Cuaderno de pantalla que empezó a finales de marzo del año 2010, para hablar de poesía, y que luego se fue extendiendo a todo tipo de actividades y situaciones o bien conectadas (manuscritos, investigación, métrica, bibliotecas, archivos, autores...) o bien más alejadas (árboles, viajes, gentes...) Y finalmente, a todo, que para eso se crearon estos cuadernos.
Amigos, colegas, lectores con los que comparto el cuaderno
lunes, 24 de febrero de 2020
miércoles, 19 de febrero de 2020
Entrada de arte en madrid
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lunes, 17 de febrero de 2020
Ha sido en China
A punto he estado de decir "menos mal que ha sido en China", lo cual hubiera sido empezar de mala manera. En realidad a lo que quería aludir es a que el inmenso país asiático ha sido capaz –autoritarismo, sistema de organización, control, etc.– de trazar un perímetro de acuartelados equivalente a media España con más de 80 millones de habitantes, y que todo el resto del mundo alaba su capacidad de control y el ejercicio de autoridad.
Pienso en Europa: ¿se hubiera podido hacer lo mismo en Francia, Inglaterra, Holanda, Polonia, etc.? Hubieran consentido los holandeses –pongo por caso– tener que llevar mascarilla, no salir de casa, etc.? Las llamadas "democracias" europeas no hubieran podido contener a sus individuos, acostumbrados a ciertas dosis de libertad, con las restricciones necesarias para contener una epidemia de este tipo, que se hubiera propagado urbi et orbe.
Lo cual no quiere decir nada, ni valorar nada, es una constatación de la fragilidad de nuestro modo de organizar vida y sociedad.
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China,
coronavirus
miércoles, 5 de febrero de 2020
sáficos
El vate anda recopilando los sáficos, para un antología breve que los incluya; un nuevo esfuerzo para lograr que el ritmo imponga su ley y la palabra no vaya demasiado suelta. De la veintena de composiciones que llevan ese ritmo, la mayoría optan por el balanceo rítmico 4/8, aunque otros jalonan el 4/6. Es probable que el puente de 4/8 exija algún tipo de fuerza tensiva. Buscaremos alguna ilustración, de los jardines de Cecilio Rodríguez, en el Retiro.
sostendré el verso mientras pueda frágil
mente seguir cuidar de las palabras
que no se alejen demasiado simple
mente con la pasión de ser que vayan
y que compongan armonía cerca
en tanto nuestra voz aderezada
la inspiración el pensamiento imagen
en los espacios blancos suena enlaza
huella motivo sugerencia signo
de travesía sueños que se escapan
en donde brotan escondidamente
entre tierras y rocas venas de agua
la crëación que nos permita ser
la plenitud serena de la nada
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sáfico
Sobre "Campos de Castilla", de Antonio Machado, fragmentos de la edición
manifestación nacionalista reciente en la calle Goya de Madrid |
La
imagen final de Antonio Machado (julio de 1875-enero de 1939), mirando al mar
de invierno en Colliure, soñando quizá en rehacer lo que le queda de vida en
aquel pueblecito francés de pescadores, cercano a la frontera, se mantiene solo
durante unos instantes; las noticias y, sobre todo, las imágenes que han
quedado de su fallecimiento, traslado del cuerpo, entierro…. resultan
sobrecogedoras para cualquier lector de los escritos –y las poesías– del último
de los grandes clásicos españoles. Este extraño país de enemigos, pendencias,
incomprensiones maltrató a media España –como él había predicho– y enfrentó
irremediablemente a unos y otros; además, “ganaron los malos”, que se cebaron
en sus enemigos y encerraron a la triste y espaciosa españa en cuarenta años de
sordidez. Sobre lo que ha quedado luego…. baste con decir que la lectura de
Machado sigue siendo actual. Y no me engaño: durante aquellos años y en la
españa vencedora y triunfante, claro que hubo ramalazos de belleza, logros,
focos de nobleza, momentos de resolución, generosidad y todo lo que se quiera.
Pero la imagen del quinto viaje de Antonio Machado a Francia, con su aire
desgarbado y el gabán roto por la ceniza del cigarro, huyendo en condiciones
trágicas durante el invierno de 1939 hacia Francia, quedará siempre como una
realidad de nuestra historia, que se asoma de vez en cuando y gesticula hacia
el horror, el miedo, la tristeza. Porque todo eso es España, mal que nos pese.
Una de las últimas fotos de Machado, en Colliure (de la reciente exposición en el Instituto Cervantes) |
Este
editor va a publicar, cuando se cumplen ochenta años de su muerte –y los
herederos ya no pueden prohibirlo, ni vivir de la herencia de la creación, como
Pérez de Ayala, Juan Ramón Jiménez y tantos otros–, va a publicar Campos de Castilla, al menos si Clásicos Hispánicos alcanza su número 100. No va un paréntesis
para señalar el año, que hubiera podido ser 1912, pues la obrita que aparece
entonces con ese título no tiene prácticamente nada que ver con la que
usualmente se lee. Para que nadie se llame a engaño: no existe Campos de Castilla de 1917, no existe
ese libro. El
pequeño y frágil libro que aparece en 1912 termina con “humoradas”, proverbios,
cantares y dos poesías en homenaje a Juan Ramón Jiménez y a Unamuno. Hacia el
final se sitúa también el largo romance “La tierra de Alvargonzález”, dedicada
a JRJ, que ya andaba bastante lejos de lo que escribía su amigo sevillano.
