Cuaderno de pantalla que empezó a finales de marzo del año 2010, para hablar de poesía, y que luego se fue extendiendo a todo tipo de actividades y situaciones o bien conectadas (manuscritos, investigación, métrica, bibliotecas, archivos, autores...) o bien más alejadas (árboles, viajes, gentes...) Y finalmente, a todo, que para eso se crearon estos cuadernos.

Amigos, colegas, lectores con los que comparto el cuaderno

miércoles, 16 de octubre de 2019

Con San Francisco


Llegué hoy al archivo de San Francisco el Grande y me recibió el padre Pedro Gil, de extraordinaria amabilidad, con el que hube un buen rato de charla. No podré empezar a ver papeles hasta noviembre, pero algunas de las pistas que me me ha dado he de consultarlas antes, desde luego. O sea que tarea tengo. Ya ven ustedes la elegancia de la escalera que me subía, por una puerta lateral, a la conversación.


Otra vez que San Francisco me ha dejado con la mañana colgada. Pero Madrid, y sobre todo Madrid viejo, me tienta, de manera que resolví, primero, asomarme otra vez a San Francisco, ya que la verja estaba abierta y el "¿hermano?" de las entradas me dejaba entrar por lo de venir recomendado por Pedro Gil. ¡Qué maravilla! San Francisco iluminado, San Pablo blanco, los frescos de Goya, los angelotes de las pilas bautismales, el coro, el par de púlpitos.... aquella cúpula –de las más grandes del mundo, sobre todo para la época–. Tuve un arrebato de colores, que no se terminó con los enrejados soberbios ni con las tallas de madera de la puerta.


Borracho de colores salí dispuesto a recorrer el barrio y, sobre todo, a visitar Cava baja 4, en donde se acaba de descubrir un torreón de la vieja muralla, que por allí discurre (lo acaba de contar Mercedes Gómez en su estupendo blog). Conozco bien la zona, que ha tenido acceso a este blog muchas veces (casas nobiliarias, multitud de edificaciones mudéjares –de ladrillo rojo–, San Andrés, la vieja casa del Conde de Paredes (de Nava), las calles de San Isidro y Tabernillas, etc. En todas me fui parando, y aun entrando. ¿Sabía ustedes que la guardiana del Museo, en la casa del Conde palentino, que está en el llamado depósito del último piso –colmillos, cerámicas, vidrios....– escribe? Allí estaba abandonada pegando la hebra conmigo, que le contaba los inventos de San Isidro. Yo le conté, para su relato de miedo, que en la BNE encontré un manuscrito de finales del siglo XVI que se inventaba, haciéndose el viejo, lo de la invención de un patrono labrador para una urbe en la que se podía pasar hambre.

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Recorrí la Cava Baja, tan distinta ahora, tan tranquila; y me encontré con todo cerrado, incluyendo los números 4, 6, etc. incluso el que hacía esquina a Puerta Cerrada. Deambulé un poco a la buena ventura, sin éxito, y me dirigí a San Miguel –la del opus y la fachada comba– en donde había un bicimad, para volver a Madrid cruzando el Retiro.


















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