martes, 31 de mayo de 2011

Oriente de piratas, Ótranto aterrorizada por Acmet Pasià


He venido buscando el puerto más oriental de Italia. Se llama Ótranto; aparece en las historias del Adriático con relativa frecuencia, pues era la avanzadilla contra bizantinos, turcos y piratas: un puerto codiciado por todos. Los reyes aragoneses reconstruyeron una enorme fortaleza, desde tiempos romanos (hay curiosas excavaciones arqueológicas), que fortalecieron antes los bárbaros y los bizantinos y que convirtieron en mole inexpugnable los virreyes españoles. Se conserva un poco de todo. Además de los restos de la fortaleza perduran otros –entre ellos, frescos y mosaicos estupendos–, y perdura el recuerdo ya legendario de la toma de la fortaleza por los turcos en agosto de 1480, para conmemorar la cual se levantó Santa María de los Mártires, cuyo "campanile" suena a la caída de la tarde sobre la playa.

 


El jefe turco, Acmet Pascià (hoy nombre del restaurante mejor situado en el paseo marítimo) encerró a todos los cristianos en la basílica y mandó degollar a los que no se convirtieran. Ochocientos cristianos fueron degollados en una macabra ceremonia –continúa la tradición, recogida también en crónicas de le época–, pero el primer degollado se mantuvo en pie, sin cabeza, causando el estupor de los turcos, y de quien le había degollado, Antonio Primaldo (¿le bautizaron luego?), que se convirtió inmediatamente a la fe Cristo, por lo que fue empalado. "La sua atroce condanna fu di essere impalato. Ancora oggi lungo la scalinata, si conserva la colonna del supplizio", que no voy a reproducir.


Ótranto tiene mucha historia, pero el sol no se pone por el mar, como esperaba, sino detrás del caserío de la playa, por la configuración de la costa: eso sí, con una luz dulce y suave, como las de sus aguas playeras, al final de la bahía que acoge al puerto. Lo he recorrido de arriba abajo; lo turístico casi se ha  impuesto sobre lo histórico, pero queda todavía esa sensación de que es el "balcón del oriente", como se llama otra pizzeria del lugar, aunque también las hay que se llaman "El corsario" o el mentado Acmet, signo de descreencia, desmentido por una procesión que acaba de pasar –a las diez de la noche– con una virgen y fuegos artificiales para terminar. Estamos en Italia.


Eso sí, mi sorpresa ha sido grande cuando me he encontrado que dentro del castillo hay montada una exposición en torno a "otro aragonés": Salvador Dalí. La he visto y le daremos entrada. Va un adelanto, el de las sillas que adornan el foso y luego continúan por las almenas, obra de artistas locales, que han enriquecido la muestra.


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