El menda lerenda está haciendo sacas de libros desde hace años, y la ha acelerado recientemente: ofrece, regala, expone, deja.... libros a amigos, interesados, curiosos y demás, lo que es un modo de armonizar con los nuevos tiempos, que nos envían información por otros modos y canales, tal y como por otro lado ocurre con la música almacenada en discotecas y compactecas. Lo malo del millar de discos de vinilo es su peso: están lejos y no sé qué hacer con ellos.
En el caso de los libros ello no quiere decir que el menda lerenda deje de leer y predique la lejanía con ese espacio íntimo que es el de nuestra civilización: la lectura. Al fin y al cabo he sido profesor de "literatura" durante mucho tiempo y he intentando enseñar a leer y he intentado dirigir lecturas. Regalar libros y bibliotecas quiere decir otras muchas cosas, algunas privadas, que no son de este lugar. Lo que me ocurre es que al mismo tiempo que las sacas de ejemplares, los libros siguen llegando, por actividad en el campo profesional o por compra –interés, curiosidad y placer. De hecho, como sabe el lector de este blog, acabamos de publicar dos volúmenes más de la Biblioteca de Autógrafos Españoles
El escaparate de mi librería de libros recién llegados da una muestra bien representativa: tres libros de mi campo de trabajo, uno de ellos y parte de otro, por cierto –no lo dice la cubierta– en edición de ese admirable investigador que es Luis Gómez Canseco; no lo dice la cubierta del Quijote de Avellaneda. En ese cupo hay un Quevedo o al él referido, sumamente interesante.
Lecturas menos sesudas parece que pudieran ser los otros dos: la novela de Belén Gopegui, a mi modo de ver de lo más valioso que narrativamente se escribe en este país. Abro paréntesis y recuerdo a Ricardo Senabre –fue mi profesor en la universidad de Salamanca, entre otras cosas–, repentinamente fallecido hace unos días. Era un extraordinario crítico de novelas actuales; sus reseñas aparecían periódicamente en El Cultural.
En cuanto al libro de Gregorio Morán...., uno no puede no asomarse a título tan sugestivo, en donde, cierto es, todo lo que voy leyendo conecta con mis propias vivencias y las gentes de mi generación. Por asentimiento vital el libro es valioso históricamente, a veces con juicios algo atrevidos o peyorativos y con noticiero muy curioso que añade al que ya tenía perspectivas que no fueron las mías. He oído hablar mucho de ese libro, casi siempre de modo despectivo, condenándolo por su critica negativa. No es cierto: he convenido con él en los juicios positivos sobre Aranguren, en las dos o tres pinceladas sobre Alonso Zamora Vicente, etc. Y también estoy de acuerdo, en definitiva, con los zarandeos a Víctor García de la Concha, sobre cuya figura ha tenido la desgracia de pivotar la cultura oficial española, cosas de este extraño país. De modo que considero que es un documento inestimable.
Hombre, los detalles.... Iba detrás de los profesores que encabezaron aquella famosa manifestación, de resultas de la cual expulsaron a García Calvo, Aranguren, Montero Díaz... (Tierno Galván no iba, llegó al día siguiente), y conozco pasillos y tortuosidades diversas –por ejemplo, las conversaciones entre Tovar y García Calvo–; pero no sé en qué momento la historia se convierte en chismorreo y cuándo hay que saltar a perspectiva general, para no hablar de mis compañeros de guerra, entre los que recuerdo a Eugenio Lasarre (hoy del PP), la complicidad de Juan Pabo Fusi, y sobre todo a Balín (ocupa hoy un puesto muy activo en un Ministerio, no sé si se le puede citar con nombre y apellidos). Quizá todo lo que cada uno de nosotros pudiera añadir anda condenado a perderse con la ventolera de la historia, que con estos mimbres trazan otros.
Muy interesante todo lo que cuenta. Creo que está algo equivocado, ve un final pero no es que sea el final: es su final de una etapa, como cuando se acaba el colegio, la universidad, un matrimonio, etc. pero es que lo que queda es nuevo y aún muy largo. Hay que pasar un proceso de adaptación pero ¡qué libertad da no tener horarios y no tener que rendir cuentas! ... las personas se angustian por no tener un patrón que seguir y se apuntan a viajes, cursos, más horarios ... ¿será que no estamos preparados para tanta libertad?.
ResponderEliminarTambién da libertad desprenderse de cosas, ir más ligero, los vinilos los pagan muy bien y ahora son muy apreciados, sí da algo de pena dejarlos sin más, como los libros, pero es higiene doble: mental, luego enseguida nos olvidamos, y física, porque acumulan polvo y suciedad y crean ambiente propicio para alergias -por eso los nórdicos van a las bibliotecas y no acumulan libros en casa.
Tendrá que ir pensando que le empieza una nueva etapa, larga y diferente, para volver sobre lo anterior que pasó desapercibido en su momento por luchas de egocentrismo, autoimportancia ... y para comenzar lo nuevo, lo más interesante de la vida, al aire de la libertad y sin tener que rendir cuentas ni tener que aparentar nada, ¡qué lujo!
Gracias por sus comentarios, que si son los de otras veces, resultan inteligentes y, me parece, dictados siempre desde el optimismo. Desde luego que hay que conjugar perspectiva propia y perspectiva "universal", esta última rica, abierta y quién sabe hacia dónde. No creo que se empiece todo de nuevo, lo que se hace es acoplar el ritmo y mirar con más tranquilidad todo. Yo me he apuntado a viajes –los que no pude hacer–, estudios –los que no pude seguir–, etc. ; pero estaba deseando hacerlo, claro. Creo que el tiempo siempre se queda corto.
ResponderEliminarBueno, y tenga tiempo para aburrirse un rato, que es muy divertido y placentero aburrirse de vez en cuando. Veo que sí se plantea bien sus nuevas etapas. Enhorabuena.
ResponderEliminarPues a mí no me vendría mal compartir ese Quijote...
ResponderEliminar¿Hace un café, una tarde de éstas, en la calle La Palma, a cambio de ese LIBRO de Libros...quijote refiero? :|´
Saúdos
Claro que hace, anónimo; pero como no sé quién eres.... aunque en la calle de La Palma se da uno de los mejores cafés de Madrid, como parece que sabes.
ResponderEliminarRepaso mentalmente los Quijotes de mi biblioteca y sí que hay algunos que se pueden regalar: me quedaré con el de Riquer, el de Lerner, uno de los de Rico (porque colaboré en un par de capítulos) y ahora tendré como el mejor el de Luis G. Canseco, que nos ha hecho para Clásicos Hispánicos.