nada se puede ver desde el final
es inútil dejar horas perdidas
y el pensamiento alerta agazapado
por si la noche al cabo se ilumina
algo existe que puede con el tiempo
y no logra mostrar lo que no sabes
ni decirte podrá lo que no entiendes,
mientras que rebuscamos en palabras
y recogemos lo que va cesando
a nuestro paso inútil es hablar
de la sagacidad de nuestra mente
de la caducidad de la belleza
o de la destrucción de los recuerdos
pasa la luz pasa la vida pasa
es inútil dejar horas perdidas
y el pensamiento alerta agazapado
por si la noche al cabo se ilumina
algo existe que puede con el tiempo
y no logra mostrar lo que no sabes
ni decirte podrá lo que no entiendes,
mientras que rebuscamos en palabras
y recogemos lo que va cesando
a nuestro paso inútil es hablar
de la sagacidad de nuestra mente
de la caducidad de la belleza
o de la destrucción de los recuerdos
pasa la luz pasa la vida pasa
¡Qué bello poema!, muchas gracias, aunque a mí no me parecen inútiles las "horas perdidas". Me di cuenta de que nos hacemos mayores por la cantidad de horas perdidas que tuve cuando era jovencilla, mirando por una ventana durante horas y pensando en cosas ... o con un libro entretenida sin pensar en todo lo que tenía que hacer después. Ahora, más mayor, ya no tengo esa libertad: me parece que todo el tiempo tiene que ser productivo y, como mi tendencia natural es la de pensar en las musarañas y a ensimismarme, me siento culpable enseguida. En fin, que creo que son muy útiles para el alma las "horas perdidas" -un regalo que nos hacemos-; y que hay una belleza que no caduca, la que llevamos dentro y nos hace ver cosas bellas. Si dentro no existe, todo se ve más horrible. En un día de mal humor, todo se ve fatal. La belleza es algo subjetivo y no puede caducar. Al final, todo depende de nosotros (y es una gran responsabilidad). Pero su poema sí es bello, objetiva y subjetivamente. Enhorabuena y muy amable por escribirlo.
ResponderEliminarVuelvo a ser la pesada anónima que ayer hice ya un comentario a su poema. Hoy, que vuelvo a leer sus versos -"ni decirte podrá lo que no entiendes ...", le dejo, de parte de Rubén Darío, "Yo te cantaré ahora un cuento crepuscular, con la precisa condición de que no has de querer comprenderlo: pues si intentas abrir los labios, volarán todos los papemores del cuento. Oye, nada más; mira, nada más. Oye, si suenan músicas que has oído en un tiempo, cuando eras jardinera en el reino de Mataquín y pasaban los príncipes de caza..."
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