miércoles, 11 de diciembre de 2013

me sé de memoria sus rincones

El pasillo termina en una puerta
siempre cerrada –la que da a la calle–,
sin ventanas, hay que encender
la luz, aunque no sea todavía

de noche y se adivine claridad
en casi todas las habitaciones;
recorro a diario este pasillo oscuro
y me sé de memoria sus rincones:

dónde encontrar las llaves de la luz,
los pasos que hay que dar, cómo esquivar
el espejo, los muebles y la lámpara
para encontrar a tientas la salida;

podría recorrerlo sin mirar
y abrir la puerta sin ningún esfuerzo.

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