martes, 20 de julio de 2010

Dos sonetos romanos

1
Después de visitar san Pedro, rápida
mente, he dado un rodeo por detrás
del castillo de Sant Angelo hasta la plaza
Cavour y allí me he detenido. Se oyen

las campanas de todas las iglesias
y la luz de la tarde se derrama
sobre los rosas y ocres del teatro
Adriano. Conmovido y extasiado

me detengo a mirar los grandes arcos,
los balcones cerrados, las persianas…
de aquel lugar en donde ya hace casi
cuarenta y cinco años, el sesenta

y cinco, actuó un conjunto musical
desconocido, mágico: los Beatles.


y 2
Considerando que no saben nada
las palabras más sabias que tenemos,
este verso se rinde simplemente,
este verso proclama que te quiero

haya paz en los labios del amor
donde guardo mis versos y tus besos
grises sean las ventanas del olvido
y que los días tristes huyan lejos;

las arañas malignas del dolor
que se lleven el llanto a los silencios;
tú serás la canción que no se acaba
en un rincón que cobijó los sueños;

tú serás el final que siempre quise,
la lenta aceptación de mi descenso.

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