domingo, 23 de febrero de 2014

Y el mal como conocimiento (coda a las furias y las jácaras)


En el cine es donde mejor se entiende que la exposición del mal –el tema del mal– es necesario para enseñar la historia, se extraiga explícitamente luego o no una derivación moral o una enseñanza de cualquier tipo. La exposición de hechos históricos pasados por el celuloide no puede ocultarlos sistemáticamente, o disfrazarlos, pues se ofrecería solo una parte de la historia, de cualquier historia, y ya es bastante lo que el tiempo olvida y la historia no recupera como para además recurrir a esa estratagema. Además, en fin, eso no suele ser así. Las mil posibilidades de los juegos de estilo (perspectiva, tiempo, diálogos, música, etc.) permiten a quien dirija una película y ordene cámaras, temas, diálogos, etc. referir la historia llena de matices, incluso un modo más hábil de negarla o exagerarla.

Diálogo con el director al término de la película (cine Doré, Madrid)
Todo sea para enjuiciar el nuevo ciclo de cine rumano que acaba de comenzar en la filmoteca nacional (Madrid), y que se abrió el viernes con la película Al nacer del día (2012) de Goran Paskaljevic, quien además presentó el filme y permitió el diálogo final con los espectadores. Alguno hubo que en su turno de preguntas equivocó nuevamente lo que es el tema con lo que es el pensamiento o la intención del director, del cineasta. No porque el tema trate de los judíos (los judíos serbios durante la segunda guerra mundial) y se narre lo que ocurrió en Belgrado el cineasta tiene que alinearse exactamente como ellos. Contar en estos casos es un modo de historiar, y la historia no se cambia según las nobles ideas del que las cuenta o del espectador. El quicio en el que se coloca la criatura artística –y con ello me refiero a la película– resulta extremadamente ambiguo, precisamente porque recrea la realidad histórica de manera muy completa (imágenes, diálogos, personajes....), como una copia de la realidad.

Otra cosa es, precisamente, la versión cinematográfica, es decir, la realidad artística: película reflexiva, más proclive al diálogo y los paseos de la cámara –estupenda la fotografía– que a los efectos y los excesos dramáticos que el tema hubiera permitido, no creo que sea muy aplaudida ni degustada por público numeroso, cuyas preferencias mayoritarias se inclinan cada vez más hacia rasgos de percepción simple y superficial.



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