Porque así volví a escuchar y leer poesía de Gil de Biedma, en el Museo de la Biblioteca Nacional de España, donde compartía visitas con el Inca Garcilaso, el Retablo de Maese Pedro, Alonso Zamora Vicente.... y un montoncillo de cosas más, que suelo pasear y ver, aunque nunca los lunes, que son los días en los que acudo a hurgar manuscritos y otros papeles sabrosos, día por lo demás que es el de cierre semanal de los museos y museíllos. Hojeaba los prospectos de las exposiciones, y en el cartel desplegable de Gil de Biedma se había insertado, entre otras cosas, un texto quebrado y feote. Pensé que era el riesgo de este poeta catalán de tanto predicamento, que va de bruces a la prosa sencilla, porque quiere que le lean y le entiendan, y de vez en cuando –es casi obligado– incurre en esos pedruscos.
La otra cara de la moneda es la amplitud de audiencia: y en el quicio anda el peligro. ¿Por qué? Porque aligerar el tono y acercarlo al oído y la inteligencia de amplios lectores sin incurrir en banalidades es tarea ardua. Lo saben perfectamente quienes, en la estela de Biedma, pero también de toda una corriente artística, han apostado por la literalidad o el objetivismo, aunque ambas cosas no sean lo mismo: durante estos días el Museo Tyssen abre exposición en la que el objetivismo –sí, el del Jarama– presenta su historia moderna, su deslumbrante historia moderna, y baste con traer a colación, además de a Sánchez Ferlosio, del lado de la escritura, a Antonio López.La literalidad de una importante corriente poética actual, refrendada por el último libro de Luis García Montero, una Balada en la muerte de la poesía, que es el escritor que de modo más consciente, continuado y contagioso ha predicado y escrito de esa manera. El libro se abre con una cita de Gil de Biedma.
No es si embargo la única voz poética, lo que no deja de ser normal, pero solo en algunos momentos de nuestra historia, pues también suele ser normal que el paraguas ideológico o estético imponga la monodia (poetas del cancionero, románticos, pastores del Renacimiento...). Creo que atravesamos un largo periodo histórico en el que voces y corrientes se han disparado en busca de los rincones, la marginalidad, las fronteras; o se han aquilatado para quintaesenciar lo que ya se practicaba.
Creo, en fin, que es bondad de los nuevos tiempos el que podamos elegir el espacio artístico que mejor nos convenga en cada caso. Eso sí: me temo que a ellos no les gusta andar juntos.
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