
En medio de ese panorama deprimente y cuando al espectador ya se le ha hecho transitar por todos los escenarios posibles de la desolación –el más impresionante: la escena de los pescadores alineados a lo largo del río en un paisaje de nieve–, el protagonista encuentra una punzada de vida, y lo confiesa paladinamente: cuando menos lo esperaba, la ilusión de la vida compartida, quizá del amor.
Sin embargo, acaba por imponerse la maldad y el infortunio. No de cualquier manera. Las escenas finales son las de un bosque de almendros, en flor, lo que anuncia una primavera que contrasta con el triunfo de la muerte, es casi todo un resumen de la teoría del mal y la belleza.
Dicen los comentarios del programa de la Filmoteca Española que el autismo de la protagonista es el de la Serbia en guerra de aquellos años. No estoy seguro de si hace falta ese escorzo. La guerra está en el remordimiento del protagonista, en el convoy militar, en el rechazo a los refugiados... en mil aspectos de la trama y del suceder de la película, que no se refiere a ella directamente, y parece querer elevarse, a mayores, a considerar la maldad de la condición humana, extrañamente compatible con el ejercicio de vivir cada día, y aun de alcanzar precariamente unas migajas de felicidad, a la que terminaremos por renunciar.
He descubierto en Youtube alguna película de este director, para mí desconocido hasta ahora.
ResponderEliminarGracias por descubriímelo.
Bicos.