Cuaderno de pantalla que empezó a finales de marzo del año 2010, para hablar de poesía, y que luego se fue extendiendo a todo tipo de actividades y situaciones o bien conectadas (manuscritos, investigación, métrica, bibliotecas, archivos, autores...) o bien más alejadas (árboles, viajes, gentes...) Y finalmente, a todo, que para eso se crearon estos cuadernos.
Amigos, colegas, lectores con los que comparto el cuaderno
domingo, 30 de septiembre de 2012
sábado, 29 de septiembre de 2012
viernes, 28 de septiembre de 2012
Callejear
Paris
encuentra su estación, sin duda, en otoño: le gustan los paraguas, las
gabardinas, iluminar tiendas y restaurantes mientras fuera llueve; el juego de las luces al cambiar las estaciones, que la gente
vaya deprisa a donde todos van. Es la estación más adecuada para ejercer ese
arte que tanto les gusta a los franceses –bueno, a quienes allí viven–: hablar,
el arte de dar importancia a todo a través de la palabra, con una copa de vino
delante, degustada lentamente y tratando de cobrar carácter exhibiendo verbo. Es el París medio.
Ciudad de mendigos silenciosos y de barriadas inmensas que mueven la gente desde el amanecer al anochecer –metros enormes, riadas de coches, autobuses....–, en mezclas raciales que se mantienen milagrosamente sin demasiada hostilidad, a pesar de que es el París más duro.
Y luego está el país del lujo, refinado hasta la excentricidad: el mejor escaparate para el mundo.
El rapsoda tenía cierta avidez por callejear, por consumir ciudad, por descubrir calles, rincones, escenas, gentes antes de que se haga tarde, porque
la ciudad se vacía pronto, después de haber ocupado todas las terrazas de las
cafeterías para ejercer el otro arte: el de mirar y ser vistos, prefentemente
vestidos de negro, con alguna nota de color –pañuelo, gorro, guantes....
La Butte aux Cailles |
He callejeado por mis calles: la Estrapade,
Saint Jacques, Pot de Fer, la Mouffetard, Glacier.... y antes de irme a
descansar me he asomado a la rue Souflot para ver el Panteón, coronado por una luna llena, probablemente uno
de los monumentos –o lo que sea– más horroroso que jamás haya podido
imaginarse, por lo de dentro y por lo de fuera. Y ahí estaba, entre la lluvia y
la niebla, en una plaza, sin embargo, proporcionada, gracias a la biblioteca
Sainte-Genevieve, la vieja universidad.
Todo
va cambiando poco a poco aquí también. Lo noto en cada viaje. La Mouffetard es cada vez más
una callejuela de extranjeros y advenedizos que buscan comida barata –crepes,
libaneses, griega, perritos....–; apenas quedan tres o cuatro restaurantes franceses (desapareció una de las mejores creperís), alguno regional y todavía las tiendas de quesos, vinos y tartas. Nada sé del mercadito, porque la he recorrido tarde, nocturna, cuando iba a comprar un par de naranjas (un euro cada naranja).
Probablemente la erosión atañe a casi todo: hoy han anunciado en este país que ya están en más de tres millones de parados. Las diferencias sociales pueden resultar más dramáticas en París, si sigue siendo, también, la ciudad del lujo, la ciudad de paso, la ciudad de los turistas tópicos, en la que una gran masa de gente, a pesar del paro, nunca aceptará trabajos humildes: no aceptará la miseria y las carencias (de tiempo, dinero, comodidades, etc.) en la ciudad a donde todos vienen a gastar y disfrutar.
Port Royal |
Y
luego está el otro pequeño parís, el de las librerías, los barrios residenciales medios, los museos y las tiendas
sencillas, las colas para comprar el pan a la vuelta del trabajo, los lugares en donde se respira libertad y placer de vivir
razonablemente. Es el parís cordial, hermoso que uno no se cansa nunca de pasear y
que te permite andar durante horas por los bulevares, descansar razonablemente
en el parque de Luxemburgo, le Jardin de Plantes, Mont Souris....
¡Las hayas y
los ginkos de Mont Souris!, al salir del campus de las residencias
universitarias, otro remanso de quietud, que ahora ambienta la música de un
elegante tranvía que pasa cerca.
Ciudad
que siempre va de paso y que parece que se queda esperando cuando nos vamos; que siempre se
queda lejos.
Habrá que volver.
La cola del pan |
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Paris
Verlaine con su paloma en los jardines de Luxembourg
Verlaine en el Jardin de Luxembourg |
Una paloma se ha posado sobre
la pétrea cabeza de Verlaine;
muy cerca anda chopin, algo perdido,
entre aligustres, pinos y otras plantas;
más lejos, baudelaire, descolorido
se ha quedado mirando adolescentes
que salen del liceo de montaigne,
casi todos fumando sin parar,
necesidad de ritos iniciáticos;
los jardines esconden más estatuas
la mayoría sucias y deformes;
faltan vallejo y borges y machado....
No concede parís ninguna tregua
a la memoria de las emociones.
Baudelaire |
Chopin |
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Jardines de Luxembourg,
Una paloma se ha posado sobre,
Verlaine
jueves, 27 de septiembre de 2012
Jardín de plantas
Así se llama el botánico de París, que siempre he atravesado y pocas veces he disfrutado, despacio, en cada estación, pues está en el mismo centro de ciudad ocupando un espacio enorme, generoso, que comparte con un zoológico y con otras muchos centros institucionales, normalmente de carácter cientifico.
Los franceses son especialmente didácticos e históricamente innovadores en todo lo que es jardinería, y bien que se nota en este espléndido espacio, que no tiene parangón en ninguno de los botánicos que he visto, quizá su didactismo sea tan determinante como en el Botánico de Cambridge (UK).
