viernes, 27 de mayo de 2011

Sexo, arqueología e historia








Es bastante curioso que en el impresionante Museo Arqueológico de Nápoles –uno de los mayores del mundo, por sus colecciones, por su ubicación y por el edificio– después de haber recorrido las salas de las medallas, o de haber visto la colección Farnesio, a la estancia de los papiros, las ruinas de Herculano, de Pompeya, etc. en un extremo del museo nos avisen de que hay una exposición solo para mayores de catorce años o de menores acompañados. Se exponen y en cierto modo arrinconan en aquel lugar las representaciones de carácter sexual de todas aquellas excavaciones. 


La dificultad de discernir sobre el tema ha obligado a llevar allí cosas muy diferentes, que, además, al ser juzgadas por criterios actuales, se mezclan con poco temor de dios y producen una extraña sensación de batiburrillo, porque uno se encuentra pinturas y mosaicos enternecedores al lado de imágenes grotescas, escenas mitológicas o priapos descomunales. Es decir, si el criterio ha sido "aquí lo que es sexo" y se ha desechado lo que hubiera podido ser: "aquí lo que es humor" o aquí lo que es "intensidad erótica", etc. el resultado es extraño. Al lado de la escena de dos varones estilizados y musculosos que se engarzan buscando la tensión emocional, el falso realismo de un fauno de proporciones descomunales; al lado del falo gigantesco que en la pared serviría para colgar ropa o luces, una escena realista de cópula hombre-mujer; al lado de la representación de Dafne convirtiéndose en laurel, una escena de bestialismo.... hasta llegar a imágenes como la del monigote que en la frente lleva los órganos sexuales (¿en el lugar del pensamiento?).







Emperadores, escritores y artistas se representan con solo el busto: interesa su parte intelectual, su cabeza; los soldados, deportistas, bailarines y militares, estatuas de cuerpo entero, porque así interesan, por el conjunto de sus habilidades; las escenas sexuales parecen ocupar ámbitos más cerrados, quizá familiares, pero se representan y se exponen, quizá como un índice de que la moral más pacata que habrá de venir no ha logrado todavía encerrar el cuerpo en el rincón secreto de los peligros que acechan al alma.
Me temo que no se puede ampliar el tema de aquellas salas a, digamos, el erotismo del mundo clásico en aquellas excavaciones, pues no lo hay en las representaciones burlescas; y sin embargo sí lo hay, disperso por todo el museo, en la representación marmórea de algunos desnudos, en la postura de gimnastas y efebos, en la ropa mojada de matronas, el el descanso descuidado.... 



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