Imitación compuesta llaman los críticos a la criatura que nace por la
combinación de fuentes. Me traigo el concepto a mi paseo madrileño de ayer por
la tarde noche, con la capital atiborrada de paseantes, los más turistas, con
aire de fiesta por todos lados, con la última antología de
Cristina Peri Rossi (La barca del tiempo,
2016) bajo el brazo, y cierta curiosidad por ver cómo han quedado la calle de Atocha y la Gran Vía sin tráfico, que es una de las polémicas vivas durante estos días.
Anduve, anduve –me falta el
tercero– desde el Retiro al Madrid viejo, que quería volver a ver cómo se
remoza su tejido urbano, casi constantemente; y tuve ocasión, desde la Puerta de Alcalá de disfrutar cómo la nueva ordenación urbana, que prohíbe la circulación de muchos vehículos
por tres arterias de Madrid, había sorprendentemente entregado la ciudad a la
alegría de las gentes. Y quiero mojarme, porque hay que intervenir y tomar decisiones, y probablemente defenderlas: ojalá en el Ayuntamiento resistan la
carga interesada de Encarnita y sus huestes contra una medida que remansa la
ciudad, alegra a las gentes, entrega los rincones a los paseantes, llena de
aire las calles, nos hace más paseantes y menos aislados....
A la vuelta, paré en el viejo Florida, dentro del Retiro,
para disfrutar de una remodelación completa y oportuna, eso pienso, que ha
dejado, además de un nuevo restaurante con su barra y sala, varios rincones
gratos a su espalda, incluyendo una minúscula crepería, aunque solo de tres
sabores dulces. Eso será el III lugar de mi inspiración compuesta.
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