sábado, 13 de noviembre de 2010

Libro de sonetos. Oda arrebatada a Beatriz Montañés


Si abres los labios, no hay pantalla, solo

las cuevas rosadas e infinitas
que esconden amapolas incesantes,
almacén de las voces y las risas.

Cenar con tenedor es disparate
si delante te pones y me miras;
el bocado no acierta los caminos
y se va al pantalón y a la camisa,

porque el triz con que acaba tu apellido
bien me recuerda lo que no se olvida:
la montaña de labios que emborracha,
tristeza de hermosura en lejanía.

Cada vez que te vas a los anuncios
la pena de tu ausencia me marchita.


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