Biográficamente contiene apuntes de todo tipo, pero en aquella edición se
encuentra uno de los poemas más frescos y vitales del poeta, Pascua de Resurrección, escrito hacia el
verano de 1909, poco antes de casarse con Leonor.
https://hanganadolosmalos.blogspot.com/2014/04/pascua-de-resurreccion-armonias-poeticas.html
https://hanganadolosmalos.blogspot.com/2014/04/pascua-de-resurreccion-armonias-poeticas.html
Es
curioso que nadie defienda que el clasicismo de Antonio Machado es culpable,
primero, de su permanencia como poeta que resuena constantemente; y segundo, de
una especie de apagamiento que se va operando poco a poco en su vena poética,
germinal en Campos de Castilla,
evidente en Nuevas Canciones (1924).
La guerra y la tensión social reavivan su vena poética, determinada obviamente
por las circunstancias y por un amor tardío; pero el referente de la poesía
clásica será una buena antología que recoja casi todo de los dos primeros
libros y una selección de su etapa final, entreverada de apócrifos, prosas y
otras páginas. Terminará por escribir una veintena de páginas ensayísticas en La Vanguardia de Barcelona, cuando allí se
detenga camino del exilio –y la muerte– en 1938-39. Y es curioso, con toda
evidencia asoman en toda su obra, pero particularmente en su obra final,
defectillos técnicos a modo de ripios, reiteraciones, desapegos…. que nadie va
a admitir nunca, pero que son una muestra de cómo el poeta piensa más que
canta.
En
realidad Campos de Castilla se
prepara para su edición (1912) mientras que están ocurriendo todos los grandes
cambios estéticos que preceden e la primera guerra mundial (1914) –Picasso,
Mallarme, Stravinsky…– y cuya onda alcanza al Ulyses de James Joyce y Tierra
Baldía de Eliot, al poco de comenzar la década de los veinte, cuando
Machado –en Baeza– ya ha descendido de sus versos, y las nuevas generaciones poéticas,
entre ellos Lorca, han iniciado el asenso al arte del siglo XX. Poco se
entenderá de la poesía de Antonio Machado si no se sitúan sus versos en aquella
formación histórica.
Antonio
Machado es el último gran poeta clásico antes de que el siglo XX se encarrile
hacia las vanguardias. Eso quiere decir sencillamente que sus versos se
entienden en una lectura directa, sin necesidad de una explicación crítica,
como voz común.
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Antonio Machado,
Campos de Castilla
En el Museo de Artes Decorativas
Ayer enseñé ese escondido museo, que está entre mis preferidos de Madrid, y aparte de subir la vieja escalera de madera hasta la cocina valenciana del cuarto piso, me encontré con cuatro o cinco sencillas exposiciones, una de ellas la los carteles que anunciaban las centenarias exposiciones de Barcelona y Sevilla, las que originaron –¡qué tiempos¡– el pueblo español de Barcelona o la gran plaza de España de Sevilla, entre otras cosas. Y de paso me llevé un par de generosos carteles anunciadores de las fiestas florales de Valencia, también centenarios. Es curioso, algún poso ha dejado en mí Levante, en donde profesé cuando obtuve mi plaza de profesor en el Instituto de Gandía. La luz de abril sobre el Mediterráneo.
De vez en cuando vuelvo al hormiguero del verano y me perfuma todavía el azahar, que me llevaba –en bici– de la playa al "Instituto nuevo".
El Museo –cierto es– resulta discreto, escondido, con poca fortuna en esta ciudad de grandes y soberbios museos. Supongo que también anda con poco presupuesto. Le adorna el Retiro y la belleza del barrio de los Jerónimos.
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Gandía,
Museo de artes decorativas
un viejo poema
recorro de vez en cuando -y expurgo– la extensa, demasiado extensa, creación de versos o la exploración de rincones del conocimiento y de la investigación, sin demasiado convencimiento. Hoy me he parado en un viejo soneto –lo de los sonetos tiene su qué, para controlar la facilidad de la vena–, el que me lleva una y otra vez al remanso de los tilos, la plazoleta del jardín botánico de Madrid. He retocado muy poco. Suena todavía:
quietud
redonda y cinco tilos para
que de pensar descanse el pasajero
el
viejo sol de invierno apenas llega
a
trazar laberintos en el suelo
no
hay colores ni frutos solo verde
alguna
rama cruje se oye el vuelo
de
los pájaros y un rumor urbano
gente
que bulle cada vez más lejos
a
la plaza sentado como siempre
he
venido a dejar los pensamientos
necesito
llegar a la armonía
sentir
que nada soy que nada tengo
a
mirar he venido a respirar
a
llenarme de paz y de silencio
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Jardín Botánico de Madrid,
tilos
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