Cuaderno de pantalla que empezó a finales de marzo del año 2010, para hablar de poesía, y que luego se fue extendiendo a todo tipo de actividades y situaciones o bien conectadas (manuscritos, investigación, métrica, bibliotecas, archivos, autores...) o bien más alejadas (árboles, viajes, gentes...) Y finalmente, a todo, que para eso se crearon estos cuadernos.

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viernes, 15 de diciembre de 2017

Las cabezas de Quevedo, de sus gafas


Muchas veces he andado a vueltas con cabezas, narices y gafas de Quevedo. Incluso hace pocos años publiqué un trabajo sobre la atribución de la cabeza de terracota de la BNE, que es de Alonso Cano y no, como se suele decir, de Herrera Barnuevo. Al mismo tiempo dispuse de la información necesaria para recoger la historia de los lentes, gafas, etc. desde las primeras muestras (siglo XIV) hasta su popularización, por los artilugios de Felipe II, que se las prendía con un alambre para poder trabajar y escribir al mismo tiempo,  en retratos de todo tipo, lo que provocó el esplendor de las gafas del s. XVII, empezando por las cardenalicias del Greco y siguiendo por los "quevedos". Son dos ramas distintas de la curiosidad. Es posible que la cabeza de terracota no llevara los famosos "quevedos" porque era muy difícil esculpirlos o quizá porque se tenía la idea clásica de que no era noble dejar esa carencia en los ojos de los miopes. Los bajorelieves de las sillerías de Miraflores –que me enviaron buenos amigos leoneses– desmentían eso, sin embargo.


Al mismo tiempo iba trazando un stemma de cabezas, cuando otro buen amigo, el director del Museo Lázaro Galdeano, me hizo ver que allí se conserva una cabeza decimonónica de Quevedo, creo recordar que en escayola. 
Curiosamente descubrí otra cabeza de la misma familia nada menos que una estantería alta de una de las salas –de baratijas, el Gabinete de Historia Natural se llama– del Museo de América de Madrid. Nadie me supo decir nada sobre ella; es la de la foto. Allí también las gafas, ya más estilizadas y elegantes del cronista Antonio de Solís (s. XVIII).


Los caminos no se suelen terminar fácilmente. Aun he de ir al Museo Arqueológico Nacional para saber si en alguno de sus almacenes, reordenados el año pasado, guardan el busto sobre el que descansaba la cabeza de terracota de la BNE, de lo que hay fotos de hacia 1930. Y en el Museo de América, para que me digan la procedencia de esa cabeza extrañamente aparecida. En los archivos del Museo Cerralbo consulté la procedencia del –creo que falso– retrato de Quevedo. 
Se me va, se me diluye el personaje entre tantas muestras. Sigue siendo fiel el retrato de Pacheco y el cuadro de Vander Hammen, del que se conservan bastantes copias. Todo lo he ido desgranando en este blog.

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