Para que haya diferencia ha de haber un fondo mínimo de armonía
que permita distinguir el quiebro. Ojalá el camino sea hacia la diferencia y no
hacia el rebaño, allí donde todos viven, hacen y piensan lo mismo, es decir: el
mejor modo para ser dominado y conseguir usar tu libertad en provecho propio.
Hubo de ser China –lo cuentan los viejos historiadores– exquisito
lugar de diferencias, sobre las que el tiempo puso sus manos. El viajero simple
constata hoy que algunos lugares se han convertido en templos de la
generalización e igualación, que a veces se llama “globalización”: los enormes centros
comerciales, el papel que se concede al coche, el refugio del teléfono, la
publicidad, modos de vestir, hablar, comer.... modos de ser. Todo lo que transita por vía del dinero opera
como elemento aplastante e igualador, pocos dialectos conoce el dinero. ¿Hacia
el bienestar social? Eso parece otra
cuestión; habría que definir en qué consiste el bienestar social, sobre todo si
consiste en ser o en tener, porque tal sintagma anda preñado de contenido ideológico
(lo que nos enseñan, nos pregonan, nos dan por mejor, etc.)
A veces esa resistencia es la de una costumbre generalizada y
sorda contra la novedad que se quiere imponer de cualquier manera. En esta
ciudad enorme, como dos veces Madrid, por ejemplo, se han abierto varios
centros comerciales para todas las marcas universales dichas “de prestigio” en
cualquier terreno (ropa, deportes, cosmética, joyas, perfumes, etc.) El más
grande –creo que de ocho pisos– es una especie de Macys o Corte Inglés en
corazón de china, pero... está semivacío. Parece como si la gente no estuviera
dispuesta a gastarse el jornal de una semana en un jabón frances (L’Occitane en
Provence) o en una mochila suiza, al menos mientras en la calle se la ofrezcan
veinte o treinta veces más barata. Sin embargo, lo que no está en la calle, no
queda más remedio que aceptarlo, como los coches; ocurría con los ordenadores
–este es el reino de Samsung–, pero también en ese terreno está asomando la
ingeniería china. Por cierto, me parecen más bonitas las gafas de los puestos
callejeros (las monturas), que las de las grandes marcas; y es algo que puede
ocurrir en bastantes campos.
La resistencia a la igualación se instala a veces en las
tradiciones –que tienen su peligro, como elemento de inmovilidad–, pero la
resistencia asoma por todos lados, imparable, y parece ser un motor de la
condición humana que será muy difícil anular, afortunadamente. De manera que
contra la globalización, el deseo de ser uno, la crítica, el apartamiento....
la condición humana.
En este lugar en donde estoy observo y canto a la diferencia cada
día: en el horario de la vida cotidiana, al comprar zanahorias o manzanas gigantescas,
degustar las mandarinas de cáscara verde que los labradores venden directamente
en sus camionetas, comprobar el sabor de las nueces redondas y arrugadas,
observar el garabato de los plátanos –los árboles– y la extraña figura del
pescado en los restaurantes, en donde cuelgan y se muestran al público....
Una
curiosa resistencia que se asoma constantemente a la vida cotidiana y que
tiene, si uno repara, multitud de aspectos, a veces indescriptibles: el modo de
andar, con balanceo recto de los brazos, de las chicas; su facilidad para
ponerse de cuclillas; las trenzas y las colas de caballo de las niñas; la
abrumadora y densa presencia de los varones; la invasión de las gafas en todas
las edades y condiciones (¿resultado del aprendizaje de la escritura?); la
seriedad y buen hacer de los conductor@s de autobuses; la infinita paciencia de
los peatones, que cruzan con semáforo verde y en paso de cebra sorteando
coches; el reclamo de los vendedores a las puertas del negocio, con carteles o
con pregones; la paciencia; los modos colectivos de sentarse a comer o cenar
las familias o los grupos de amigos; la habilidad con los palillos (¡que
todavía no he adquirido!), la infinita dulzura de las parejas; la infinidad de
inventos simples (¡la fregona china! ¡los atriles para el teléfono!.... ) Y así
podría seguir durante páginas enteras.
