Los jardines de Zhusu

La primavera no ha llegado todavía al botánico de Hangzhou; en el camino, alrededor del lago del oeste, me detuve en los jardines de Zhusu, en donde se dice que hay decenas de variedades de lotos: los lotos o nenúfares tampoco están en flor –excepto en su peculiar invernadero de algunos patios–, de manera que hay que conformarse con sorprender esa sensación de que todo va a despertar, de que todo está a punto, evidente en la fragilidad de los brotes con que esbozan su renacimiento los sauces, especialmente los sauces más jóvenes que forman hileras: el sauce  –el que llamamos "llorón"– es el árbol preferido de la ciudad, sobre todo de los paseos alrededor del lago, en donde se encuentran sauces centenarios. En otros lugares –como el botánico– domina el bambú, con el que se han formado bosquecillos. Luego, cuando uno recorre el itinerario didáctico, aprende otras muchas cosas, que a veces vienen de la historia.

En el Botánico, por ejemplo, dominan los arces; entre los arbustos florales, las camelias, las azaleas y los rododendros; entre las flores, las rosas; como plantas de relleno, los jazmines de invierno, las aucubas, varios tipos de evónimos... Al parecer, lo mismo que en otros lugares. Pero las cartelas y explicaciones bien se encargan de decir que los rododendros son originarios de China y que en las mejores concentraciones de rododendros de otros lugares (y se cita Alemania, Australia, Estados Unidos....) son resultados de exportaciones lejanas del rododendro chino, repartidas por todo el mundo, en cuyo mapa universal, por cierto, falta uno de los lugares en donde mejor se cultiva: Galicia, es decir, todo el norte de la Península Ibérica, que aparece en blanco, pecado que haremos extensible a las camelias y las azaleas, que también ocupan grandes extensiones del Botánico de Hangzhou, cuya floración quizá ya haya decorado el parque, aunque todavía hay camelias por todos lados.

En realidad, la nota diferencial la dan unos cuantos matices: los bosques de bambú, la cantidad de agua (estanques, arroyos, cursos de río o de canales, etc.) con plantaciones de loto, las alineaciones de sauces y –eso sí– el regusto por los bonsais, algunos espectaculares. A ello se une, como elemento arquitectónico, el "pavellón". Ofrezco varias fotos sobre ese tipo de paisaje.

Es como si el concepto de ruina se hubiera trasladado al paisaje, que quiere dar una falsa sensación de abandono, falsa por el salpicado de pavellones, el empedrado de los senderos, los puentecillos, la disposición de todos los elementos para que disfrute el caminante, que puede seguir un itinerario casi turístico (no he visto occidentales, pero sí mucha gente de otras partes de China y, quizá, japoneses) por variedad de templos, jardines y monumentos, siempre dominados por el espacio natural.

El caminante se ha perdido por los caminos, hasta el cansancio, luego ha visitado el museo provincial, en donde sabía que había muchos manuscritos (daremos cuenta) y ha terminado tomándose unos fideos y un zumo de naranja a media tarde, cuando ha arreciado la lluvia fina, resistiéndose a tomar el autobús (el 7) para volver al otro lado del lago, donde se hospeda.

Muy cerca, a la orilla, la gente se arremolina y espera a que sea de noche cerrada para disfrutar del espectáculo de música luz y agua, que lleva el diseño de (el de los juegos olímpicos). 

Al final, 90 minutos de masaje chino, para intentar romper el círculo de los cambios de horario y obligar al sueño a sus horas.