La flor del loto |
Uno de los últimos paseos en Qingdao fue para recorrer la parte de la ciudad que fue residencia de los altos cargos durante las varias colonizaciones alemanas, lo que todavía se aprecia no solo en este barrio, sino en toda la zona del puerto, en donde quedan viejas cervecerías y de donde son –alemanes– los pocos turistas que he visto. En el barrio que rodea la segunda playa, uno de los más selectos de Qingdao, visitamos la casa del general Chiang Kai-Shek, el lider nacionalista que acabo siendo el dictador de Taiwan y desde cuyos salones y ventanales se admira el poniente sobre el mar, todo un símbolo. La casa está prácticamente vacía. El barrio, por cierto, luce una buena parte de casas edificadas por prestigiosos arquitectos rusos, sobre todo en las décadas de los veinte y de los treintas, antes quizá de que la rivalidad nacionalista-comunista, una vez derrotados los japoneses, se hiciera evidente.
En aquella parte las zonas arboladas y hasta ajardinadas son abundantes; se encuentran lagunas y parques creados para conseguir una atmósfera exquisita, quizá garcilasiana. El viajero lo dice porque en esa visita y en aquella atmósfera a lo mejor ocurrió lo que idealiza el primer verso, que también puede haber sido una lanzadera de la imaginación, claro.
pasó cerca quien nunca había venido
los versos
escuché de Garcilaso
temblaron al
saber algo de qué
temblaron al
saber algo de cuándo
al viento que
movía los deseos
las ramas de
los arboles hablaron
repiten lo que
a veces tanto han dicho
pero esta vez más
lejos y más claro
no había fuente
donde ver el agua
y en estos
tiempos anda oculto el llanto
pero yo sé que
el mar sería poco
para explicar sin más lo que ha pasado
oscura la
región donde se olvida
pasó vino muy cerca estuvo al lado
pasó vino muy cerca estuvo al lado
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