A M.S., a quien le gustan los romances
Ahora voy dando tumbos
de Boston a Nueva York
en un cacharro menudo
que dicen que es un avión;
si miro por ventanilla
hasta que me da temor.
Con un romance en la pluma
parece que va mejor
porque entonces me acompañan
protagonista y lector.
En Boston se me han quedado
–cuánto me costó el adiós–
los amigos, las chinitas,
el trabajo, y el dolor
de una herida bien molesta
que me salió en el talón
de andar con mucho trasiego
para ver todo mejor:
el río y el mar, la gente,
estudiantes mogollón,
los campus donde se piensa,
los libros, que muchos son,
donde dicen qué sabemos
y en lo que hay indecisión,
los lugares de ignorancia,
los lugares de pasión,
la historia, las matemáticas,
la locura y la razón…
Este pëonza que piensa
ya no sabe si es mejor
reír a dama que pasa
o estudiar una lección,
si cada cosa a su tiempo
o mezclarlo a su sabor
y que sea lo que dios quiera,
cosas que sí, otras que no.
Por el aire va el camino
que me lleva a Nueva York,
milagro es que se sostenga;
todo en vilo –como yo–:
un señor incomprensible
encerrado en su rincón
siempre soñando miradas
en las que encuentra el amor.
De tanto inventar el tiempo
ya me duele el corazón.
Mmmmmm... Cabría pensar en alguna relación juguetona entre el dolor del talón / del corazón y las chinitas que lo provocan, en la primera acepción del DRAE en 'china', de curiosa etimología:
ResponderEliminar"(De la voz infantil 'chin').
1. f. Piedra pequeña y a veces redondeada."
Me encanta, una vez más, el romance.
Incomprensible no; ¡admirable! Transformas en poesía cada momento.
ResponderEliminar¡Y qué afortunados somos los que, al abrir el cuaderno, cada mañana encontramos versos y romances nuevos!
Impaciente esperando el siguiente...
Las chinitas serán tu perdición, Pablo.
ResponderEliminarCuidado al cruzar la calle!
Y con las chinches de NY al dormir...