Cada vez estamos más cerca de reconstruir la biblioteca de Quevedo, al menos una parte sustancial. Para hacerlo, dos procedimientos caben: el de la investigación textual y el de la investigación de campo. La investigación textual nos muestra el indicio de textos leídos, citados o anotados por Quevedo; puede que no fueran todos de su propiedad –sabemos por ejemplo que manejó grandes bibliotecas de la época, privadas–. A partir de la cita, se supone que el autor poesía el libro y, por tanto, podemos conjeturarlo como de su biblioteca.
El segundo procedimiento, que se debería armonizar con el primero, recoge de bibliotecas y centros de documentación de todo el mundo los ejemplares firmados por el autor, a veces anotados también, ya que esos eran dos hábitos usuales en Quevedo; como la excelente colección que guarda la Biblioteca Menéndez Pelayo de Santander, minuciosamente trabajada por María José Alonso (véase su artículo en este enlace ); la relación, que nos lleva a Kansas, Moscú, Praga, Londres, Varsovia.... (bibliotecas que conservan libros de Quevedo) y que en Madrid tiene especial estación (tanto por los que hay en la RAH como, sobre todo, por los muchos que conserva la BNE, todavía sin inventariar). La relación ha sido a veces completada por los índices del célebre monasterio benedictino de San Martín, a donde fueron a parar buena parte, cuyos fondos se pueden perseguir también (a través del catálogo de fuentes que realizó el equipo que dirige Virgilio Pinto). De los índices de San Martín existen por lo demás, nuevas copias, que se necesitan contrastar con las ya estudiadas.
Sobre esas listas trabajaron Maldonado, Crosby, Lía Schwartz y otros investigadores. En fin, las nuevas y jugosas colecciones documentales que provienen directamente de Quevedo (inventarios a la muerte del autor, papeles trasmitidos de generación en generación, papeles allegados por Fernández Guerra...) aportan varias listas de libros de Quevedo. Solo hace falta realizar ese trabajo con cuidado, dedicación y conocimiento.
¡Sobre todo con conocimiento!, porque por muy cuidadoso que uno sea y mucho tiempo que le dedique al trabajo, sin conocimiento no se llega a ninguna parte. El saber no ocupa lugar, gran verdad...
ResponderEliminarQué entrada interesante, se aprecia cómo cambió la manera de firmar desde el aldino de arriba (imagino que el testimonio gráfico más antiguo de los cuatro) respecto a los otros tres. ¿Ese ejemplar de la gramática de Lascaris es el que utilizó para el Focílides en español? Muchas gracias por mostrarlos. Acabo de ver también el apunte sobre el fondo de Fernández Guerra, anunciando otros. Que entre aire, que es muy sano.
ResponderEliminarEs bastante probable que fuera uno de los ejemplares que consultó, desde luego; tendría nque ver y casar fechas, pues el Focílides es temprano. Los cambios de letras son muy marcados en Quevedo, bastaría con ver la del codicilo, que anda también en este cuaderno. Hay una excelente doctoranda, Diana Eguñi, que está realizando su doctorado sobre "autógrafos" de Quevedo,y que incluye, naturalmente, un ensayo cronológico de la letra.
ResponderEliminarLa entrada que anuncio sobre su genealogía me va a llevar a una conocida familia o rama leonesa, viven en León, vamos.
Gracias por el interés y comentarios