Pude el otro día, aprovechando una cita que se retrasó, hacer amistad con un papa noel prematuro que andaba desatado comprando de todo –aunque lo mío son los reyes– y me encontré con la buena nueva de que la casa discográfica Brillant había vuelto a hacer de las suyas y había renovado su fondo con una serie de discos y álbunes a precios maravillosos, como viene haciendo durante los últimos años. A su arrimo, los restantes sellos discográficos han bajado sus precios, creo que más del 50%, hasta los de EMI andaban por debajo de los seis euros. Y están apareciendo otros sellos con precios igual de revolucionarios (Newton, por ejemplo). Se trata, además, de grabaciones bastante buenas, aunque siempre hay alguna irregularidad, como las había en otros sellos y colecciones. He de confesar que en su momento piqué con Chopin, Bach, Mendelsohn, Shostacovich, las sonatas de Beethoven, Haydn, Debussy.... Parece evidente que los precios astronómicos (¡de hasta treinta euros he visto cedés!) eran sencillamente un abuso que alejaba la buena música del público normal, que tenía que hacer piruetas para conseguir lo que oír quería. Supongo que Brillant está arruinando a las discográficas o, dicho de otra manera, supongo que las discográficas han dejado de enriquecerse a costa de nuestro alimento musical.
ITunes, Spotify, etc., han revolucionado efectivamente el mundo de la música. Me aconsejan que no vuelva a pagar nada por un "soporte" musical, sencillamente que oiga la que quiera a través de esos nuevos procedimientos, y que la colección de cedés que con tanto cariño y esfuerzo hemos ido reuniendo unos y otros se vaya junto a la de los vinilos y las casetes. No será así, desde luego, porque todo eso tuvo su recorrido sentimental y forma parte del rincón de querencias que cada uno tenemos, de modo que no solo conservaré la colección de cedés –y la de vinilos– sino que he vuelto a picar y, conchabado con papa noel, me he gastado los dineros que no tengo en nuevos discos. Además, ahora no hace falta copiar nada, se acabó la polémica del pirateo, sale más barata la compra que la copia, pues se dan casos tan llamativos como que la música completa de Bach, en más de cien disco, cuesta 89 euros.
Codicioso, impenitente, consumista.... he comprado los de brillant, los que había al lado, los que había visto mucho más caros antes, las piezas extrañas que había perseguido en vano, de todo, hasta casi entregar a la música el dinero de las cavas y los turrones.
La trilogía de Georges Brassens –editada un millón de veces, lo sé– recoge ahora nada menos que seis álbunes originales en tres discos soberbios, eso sí, sin la letra. Tres cedés con las grabaciones de Esteban Sánchez, al piano, de un refinado Albéniz que ya conocía; creo que por unos ocho euros el total. De ese tenor los dos cedés con interpretaciones chopinianas –sonatas, baladas y esquerzos– de Adam Harasiewicz. En lo que respecta a Chopin he añadido la pillería de adquirir otra version de los nocturnos, la de Luis Fernando Pérez (en Mirare), que no pude ni escuchar cuando salió con precio que triplicaba el actual. Es muy digna. Con esa condición de disco arrinconado me encontré con una antología del piano mexicano del siglo XX (Salvador Contreras, Lucía Álvarez Vázquez, Graciela Agudela Murguía, Leonardo Velázquez, Mario Kuri Aldana, Enrique Santos), en grabación de María Teresa Frenk: la inmensa mancha del piano hispanoamericano de la segunda mitad del siglo XIX y del XX alcanza una calidad e interés que contrasta con su escasa difusión entre nosotros, en la península. Papa Noel se hizo el remolón, pero acabó por comprarme, la obra completa para piano y violín, y para piano y voz de John Cage (1912-1992), en tres cedes que todavía ando degustando. Y las adquisiciones iban camino de dejarme también sin rebajas de zapatos –los necesito–, ¡porque cada disco costaba alrededor de tres euros! De modo que fue absolutamente necesario comprar el disco con los cuartetos de Debussy, Ravel y Dutilleux, en interpretación de Juilliard cuarteto de cuerda; y completar el conocimiento de la obra de Borodin con un disco que recogía todo su piano. Cualquier explicación huelga.
He acallado mi mala conciencia mientras escuchaba todo y me repetía un viejo lema: "ya que nos obligan a padecer los males de la sociedad capitalista, aprovéchate de sus bienes". Cuando sonaba "Almería" del segundo libro de Iberia, de Albéniz, se me borró toda mala conciencia y me entregué a la lenta, exquisita, interpretación de Esteban Sánchez.
A ti me lleva la pavana jugue
tona de albéniz, que no sabe estarse
quieta y se columpia sobre el piano
con muy poco respeto hacia los dedos;
eso no es nada para cuando suene
el albaicín, como si caminaran
las teclas por la cuesta del chapiz
y luego descendieran por el darro.
Este modo de ser alegre oculta
algo, adelanta la nostalgia cierta
de la belleza que se perderá
en cuanto el tiempo se descuide un poco
y suene el piano solo, como en esta
nochebuena en madrid del año doce.
...Et je me demande pourquoi, bon Dieu, ça vous dérange que je vive en peu...