Lo que, finalmente, he podido ver y recoger dará para mucho. No sé de qué manera los jardineros de este "jardín de plantes" han logrado las avenidas florales de un colorido brillante y pensado, hasta el punto de que los coleos, las salvias, los abrótanos.... resplandecen como nunca he visto, y no digamos los hibiscos, las cañas, las dalias, etc. es decir, aquellas plantas que ya de por exhiben color. El comienzo del otoño no ha arredrado la floración que se mantiene en parques, bulevares, plazas y, desde luego, en el Jardín de Plantes.
El viajero ha terminado agotado de perseguir tanta belleza. Tan empalagado que no ofrece más que una breve muestra ahora, haciendo prevalecer las largas hileras de plátanos, que también se podan para formar alineaciones o para que las copas formen bóveda muy alta.
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martes, 25 de septiembre de 2012
La catalogación de los manuscritos de la Biblioteca Nacional de España. Fin del convenio
Con
un año de antelación sobre los cinco previstos, un poco intempestivamente y al arrimo de la llamada "crisis", la BNE ha dado por finalizado el convenio. Por tanto, el uno de octubre, el grupo de
alumnos, licenciados y doctores que, en su mayoría, se habían formado en
EDOBNE, es decir, catalogando los lunes por la tarde manuscritos e iniciándose
y desarrollando tareas de investigación, se ha reunido para decirse hasta luego,
charlar y plantearse un nuevo futuro profesional.
El grupo ha estado siempre formado por ocho personas, normalmente seis contratados y dos becarios, con pequeñas fluctuaciones, que provenían de los cambios naturales en personas de esa formación y valía: acceso a puestos de mayor relieve, oposiciones ganadas, viajes y estancias dentro y fuera de España, circunstancias personales; etc.
El otro grupo mayor que inspiró estas actividades –el que trabajaba conmigo también los lunes por la tarde, en la misma BNE– seguirá con un plan todavía valido y
bastantes proyectos (la biblioteca de autógrafos, un par de revistas, la
biblioteca de clásicos, etc.); pero aquella otra tarea, que empezamos a realizar
minuciosamente hace unos veinte años (siete volúmenes del catálogo se han publicado en Arco-Libros) ha alcanzado algún final –siempre quedarán muchos flecos–
después del convenio que concertaron BNE y mi propia universidad, por mi propia
iniciativa y por mí dirigidos, de lo que me siento enormemente orgulloso,
porque creo haber cumplido una de mis tareas como profesor en el campo de la docencia y de la investigación.
Que
la sección de manuscritos de la Biblioteca Nacional de España –una de las más
ricas del mundo, sin duda– haya estado catalogándose por un grupo de filólogos y bibliotecarios de la UAM, integrados en
mis proyectos de investigación (siempre aprobados por la DGICyT) es francamente
un motivo de satisfacción, sobre todo para ellos que así lograron su formación, su especialización y su trabajo, por más que ni en mi facultad ni en mi departamento de Filología Española tengan ni la más
remota idea de lo que hemos hecho y hasta se hayan opuesto sistemáticamente….
Pero ese es un tema de otro lugar, camino por el que no creo que merezca la
pena seguir, ya que esta nota solo quiere ahora recordar al conjunto de
catalogadores que a lo largo de estos cuatro años ha venido trabajando acogidos
por el convenio, es decir, los que han efectuado ese catálogo, dirigidos en su
tarea diaria por el propio personal técnico de la BNE.
No
son ocho, porque como dije a lo largo de estos años, otros logros y caminos
profesionales, otra vocación, circunstancias personales, etc. han ido moviendo
el grupo, que sin embargo ha mantenido la continuidad, por los investigadores
que han permanecido y por el carácter cíclico que integraba en el grupo a
becarios, que luego pasaban a ser contratados. Estos son, por orden alfabético. En la M se encontrará a Pablo Moíño y en la E a Grisel Estayno, que en periodos de años dirigieron y coordinaron el grupo con la misma eficacia que cumplieron su tarea los demás. ¡Qué enorme orgullo poder publicar sus nombres, felicitarles por su tarea y saludarles ya como amigos y colegas! No me cansaré de recordar a quien quiera que consulte los catálogos de manuscritos de la BNE (ya están en línea, naturalmente), que se han podido confeccionar gracias a la tarea de todos ellos:
María
Casas
Juan
Cerezo
Diana
Eguía
Juan Escourido
Grisel
Estayno
Carolina
Fernández
Ana
Garriga
Javier
Maldonado
Jorge
Machón
Almudena
Méndez
Pablo
Moíño
Begoña
Morato
Ana
Puchau
Marta
Quesada
Paula
Pérez
Virginia
Serra
Víctor
Sierra
Sofía
Simôes
s ricas del mundo, sin dua–ioteca Nacional de
España –una de las mrpia universidad, dirigidos por milu mayorola en la corte.
El
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Biblioteca Nacional de España,
edobne
lunes, 24 de septiembre de 2012
"Nada puede pedir quien nada ofrece...."
Nada puede pedir
quien nada ofrece,
el equipaje
machadiano apresta:
un cepillo de
dientes, unos versos,
vagos recuerdos
de quien nada espera,
la risa tonta de
quien todo ignora:
–traído para qué, dónde te llevan–,
a qué universo extraño
te mandaron
a dar tumbos sin
ton ni son y vueltas.
Del almacén
donde guardé al pasar
lo que no cabe
en la voz y la maleta,
¿quién se va a
ocupar cuando me vaya?,
¿quién el
desnudo soñará de gema?
Con las manos
vacías y perplejo,
sin nada que
ofrecer a quien se acerca.
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Nada puede pedir quien nada ofrece
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