jueves, 5 de mayo de 2011

Soledades

Si pudiera escuchar contigo algunas
arias de Haendel, me daría igual
que ya no me volvieras a mirar
por el arcaduz bello de una mano;

el designio, la fábrica y el modo
del cabello en estambre azul cogido,
haciéndoles atalaya del ocaso,
hasta dónde se besan los extremos;

tejió en sus ramas inconstantes nidos
cuando más escurecen las espumas
y mientras dulce aquel su muerte anuncia
no hay silencio a que pronto no responda.

Campo amanezca estéril de ceniza.
La razón falta donde sobran años.

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