lo que hube de hacer cuando mi banco pasó a ser compartido por dos humanos más.... con sus perros, alegres, juguetones, divertidos.


Nunca imaginé que la fideua –que nació en Gandía– pudiera ser plato exquisito en Segrons Mercat, uno de los muchos santuarios de las tapas en Barceloneta. La ilustración, sin embargo, es la de un plato de alcachofas con virutas de un "mi cui", primero porque siempre me resultó difícil y apasionante –a falta de otras cosas– cocinar las alcachofas, que aquí van cortadas, enharinadas y fritas; luego, porque uno de mis corresponsales chinos en wechat no conoce –como en China, en general– esa sabrosa hortaliza. En la próxima reencarnación seré mayorista exportador de alcachofas a China. Que sí.
Estaban ricas, pero yo las hago mejores, como sabe quien haya recorrido este blog, o quien escriba en su buscador "alcachofas".


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