Verdad es que algunas de esas costumbres parecen haberse
convertido en hábitos perversos (¿el juego de cartas entre los mayores?) o en
molestias para los demás (los escupitajos, todavía, sobre todo en la gente
mayor). No creo que sea higiénico, sino estético (¿estética de qué ideología?) lo
de tender la ropa, con desparpajo, en la calle, entre dos árboles o farolas,
porque en esa acera da el sol y es tierra de todos. El apartado higiénico deja,
es cierto, bastante que desear, y he observado que es sobre todo en los
adolescentes (es decir: en la educación) que ni por pienso utilizan nunca una
papelera (hay pocas); pero no siempre en lo que más se critica; en esta ciudad
por ejemplo son abundantísimos los servicios públicos, que se anuncian, además;
¿que están sucios? Por lo menos los hay, no como en Madrid o en España que,
sencillamente, no los hay. O en París, que tienes que pagar el equivalente a
una cena china para cumplir con una urgencia. Puestos a comparar ya quisiera
alguna de las grandes ciudades europeas (Madrid, Roma, París, Nápoles,
Barcelona....) tener un servicio público de autobuses de la calidad, horario y
efectividad del de Qingdao. En este blog ya ha aparecido un canto al 25 (una de
mis líneas preferidas para perderme en Qingdao), pero su funcionamiento es
ejemplar (y cuestan 0,12 céntimos, 1 yuan).
La igualación ha barrido la historia de las ciudades –en lo que he
visto– y ha uniformado a la europea a los hombres y a la americana a las
mujeres. Coches y electrodomésticos han operado del mismo modo en otras capas
sociales. Pero queda el elemento humano, ante todo el racial, que no se puede
anular (¡menos mal!); luego el idiomático, irreductible por el momento (a pesar
de los programas automáticos de conversión de signos, que ya es universal el sougou); finalmente el sentimental,
afectivo e ideológico, del que tomarán conciencia todos aquellos que alcancen a
desarrollar algún tipo de capacidad mediante el cultivo de la inteligencia. No
puedo pretender conocerlo así, superficialmente, pero los signos externos algo
indican: no he visto violencia, ni droga, ni prostitución, ni agresividad... a
pesar de que todavía se fuma en las cafeterías o sobre todo en ellas.
El “a donde fueres haz lo que vieres” me ha llevado a las frutas
de la calle (dominan ¡las granadas!, los liches, manzanas, acerolas, kiwis,
uvas, peras... y otras que no sé. Cada día pruebo una verdura distinta (que soy
incapaz de identificar la mayoría de las veces) o me paro de vuelta a casa a
elegir en la bandejita que te dan los pinchos con que te preparan la barbacoa:
suelo elegir los de tofú, verduras (a veces variedades de setas), o los
calamares a la plancha; pero hay muchísimas opciones, que luego se embadurnan
con salsa, que yo pido que no sea muy picante (la). Si te enredas con el
idioma, enseguida acuden varias personas a explicarte –en inglés siempre– cómo
se llama algo o qué me han contestado. Y siempre está ese curioso lenguaje de
gestos, que tiene su código–como se sabe– cuando te dicen el precio, a partir
de los dedos, el puño y la mano.
Ayer no solo hubo luna llena, sino que en la plaza en la que se
estaba bailando la luna llena ofreció un eclipse casi total, no sé si se
aprecia en la foto que puse en entrada anterior. Como si ella hubiera querido
esa noche, asimismo, ofrecer una cara diferente.
Volví a casa cansado y aun tuve tiempo de buscar una mochila
mediana, para un nuevo viaje que preparo dentro de unos días a un lugar
apartado, en la costa, en donde veré cómo suena la oda de fray Luis, el
apartamiento.
Por ahora, y con todas las salvedades, se puede seguir cantando la
diferencia.
Querido Pablo:
ResponderEliminarComo ex-alumno tuyo -¿discípulo?, te leo sobre todo por tus apuntes literarios. Por eso quería preguntarte qué se sabe sobre la autoría de Quevedo en el memorial que principia con "Católica, sacra y real majestad, Que Dios en la tierra os hizo deidad". ¿Es de Quevedo por fin? ¿La versión remozada que aparece en la película 'Alatriste' es libertad del guionista?
Te mando un fuerte abrazo.
Juan Pablo Arenas.
Hola, Juan Pablo. No,no es de Quevedo, y sobre ella hay mucha bibliografía crítica, particularmente de James O. Crosby. Todo lo de Alatriste, lo mismo que los textos literarios de los que derivan, son recreaciones literarias, no solo históricas, por tanto pueden emplear elementos imaginarios.
EliminarMe alegro saber de ti. Abrazos
TNTERESANTE
ResponderEliminarGracias
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