Cuaderno de pantalla que empezó a finales de marzo del año 2010, para hablar de poesía, y que luego se fue extendiendo a todo tipo de actividades y situaciones o bien conectadas (manuscritos, investigación, métrica, bibliotecas, archivos, autores...) o bien más alejadas (árboles, viajes, gentes...) Y finalmente, a todo, que para eso se crearon estos cuadernos.

Amigos, colegas, lectores con los que comparto el cuaderno

lunes, 21 de enero de 2013

La batalla todavía no perdida del verso libre. Flautas desechadas


Me ocurrió en un congreso de hispanistas (de la AIH) que se celebró hace poco, en Nueva York, en donde yo peroraba sobre el verso libre, porque estaba terminando una Métrica y quería contrastar algunos aspectos, los peor tratados, los más controvertidos. Me encontré con una sorda resistencia del escaso auditorio, que afloró finalmente en el argumento de que los contradictores parecían creer de verdad que, así como existe un pentasílabo o un alejandrino, existía un verso "libre"; y era inútil preguntar sobre su medida y su ritmo porque, me contestaban, era libre. Tampoco querían discutirme ejemplos concretos.


Más tarde, como es obvio, expuse e intenté aclarar –en aquella Métrica sustancialmente, aunque también en otros lugares– que lo de verso libre no se basa en el análisis de versos concretos de tal o tal versificador, sino en la actitud que asume el artificiero al despreocuparse del metro y dotar al verso de un solo elemento formal: el final gráfico de renglón, si escrito; la pausa oral, si leído o recitado, en ambos casos, aunque no haya justificación sintáctica que lo pida. Defendido con otro argumento más simple y desde otra perspectiva: cualquier verso necesita apoyarse en un ritmo (no puede ser no pronunciado o no escrito) y, si verso es, es decir, si termina a su derecha según se mira sin razón de margen físico, posee al menos un rasgo que lo naturaliza como tal, frente a la prosa.
Admitir esa apreciación tan sencilla significa sencillamente que no existe el "verso libre" tal y como se admite como un modo de aparecer cada verso en un poema versificado.
Hay que añadir un considerando, que está sólida y profusamente explicado por A. García Calvo, en su tratado de rítmica, del que ya hemos dado razón en varias ocasiones. El profesor de latines señala que es mejor distinguir entre ritmo (que siempre se da) y metro (cuando se le somete a número u orden), puede que con términos medios. En efecto es imposible aparecer hablando o escribiendo al margen del ritmo. Es posible marcar el ritmo con todo tipo de elementos; pero también es posible reducir esos elementos que marcan el metro a lo mínimo, como hemos dicho, por ejemplo a solo marcar el final de un segmento (el final del verso).

La aparición del verso libre ocurre –al margen de polémicas nominales e incluso nacionales– muy a finales del siglo XIX y durante los primeros años del XX. Yo mismo he señalado que, entre nosotros,  fue Juan Ramón –posiblemente confabulado poéticamente con Villaespesa– quien ensayó esa modalidad como una más en Rimas (1902). Mi buen amigo y colega Mario Hernández me señaló hace tiempo que durante aquellos años Clarín lo usaba en sus sátiras periodísticas.

Vuelvo a darle vueltas al tema, porque dentro de unos días comenzaremos una asignatura en la Universidad Autónoma de Madrid, que se llama "Escritura creativa", titulillo que no tengo ni idea de quién lo ha inventado ni con qué idea en ese lugar tan extraño que es mi universidad, pero que debe de apuntar a la creación, no solo escrita, claro. Una de las cosas que de vez en cuando los más jóvenes me suelen entregar son muestras de su quehacer literario, en ocasiones poesía en verso; si les pregunto después de la primera lectura sobre su intención, su función, su formato, etc. casi siempre a la última referencia me contestan que es "verso libre".


– ¿Lo has elegido como apropiado para lo que quieres decir o hacer?
– Sí, no me suelo preocupar de ese aspecto, es libre.
– Pero, ¿sabes en qué consiste que sea verso libre?
– Pues eso, libre, espontáneo, lo que sale sin más.
– ¿Sabrías expresarte en otra modalidad distinta?
– La verdad es que no me lo he planteado.
– Entonces al menos no es libre en el sentido de que lo hayas elegido para expresarte libremente. En realidad no lo has elegido: es la única modalidad que conoces. No has elegido. 

Por más que volvamos a darle vueltas a esta curiosa cuestión, me gustaría terminar este post con un análisis métrico de un poema en verso libre, "A mí", de Oliverio Girondo (En la más médula, 1956-1963):

14     Los más oscuros estre / mecimientos a mí   2.4.6 + 3.6
12     entre las extremi/ dades de la noche             1.5 + 1.5
9       los abandonos que crepitan                            5.8
9       cuanto vino a mí acompañado                       3.5.8
10     por los espejismos del deseo                          5.9
11     lo enteramente terso en la penumbra             4.6.10
11     las crecidas menores ya con luna                   3.6
17     aunque el ensueño ulule / entre mandíbulas transitorias   7 + 10
14     las teclas que nos tocan / hasta el hueso del grito        2.6 + 3.6
14     los caminos perdi/dos del llanto en la tierra                 3.6 + 3.6
14     la esperanza que espera / los trámites del trance          3.6 + 2. 6
17     por mucho que se apoye en /las coyunturas de lo fortuito     7 + 10
14     a mí a mí la plena íntegra / bella a mi hórrida vida               2.4.6 + 1. 3. 6

