Cuaderno de pantalla que empezó a finales de marzo del año 2010, para hablar de poesía, y que luego se fue extendiendo a todo tipo de actividades y situaciones o bien conectadas (manuscritos, investigación, métrica, bibliotecas, archivos, autores...) o bien más alejadas (árboles, viajes, gentes...) Y finalmente, a todo, que para eso se crearon estos cuadernos.

Amigos, colegas, lectores con los que comparto el cuaderno

martes, 23 de octubre de 2012

La casa del lector (Madrid)



La semana pasada se anunció, a bombo y platillo, la inauguración –realeza incluida–, de La casa del lector, en el centro cultural El Matadero, de Madrid. Con ese título, allí que me fui el sábado, a ver qué era eso. Bajé además el Paseo de las Delicias, que hacía mucho que no recorría, el viejo camino de Madrid al río y al sotillo, ocupado ahora por un barrio próspero, como son algunos barrios de Madrid, castigado por edificaciones apiñadas, constructores avarientos y ayuntamiento permisivo, con algún remanso que puede todavía sentirse aludido por el nombre, como los ensanches de la plaza de Luca de Tena, hasta llegar a las explanadas del Matadero que, esas sí, se abren sin agobios, porque se dejaron como estaban y se acomodaron para otros menesteres, Menos mal, porque eso es lo mejor que allí se encuentra uno: el espacio, el espacio abierto y respetado, tratado para que siga siendo y no para amontonar cosas. En algunos casos –muy pocos– los árboles, los plátanos de sombra, doblan en altura a las fachadas de las casas, delicia, esta sí, que poquísimas veces ocurre en Madrid y, en general, en las ciudades comidas por las inmobiliarias. Hice la foto correspondiente, porque además en la fachada había una simpática peluquería china (¿trilingüe?).

Plaza de Luca de Tena


Luego, el Matadero ofrecía muchos paseos, rincones, sitios.... de actividades muy difíciles de adivinar (talleres, cinetecas, salas con Wi-fi, una explanada con terraza y dos extraños artilugios mecánicos (en una de las fotos).... y la casa del lector, pues a lo que parece tiene muchas aulas (asientos con pupitres en alineaciones horizontales), por el momento vacías, un enorme parque infantil, una extraña exposición de objetos y cuadros relacionados con el mundo del libro y las letras, en el que se prodigan las citas de Borges. 


Me volvió a parecer lo más interesante el espacio mismo, la blancura de vigas y paredes, el ver lejos, arriba y abajo, una especie de enorme edificio para jugar al escondite, probablemente para que los niños jueguen. No entendí su función, si es que su función era museística. Luego vi que en otro sitio cercano había un teatro (se representaba un Chejov modernizado, dependía del Teatro Español) y, muy típico de estos centros españoles, un goloso bar lleno de gente.

Cuando salí de ver unas y otros edificios y naves –no me dio tiempo a ver todos– se había hecho de noche y los edificios se habían iluminado de rojo. Pensé que el paseo hasta allí y el deambular de un lado a otro, curioseando, había sido grato, aunque la conexión con la lectura resultase extraña. Quizá irse allí a pasar la tarde leyendo....







2 comentarios:

  1. Es una pena que se utilicen estos espacios y dineros públicos para que los gestionen las empresas privadas con empleados privados (eliminando empleados públicos), con más afán de pasar a la posteridad ellos mismos que una buena obra que continúe más allá de ellos mismos y sin personalismos. Todo una pena, sin pensar en la colectividad, sólo en la fachada -en sentido físico y en el metafórico-.

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  2. No conocía esas circunstancias, solo fui un visitante ocasional. Varias veces se ha asomado a estas páginas –una de ellas relacionado con la Biblioteca Nacional de España– lo que representa el triunfo absoluto del capital –la empresa privada que contrata– sobre el trabajo y el trabajador.

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