Cuaderno de pantalla que empezó a finales de marzo del año 2010, para hablar de poesía, y que luego se fue extendiendo a todo tipo de actividades y situaciones o bien conectadas (manuscritos, investigación, métrica, bibliotecas, archivos, autores...) o bien más alejadas (árboles, viajes, gentes...) Y finalmente, a todo, que para eso se crearon estos cuadernos.

Amigos, colegas, lectores con los que comparto el cuaderno

sábado, 18 de octubre de 2014

Rodeas y porsches


los viejos barcos de los pescadores,
amarrados, enseñan su esqueleto,
gaviotas ya no quedan en Qingdao,
sin embargo las hay en este puerto

que parece guardar lo que se pierde
y no le arredra el triunfo del dinero,
rodeado de aparatos y edificios
suyo es el mar    los vientos  y los cielos.

Un lugar para ser y poco más
al borde de la tarde me paseo
el viento trae la brisa con olores
de distancia  de barcos  y de lejos

Este puerto se va a morir muy pronto.
Y yo quiero dejarle algunos versos.


Todo el mundo confiesa que China se ha convertido en tierra de contrastes. Creo que la alusión se asienta sobre todo el términos económicos, es decir teniendo en cuenta el efecto depredador del dinero. Y así ha de ser en infinidad de casos. 


He ido amontonando una buena cantidad de aspectos que dan cuenta de ese contraste: de los viejos mercados de la calle en la ciudad vieja –y menos vieja–, a los aparatosos edificios de los concesionarios de marcas extranjeras; de los pequeños negocios de los labradores que venden fruta o la viejecita que vende “rodeas” (¿se habrá perdido esta palabra?, los trapos de cocina, los ínfimos), hasta los centros comerciales gigantescos o las tiendas de coches de lujo, que aquí han de venderse como caramelos, pues les hay a centenares, y no es exageración.



Y ya que he citado los caramelos: descubrí el otro día que lo que se vende de modo ambulante a los niños en la playa — el vendedor pasea con una especia de palo grande o central en el que se pincha o llevan otros palos menores con una bola roja al final– son “acerolas”, otra palabra que anda de capa caída entre nosotros, pues el pequeño fruto rojo y ácido que denomina, que yo sepa, se ha dejado de comercializar en España. Bañar las acerolas con una capa caramelizada es un excelente idea, pues alivia su acidez. Contrastes.
No sabía si ilustrar la entrada con el viejo mercado (1902) de Qingdao, que he visto que tiene su historia, en uno de sus barrios, o con las calles adyacentes, que no son calles sino que son fruterías, pescaderías y tiendas de comestibles convertidas en calles. O ilustrarlo con los centenares –¡no es encarecimiento!– de edificios que se acaban de levantar o están levantando por todos lados, y que supongo que por su forma y características cosa serán de atrevidos y sonados arquitectos. Alguna muestra doy.

Digo por todos lados porque esta entrada se va a encarrilar hacia el último lugar en donde ahora paro, que ejemplifica para mí de manera conmovedora el universo de contrastes del que vengo hablando.

Las ciudades, en la costa, no se terminan nunca, de manera que no sé cómo llamar a un lugar u otro. Un buen amigo chino me dice que es la misma ciudad (¡pero la misma ciudad a 50 kilómetros de  distancia!). 
En determinado momento comenté que el “paseo” por la costa tiene 45 kilómetros, y que no hay campo abierto, lugares sin habitar, tierras de labor, etc. Las ciudades no se acaban. Pues bien en algún lugar de esa costa he parado, en un hostal (de HostalWorld), que mira a un pequeño puerto pesquero, allí vivo. Con marea baja, al menos una veintena de viejos barcos de pescadores, encallados, enseñan su esqueleto apoyados unos en otros; llevan la bandera roja china, como un pájaro de color que contrasta con el oscuro de la madera envejecido y con el verde de las redes, que se limpian en el puerto. Y en ese puertecillo todavía hay una bandada de gaviotas –que no he visto en otros lados, sobre todo no las he visto en la parte costera de las ciudades–, más blancas que las europeas, por cierto. Y pescadores curtidos, que faenan. 


El puerto es una preciosa reliquia del pasado, sin duda; pero a lo mejor, el pescado que se sirve en los restaurantes de lujo del lugar proviene de alguno de estos barcos (¿de bajura solo?). He visto rapes, lenguados grandes, doradas y una especie de besugos, inmensos salmones... aparte de otras especies que no conozco. Pero el contraste no es con los restaurantes solo, es porque a ese lugar ha llegado el dinero a chorros, con de posibilidades nuevas que han generado una decena de hoteles de lujo, varias empresas (entre ellas unos estudios cinematográficos, “Hitkocs Films”), cafeterías de diseño amplio y materiales nobles (madera, piedra pulida, mármol...), paseos marítimos trazados para regalo de quien por allí vaya, etc. 
El contraste resulta especialmente llamativo con el nuevo faro, que se aprecia en la foto. Una apabullante construcción circular, con medio centenar de generadores eléctricos japoneses, que no sé bien lo qué es o guarda, pero a su puerta esperan más de una docena de audis de lujo, todos oscuros, todos impolutos, todos con conductor.... ¿Hablarán los audis con las barcas de los pescadores?



Desde mi simpático hostal, donde por la noche hay tertulia en el idioma que uno pueda chapurrear –canadienses, coreanos, chinos, argentinos...– contemplo el panorama y hago algunas fotos: en los descampados se sigue edificando sin parar; pero mi mirada se posa y tranquiliza, no sé por qué, en el viejo puerto, que se va quedando arrinconado.


Al amanecer, con marea alta durante estos días, he visto descargar pescado. Una mujer, totalmente cubierta –para protegerse del sol– se ha llevado varias cajas de pescado en una moto y me ha adelantado levantando polvo: yo iba a coger un autobús de itinerario costero.




2 comentarios:

  1. Bonita manera de contar las emociones de un viaje.
    Parece que ahora mismo China no tiene nada que ver con la decadencia que se respira en Europa. Ellos son un océano vital mientras que nosotros tenemos un mar viciado. Pero las aves carroñeras parece que sobrevuelan sobre sus cabezas.
    Bicos.

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  2. La verdad es, Ohma, que es complejo y difícil entender todo. Se entienden las formas y conductas más sencillas: el afán de progresar, el querer vivir mejor, la entrada masiva de artículos que son productos de vida occidental... Hay cosas muy importantes que desconozco, entre ellas el estado de la educación, es decir el acceso a formas de libertad y de cultura; y hay cosas de las que me admira su arraigo, por ejemplo, los lazos familiares, la seriedad en el trabajo, etc.

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