En el que se conjugan todos los elementos –o casi todos– característicos del llamado versolibrimo. Los versos tradicionales que aparecen, el endecasílabo suele ser un buen termómetro, son un sáfico y un melódico perfectos. Casan bien con los alejandrinos, que son modernos, es decir, se permiten palabra puente que cruza la zona de final de hemistiquio. Como el poeta va tomando versos sin remitir o intentar un poema de ritmo único (todo alejandrinos, por ejemplo) o ritmo armónico (una silva de alejandrinos, endecasílabos y heptasílabos, por ejemplo), aparecen también versos de 9 y 10. En un determinado momento el verso libre puede alargarse a versículo, como en los dos casos de versos de 17, que por cierto fue uno de los metros ensayado por los modernista (recuérdese el soneto Venus de Ruben Darío).
Resulta el más "libre" o extraño de todos el dodecasílabo, que podría ensartarse en una serie hemistiquial de 1.5 + 1.5 o ejecutarse de otras maneras; es decir, es el más alejado de la tradición ritmica, muy avanzada, que hereda Oliverio Girondo.
Perto todos los versos tienen su ritmo, mayoritariamente un ritmo tradicional o biensonante, por cierto: eso sí, el poeta no le ha hecho ascos a las novedades (palabra puente entre hemistiquios) y no ha cuidado que en su conjunto armonicen a modo tradicional, en cada caso ha elegido libremente el verso que le convenía. Y a eso es a lo que se llama versolibrismo, nacido por un exceso de armonía, un exceso de flautas, posiblemente, justo en los momentos en los que Rubén Darío convertía muchos de sus poemas en conciertos. ¿Tendrá que ver? ¿Será una revuelta contra el exceso de flautas? El más sesudo de todos los poetas castellanos, sin embargo, Unamuno, intentó (desde 1907) orquestar con flautas los miles de versos a los que se dio, con resultados muy desiguales.

En la poesía actual se destruyen casi siempre las flautas, casi siempre, ¿eh?

El post va ilustrado con unas cuantas flautas desechadas, de entre las que obtuve para la cubierta de un libro reciente. Tanta flauta compensa, con su música, las posibles disonancias del verso libre.


5 comentarios:

  1. Muy buenas las explicaciones, gracias.

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  2. Pablo, ¿por qué en el verso diez de Oliverio Girondo se identifica el final del hemistiquio entre las sílabas "di" y "dos" de "perdidos" ("los caminos perdi/dos del llanto en la tierra"), en lugar de señalarlo entre "perdidos" y "del"? Si fuese así saldría, por lo que se me alcanza, un verso compuesto por un heptasílabo con acento en sexta + un hexasílabo con acento en quinta, con lo que el acento en sexta se volvería extrarrítmico. Pero ¿no está eso de alguna manera en el verso? ¿O por qué, si no, no podríamos identificar en el verso once del poema, por el contrario, el final del hemistiquio entre las sílabas "pe" y "ra" de "espera", con lo que el verso estaría compuesto por un heptasílabo + un octosílabo, con lo que el acento estrófico en la séptima del octosílabo volvería extrarrítmico al acento en sexta del heptasílabo?

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  3. Hola, Juan Ra. Hay varias cosas implícitas en lo que preguntas con buen sentido. En principio todos los tridecasílabos (te hablo del primer ejemplo) con acento en sexta –sea cual sea la palabra que lo lleve– pueden funcionar en una cadena o ritmo de alejandrinos clásicos (los de 7 + 7), sencillamente porque su ritmo es ese mismo oooooó / oooooóo, sea cual sea, te insisto, la palabra portadora de la marca rítmica. De hecho en el ritmo se apoyaron los modernistas para –a la francesa– atravesar ese "blanco" entre hemistiquios con una palabra. En el post anterior sobre hemistiquios lo ejemplifiqué con versos de Antonio Machado y de Valle Inclán.
    Yo suelo defender el escaso uso del tridecasílabo (hay un artículo en "Rhitmhyca" al respecto) precisamente porque su ritmo –excepto en el caso de que lleven acento en quinta– se confunde o asocia con variedades del alejandrino. Es decir, apesar de Juana de Ibarborou o Cirlot (que ensayaron versos de 13), ese verso "suena" con ritmo de 14.
    Sería posible, sin embargo, que sonara de ese modo tan peculiar, que lo ejecutaras como una 7 + 6 si el ritmo del contexto fuera de esa única y extraña variedad de tridecasílabos, cosa, en lo que se me alcanza, que solo se ha intentado una sola vez.
    El acento extrarrítmico al que aludes, en sexta, no lo es: se llama, ya lo sabes, extrarrítmico al que está al lado de otro rítmico, de los que configuran la estructura rítmica del verso, lo que no es el caso.

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  4. Muy semejante puede ser la justificación del otro verso. No es que nosotros podamos hacer lo que nos dé la gana –se puede ejecutar con un "abanico" de posibilidades, no con todas. En este caso, en concreto, estás intentando ejecutar un verso simple (un alejandrino hemistiquial de ritmo claro) como si fuera un extraño verso 7 + 8, precisamente con el argumento contrario, llevando el ritmo a sexta y creando la frontera hemistiquial forzada, con dos sílabas en anacrusis, etc. Observa que lo haces en un contexto de alejandrinos, primero, y que cambias el ritmo (el segundo hemistiquio sonaría con acento en séptima y no en sexta), que introduces no una "regularidad" (como en el verso anterior) sino una irregularidad rítmica. Puedes hacerlo, si quieres estridencias, pongo por caso, pero también puedes dislocar todos los acentos y ejecutarlo de mil maneras distintas, haciendo que en cada caso suene con ritmos dislocados: el ritmo que se sugiere en el análisis anterior es el mas natural, sencillamente.

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  5. Gracias, Pablo. Me he acordado también de lo que explica Brodsky, que las reglas métricas impiden las respuestas automáticas.

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