Cuaderno de pantalla que empezó a finales de marzo del año 2010, para hablar de poesía, y que luego se fue extendiendo a todo tipo de actividades y situaciones o bien conectadas (manuscritos, investigación, métrica, bibliotecas, archivos, autores...) o bien más alejadas (árboles, viajes, gentes...) Y finalmente, a todo, que para eso se crearon estos cuadernos.

Amigos, colegas, lectores con los que comparto el cuaderno

viernes, 10 de octubre de 2014

Todos los calzoncillos son de Kelvin Klein

Y todo el calzado de deporte de Adidas. Todo va por el mismo tenor. En el mercado nocturno de mi barrio de Qingdao –me río yo del rastro madrileño o del londinense, hasta del gran bazar de Estambul me río–, que inunda aledaños y no se puede saber nunca dónde empieza o dónde termina, encuentra uno las marcas más reputadas del mundo –nótese que no he dicho las mejores. Miro con envidia las zamarras de Boss de los caballeros, las mochilas americanas, huelo los perfumes de Chanel... No he visto ni un solo calzoncillo que no sea de los exquisitos.  ¡Y a qué precios!  Para el caso de los calzoncillos, ya que con ellos andamos, por el equivalente a un euro te llevas cuatro, bien elegidos.
Por cierto, habrá que dar la enhorabuena a Zara y a Mango, porque ya están en los tenderetes del mercado nocturno de mi barrio, como grandes marcas; de Zara se anuncian de modo específico sus medias largas para mujer.

La producción no ha llegado todavía a la sección de alimentos, de manera que no he visto –todavía– ni un queso manchego ni un jamón de jabugo, como tampoco vinos de Burdeos, pongo por ejemplo; aunque me avisan de que ya se dan casos en licores, embutidos y otros productos.
Sin embargo.... sí que circulan las grandes marcas de coches (Toyoya, BMW, Audi, Volkswagen, Mercedes, etc.). He preguntado: la mayoría “se hacen” en China, del mismo modo que se hacen en España los Ford, Renault, Nissan, etc. Y se hacen con trabajadores chinos, material chino, talleres chinos, etc. Es la marca la que lleva allí el modelo y se queda con la franquicia.

Invito a pensar sobre tan curioso fenómeno: la primero se tacha de piratería, lo segundo son multinacionales ávidas de hacerse con el mercado chino. 
La verdad es que la cosa podría plantearse de dos maneras distintas. Sea la primera la de que los chinos copian y no pagan al productor original (Lacoste, Hermes, Cassio, Jack Wolkfskin, etc.)


Sea la segunda la que sigue o es consecuencia del siguiente proceso: el artesano chino tiene una extraordinaria habilidad para desentrañar cómo está hecho algo; yo los he visto desmontar un reloj, un electrodoméstico, un zapato, un motor, un bolso...., analizar cuidadosamente todas las piezas y volverlo a montar tal y como estaba o incluso con mejoras; y una vez desentrañada la madeja, lo que era artesanal se puede convertir en industrial y fabricarse en serie. ¿Eso es lo que se llama piratería? Lo será en el sistema de producción capitalista. La fabricación artesanal que pasa a ser en serie, lamento decirlo, no puede ser piratería. En el universo comercial humano nos hemos inventado que quien tiene una idea que se refleja en un objeto acapara luego su producción, lo que ha producido, por ejemplo, el horror de las medicinas, los laboratorios y las vacunas, por ejemplificarlo en algo bien actual. Es que si no se gana dinero no se puede investigar, replican. Mentira sobre mentira, como si la función de acrecentar el conocimiento y desarrollar novedades no tuviera otra motivación que la de ganar dinero. Pero, en fin, volvamos a los calzoncillos de Kelvin Klein.
Conozco tres de los grandes centros comerciales de sitios por donde he pasado: Nápoles, que es el almacén del Mediterráneo; Birmingham, que engancha los productos que por allá circulan; el centro suministrador de Oriente, Estambul en Turquía.... Creo que es Ganzhou –Cantón–, sin embargo el mayor distribuidor de productos industriales a todo el mundo.... No conozco Ganzhou. Supongo que hay más, quizá egipcios y en Hispanoamérica. El caso es que en las ciudades chinas se puede ver bastante bien cómo circulan productos y objetos, y como se comercializan en grados y niveles muy distintos. Por ejemplo, toda la ciudad está tomada por agricultores y pequeños comerciantes: los agricultores acuden con lo que tienen (camionetas, motos, coches, etc.) y lo ofrecen directamente a quien pasa, que lo sabe y allí elige y compra (granadas, manzanas y frutas en general; hortalizas y verduras, como tomates, patatas, puerros...) Hacen jornada de sol a sol y comen y algo duermen al lado o en la camioneta. A veces son mujeres con un carrito que empujan y al abrirlo enseña compartimentado peras, liches, acerolas y pomelos.

