Cuaderno de pantalla que empezó a finales de marzo del año 2010, para hablar de poesía, y que luego se fue extendiendo a todo tipo de actividades y situaciones o bien conectadas (manuscritos, investigación, métrica, bibliotecas, archivos, autores...) o bien más alejadas (árboles, viajes, gentes...) Y finalmente, a todo, que para eso se crearon estos cuadernos.

Amigos, colegas, lectores con los que comparto el cuaderno

sábado, 9 de septiembre de 2017

Harbin (China)

Pongo la ubicación (China) después del nombre de la ciudad, aunque por su volumen (unos nueve millones de personas) y algunas de sus características –uno de los grandes centros tecnológicos de China, incluyendo sus universidades– entre las cuales su historia –es la capital de Manchuria, la sede del último "imperio" japonés, rescatada por rusos y mongoles– y su conglomerado humano y cultural debería conocerse mejor en el mundo occidental. Al hostal en donde me he alojado llegó, sin embargo, una pareja de jóvenes valencianos, dispuestos a vivir lejos, deduje, su romance. Pocos occidentales he visto, entre ellos algún norteamericano enamorado de aquel lugar; pero apenas he podido calibrar su vida.... poco tiempo para mucha gente y mucho espacio. 


La humedad es enorme, y no me lo explicaba, pues está muy lejos del mar y a una altura como la de Madrid –algo más de los 600 m.– A vuelo de pájaro, en avión, se descubre sin embargo una extensa red de ríos y lagunas, he leído que más de mil ríos la atraviesan. A uno de ellos, el Songhua, hemos acudido un par de veces, porque ha estrenado no hace mucho un kilométrico paseo lateral convertido en precioso y cuidado jardín, que en mucho momentos se espacia en playa artificial. Unos centenarios eucaliptos delatan lo que hubo de ser la parte más vieja, en donde ahora hay un teleférico, un puerto con barcas de pescadores y otro para turistas, con barcazas que recorren el río entre dos puentes, con autopista como sombrero. El sol se acuesta al otro lado y produce la sempiterna emoción de lo que se va, las hogueras del poniente.

He comenzado ilustrando la entrada con música y salchichas. No es baladí. El culto al coche de alta gama compite con el culto a la salchicha a la música.... y a todos los productos rusos, que han dejado una estela evidente en la población, incluyendo la cantidad de gente – creo que mayor– que hablan ruso o no sé muy bien si una jerga ruso-china.


La música es mayoritariamente de grupos rusos, tanto la clásica como la actual, y tiene –como se verá– sus representaciones escultóricas, sus bailes en la plaza y un próspero comercio de productos rusos, entre los cuales.... los chocolates, algunos de la marca "putín" (su efigie está en el envoltorio).


La población es adicta a otras varias cosas, entre las cuales unos deliciosos "polos" o "helados" de palo, normalmente de leche, con variantes que granulan pasas, chocolates, etc. Cuestan cinco yuanes (unos 70 céntimos), son deliciosos, y la gente los consume mientras pasea por la calle peatonal que va desde el río al centro, cerca de Santa Sofía, la vieja catedral rusa (de hacia 1935), que se conserva en una curiosa plaza, acosada por los "burger" americanos.
Esperemos que los helados, el paseo, la música y Santa Sofía resistan.


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