Como todos los hispanistas conocía a Anthony Close por sus escritos y opiniones sobre Cervantes y la crítica; y he dicho bien las dos cosas, porque su copiosa e interesante tarea crítica sobre El Quijote y Cervantes iba acompañada de sus andanadas en reuniones y encuentros, en donde exponía con desparpajo y muchas dosis de humor –el que atribuía a Cervantes– sus opiniones. El libro de la ilustración recoge una de las más sonadas, a la que tuve ocasión de asistir, en Los Ángeles, ante la plana mayor del cervantismo. No recoge totalmente la escandalera, siempre con un fondo de sensatez y cordialidad, que despertó su comunicación. Yo le había tratado mucho antes, al ocupar la cátedra BBV en Cambridge, en donde era profesor. Me dio la compañía del colega, pues compartí sus seminarios (sobre Cervantes) y la simpatía de su casa y de su mesa, con un montoncito de niños que hablaban indistintamente inglés, francés y un chapurreado de español. Y me llevó a ver los mares cercanos. "¿Dónde está la playa, Antohny?". "Allí, allí lejos; es que aquí es diferente". Ese mismo verano –creo que el de 1998– apareció en mi rincón gallego, con mi casa todavía sin terminar... Quizá esta imagen, a la que me gustaría llevar cariño y recuerdo, sea excesivamente familiar si no la completo subrayando que el lugar en donde con más frecuencia nos veíamos era en la CUL, la Biblioteca Universitaria de Cambridge, tan rica, que allí puede acabar mi monografía sobre Quevedo. Anthony Close llegaba en bicicleta, con casco, vaqueros quizá y unas cuantas bolsas de plástico para guardar libros, apuntes... Cordialidad, sabiduría y sencillez desde las que se entiende mucho mejor el Quijote, sin duda. Lo que no quita que, cuando haga falta –yo no le vi nunca tan encorbatado y trajeado, como en esta foto de la Asociación Internacional de Hispanistas, de la que fue presidente– Antonio no fuera todo un caballero.
La noticia que me ha venido por todos lados es que ha fallecido ayer, repentinamente.
Un abrazo muy fuerte, Antonio.
Me manda Anne Cruz (que no pudo entrar, me dice, en el blog) el siguiente comentario: Querido Pablo,
ResponderEliminarMe ha hecho reír, a pesar del pesar de la muerte de Anthony, el recuerdo de su incendiaria ponencia en ese congreso que hace tantos años organizamos Carroll Johnson y yo en Los Ángeles. (Y recuerdo también que tú presentaste una ponencia bastante provocadora…) Como buen filólogo, Anthony rehusaba tomar en serio el exceso de sujetividad crítica que tal vez con demasiada dureza se nos achaca a quienes enseñamos a Cervantes en América. En el congreso, decidió presentar una sátira de esa crítica, inventándose una novela ejemplar y analizándola desde el punto de vista, según él, de una feminista lesbiana y posiblemente judía (aunque después me aseguró que en ningún momento se le ocurrió atribuirle ese origen al apellido que él le había dado a la “autora”). El ofender a tantas sensibilidades juntas dio lugar a una polémica que ofuscó un buen rato la gentileza y cordura típicas de los hispanistas y hubo quienes se opusieron a la publicación del ensayo ofensivo en las actas. Carroll, tan sensato como siempre, decidió que no lo censuraríamos, ya que se prestó para que los demás defendieran y repensaran sus argumentos. El humor irresistible y sí, un tanto acérbico de Anthony nos enseñó a cuidarnos de exageraciones interpretativas. Cada vez que le veía, le encantaba recordar el episodio; como un niño pícaro quien goza de escuchar sus travesuras, sonreía socarronamente mientras se pasaba los dedos por esa su melena warholiana, insistiendo que no había querido ofender a nadie. Y así fue.
Un abrazo, Anne