A su lado, gente humilde de la misma condición ofrece productos textiles y cacharrería (calcetines, paños y pañuelos, ropa interior, toallas.... entre los primeros; la cacharrería en su mayor parte es la dedicada a la casa, incluyendo productos de limpieza: escobas, pinzas, taburetes, cubiertos, enseres....). Es evidente que ellos no son los fabricantes ni los productores: hay centros de producción, fábricas, que deben de producir –va de ejemplo– millones de calcetines al día y que suministran el género a los comerciantes callejeros. Entre estos, alguno se detecta que sí que produce lo que vende, es decir, hay algún artesano, pero son pocos (ropa de lana, vestidos de tela de confección peculiar, algún modelo de zapatilla....), domina la producción industrial, tanto en este campo como en el de los zapatos y de la industria que acompaña a los productos eléctricos (telefonía, ordenadores, tv, lámparas....) La industria del calzado debe de ser poderosísima, sobre todo la del calzado deportivo e informal, que ofrece millones de productos a precios de risa (desde el euro hasta los cuatro o cinco euros, lo que ya es un lujo); pero los modelos –algunos de ellos realmente cómodos y agradables– se repiten, por lo general, en puestos y ciudades: tienen un centro productor y una cadena de distribución. Creo que lo mismo pasa con otros productos de los que no he hablado, por ejemplo el de los relojes, las gafas, la bisutería y hasta la papelería. Este viajero –fetichista con sus cosas– se ha comprado, con cara de vicio, cuatro o cinco cuadernos de los más preciosos que nunca tuvo, y aun se comprará más (porque los vicios hay que cultivarlos) en uno de los puestos callejeros del mercado nocturno de Qingdao: y los había nórdicos (de Europa), italianos, japoneses... El más caro costaba cinco euros.


Un mundo aparte es el que se adivina en la cuestión alimentaria.  La proporción mayor es la de productos envasados de todo tipo (dulces, pescados, embutidos, productos lácteos, bollería...), es decir, los que tienen cadena industrial detrás: en su mayoría no explican correctamente su contenido, lo que creo que se irá arreglando poco a poco. Ahora bien, según que lugar, aparecen en mercados callejeros y en tiendas productos frescos. No he indagado la cuestión de la carne, que no me interesa, aunque he visto que dominan el pollo y el cerdo: pero el pescado fresco aparece por toneladas tanto en puestos callejeros como en restaurantes, y se suele enseñar fresco, es decir, en palancanas o depósitos con agua, en donde están los bueyes de mar, las tortugas, los moluscos de todo tipo, peces variados... Jamás había visto como en Qingdao tal variedad de marisco. Ya haré otra entrada sobre el tema. Creo, en todo caso, que el comercio de la pesca es doble: se ofrecen los productos que proceden de la industria pesquera, como puerto de mar, pero es evidente que hay pescadores ofreciendo también lo que han obtenido por ellos mismos. Una forma curiosa de vender y consumir el pescado es la de cocinarlo (¿freírlo?) y desecarlo, o bien entero o bien en trocitos, a modo de pescado agridulce; he visto que esta forma ha penetrado industrialmente y resulta grata al consumidor (está por ejemplo como sección en los grandes almacenes).



En medio de este panorama abrumador, de vez en cuando asoma la marca comercial europea o americana original, sin adulterar, lo que se reconoce primero por el precio –diez veces mayor– y por el sistema de protección y etiquetado con que vende sus productos, de esa manera uno se sorprende de ver cómo asoma por todos lados Nestlé, el chocolate Rochas,  Coca Cola-Fanta, etc. o como han abierto sus tiendas para la dura competencia Adidas, Philips, Ch. Dior, Zara, etc.


Este viajero, que tiene otros muchos vicios más o menos confesados, no ha encontrado todavía sus chocolates preferidos (Lind), pero sí que ha comprado tabletas de Ritcher, a precios astronómicos, aunque lo que más me gusta es callejear en los mercados de fruta y verdura, preguntar el precio y hablar con el gesto numeral de puño-dedos-mano, para luego elegir cuidadosamente las diez peras redondas, amarillas, dulcísimas que no conozco en Europa, y charlar un rato con el vendedor, a quien no suelo entender (suele ser además un chino dialectal).
Y hay otros productos que sí que son originarios, eh. Por ejemplo, en Qingdao se encuentra, desde hace un siglo, la más conocida marca de cervezas chinas. Ya lo contaré: está al lado de mi casa.


1 comentario:

  1. Muy interesante todo lo que nos cuentas Pablo, :)
    Mi opinión es que la calidad de sus productos, los que venden aquí, es bastante mala. Ya, el precio es muy bajo, y muchas veces caemos dejándonos llevar por la creencia de que somos "listos". Ellos sí parece que lo son. Más que nosotros.
    No sé hasta que punto los productos europeos están introduciéndose en su mercado, aparte de las grandes marcas que mencionas, pero sí tengo la sensación de que ellos sí están abriendo una gran brecha en los nuestros. Ayer comentaba esto mismo con mi yerno al darme cuenta de la cantidad, cada vez mayor, de productos chinos que ya se encuentran en los supermercados.
    China nos está devorando!! Y no digo que sea bueno o malo, qué más da esto!
    Antes lo fuimos por los USA.
    Un largo abrazo.

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