Henry Kamen acaba de publicar en un periódico nacional un extenso artículo sobre la palabra “hispanismo”, su uso y su alcance: “Hispanista, palabra en busca de definición” (El Mundo, viernes 10 de set.) Kamen es un reconocido investigador e historiador cuyas opiniones son merecedoras de considerarse; sin embargo sus precisiones, en este caso, parecen trascender la mera observación del historiador que allega materiales para su mejor juicio; va mucho más allá de esa recolecta e interpretación de la realidad y, me temo, confunde muchas cosas de niveles y campos distintos, para terminar defendiendo una cierta independencia y liberación frente al uso de “hispanismo” y su familia léxica como correlato del “nacionalismo”. Final trabajosamente desviado, me temo, con el que resulta difícil convenir. De entre las muchas acepciones con las que juega al abrir su comentario, la más general y sencilla funciona correctamente: “estudiosos que tenían interés en la lengua y la cultura de España”, siempre que amplíe esa acepción a la comunidad que habla el español, para así englobar a hispanoamérica y evitar el conflicto con otras lenguas peninsulares.
Como todas las palabras “hispanista”, “hispanismo”, etc. puede utilizarse en contexto y situaciones extremadamente variables, de las que recibe matices semánticos de todo tipo, incluso usos extraños; pero eso es normal en el uso de la lengua, que en realidad es lo que confundido al historiador. En efecto, lo que parece asustar a Kamen es que en ese juego de usos actuales muchas veces se identifica al “hispanista” y al “hispanismo” con el “nacionalista” español o con el estudioso no español que defiende algún tipo de esencia o peculiaridad “nacional” en España. No es así. El hispanista se dedica a la lengua y la cultura que la comunidad de esa lengua sostiene y sobre la que se asienta su cultura. La mar de sencillo, y eso sean cuales sean sus ideas sobre la “nación” española, argentina, cubana o uruguaya; sean cuales sean sus creencias religiosas, sentimientos emocionales, criterios estéticos, raciales, etc. Y sí, sí puede haber un colectivo humano tan heterogéneo como ese, unidos por un eslabón –ahora lo llaman hipergénero– superior y común; no solo en España, claro, sino en todas las comunidades. Se equivoca, esta vez de manera extrañamente desviada, cuando dice que en España no hay “francesistas, inglesistas...”Desde luego, empleamos la raíz culta: hay “germanistas, galicistas, anglicistas...”, como en todos lados, eso depende de otros factores, generalmente del nivel educacional del país.
En resumen: que los términos “hispanista” e “hispanismo” están bien definidos en el universo léxico y se pueden utilizar correctamente, sin mayores complicaciones, pero no se libran, como cualquier palabra de su uso peyorativo, matizado, parcial, etc. Por ejemplo, Kamen no se ha librado de ese veneno y, envenenado y contumaz, ha construido una viñeta interpretadora fuera de toda certidumbre, en la que, ya puestos, se ha ido a conclusiones que nadie podría admitir: los “hispanistas” como los “sumos sacerdotes” que “guardan las esencias” nacionales, y cosas así. Toda la parte final del artículo de Kamen es como una traca final de disparates que derivan de un postulado falso, en donde recoge los tópicos de un nacionalismo, trasnochado además, que pocas veces constituye el objeto de los hispanistas (=dedicados al estudio de la lengua y la cultura en español”): excepcionalidad, obsesiones ideológicas, marginación... No es que no me reconozca en todo ese baúl de conceptos trasnochados, es que no reconozco ninguna de las tareas de mis colegas extranjeros que se ocupan de nuestra lengua y cultura, tampoco reconozco los ensayos de Kamen sobre los hispanistas, ni sus valiosas contribuciones al mejor conocimiento del reinado de Felipe II o de El Escorial, etc. No, no hacia falta disparar ahí: ahí no hay nadie ni nada, los pocos restos que uno pudiera encontrar de este “nacionalismo” no viven en el seno del hispanismo; y los que se contagian de otras esferas, suelen rechazarse o mirarse con suma desconfianza por parte de los hispanistas.
Y por cierto, yo me siento cómodo empleando la palabra y sé lo que quiero decir, no me parece que agreda con ella a nadie. Otra cosa más peliaguda –me ha ocurrido siempre– es cuando con esa palabra me refiero a los estudiosos de esa lengua y cultura cuando se trata de su lengua y de su cultura: ¿es un hispanista un español que se ocupa de Machado?, ¿un uruguayo que estudia a Benedetti?, ¿un mexicano especializado en el arte azteca?... Nos llevaría lejos. ¿Han observado ustedes que en el último caso no debemos hablar de “hispanismo”; pero sí si hubiera cambiado "arte azteca" por "Octavio Paz"? Es sencillo ver que el soporte es la lengua materna. Insisto, sin embargo, en que esto nos llevaría a otro tema.
En fin, es fácil señalar en caso de Kamen los lugares que le desvían hacia la perorata, quizá el más evidente es cuando dice: “...no debe haber una forma nacional de estudiar el arte, la literatura o la historia”, como no hay una forma nacional de estudiar la medicina. El sofisma hace agua por todos lados, especialmente porque salta del método de estudio o del estudioso a su campo de dedicación, como si fueran cosas iguales. Que no quepa ninguna duda que con los análisis clínicos y los laboratorios no vamos a llegar a conocer los dialectos rioplatenses, y que el estudio de lengua y cultura se ejerce con métodos peculiares, como los de la Medicina, la Arquitectura, el Derecho, etc.
Y para acabar: nadie ha dicho que por estudiar una lengua y una cultura uno se revista de los atributos que caracterizan a su objeto de estudio; eso lo hacen quizá contados y malísimos investigadores. Yo no creo que Kamen se parezca a Felipe II, sinceramente, ni siquiera al monarca que él ha querido dibujar en nuestro tiempo.
Creo que un mejicano estudioso de Octavio Paz tampoco es un hispanista. Siempre entendí por hispanista al que, teniendo por lengua materna alguna diferente a las establecidas por la constitución española, se dedicaba al estudio de la lengua, la historia o la cultura en español. En otro caso, basta con ser profesor, catedrático, doctor, etc. en lengua, literatura o historia -¿para qué querer ser más aún que eso, que ya es mucho, o pensar que hispanista es más importante y por qué?-. En el caso de estudiar algún país americano (aparte de EEUU y Canadá, son igual de América todos los demás), también existen los americanistas. A ver si encuentro el artículo de Kamen, que no he leído.
ResponderEliminarSí, esa era mi duda cuando decía que yo no debería considerarme hispanista por estudiar, por ejemplo, la poesía de Quevedo.
ResponderEliminarLa rigidez de la certidumbre en el campo de las humanidades no es una cualidad, sino más bien una excepción.